Conocí a María hace dos años. En aquel momento pensé que la magia y el crujido de entrañas había sido mutuo.

Con el tiempo comprendí que fueron mis carencias afectivas las que me hicieron meterme en un sueño que, definitivamente, no era el de ella. Luego de dos años, por fin entendí que la clave está en sanar la relación con mi madre, pues mientras no ocurra esto, seguiré buscando sustitutas en mujeres destruidas que nada dignificante pueden ofrecer.

La experiencia ha sido dolorosa, pero aleccionadora y profundamente nítida como una mañana de invierno. Me encanta el invierno y encuentro en sus mañanas una paz vital que me rejuvenece. Soy un hombre de frío y no de calor. Elijo los días nublados y lluviosos.

Aquel amor que llegué a sentir por María, con el tiempo se convirtió en un profundo desprecio. Hoy me molesta sólo el verla y me incomoda su desfachatez al intentar saludarme cuando, claramente, desde el primer instante asumió una postura ventajosa, deshonesta, utilitarista y desleal hacia mi persona. No hablo de reciprocidad sentimental, sino de un mínimo respeto por aquella persona que, fantasiosamente, deposita virtudes en seres llenos de defectos y heridas emocionales.

María, en sentido estricto, es una enferma emocional como millones de mujeres. Pienso que, estos seres humanos deben acudir a terapias ya mismo

Es verdad que somos facilitadores del daño que enfermos emocionales como María nos causan. También es cierto que personas como María deben hacerse responsables de su salud y entender que su egoísmo lastima a personas que se acercan a sus vidas con el único propósito de servir.

En enero del 2023 María me dijo que, “al final ella siempre hace lo quiere”. Frase que desnuda toda su miseria espiritual. Huelga decir que, estas enfermas emocionales se ven a si mismas como seres extraordinarios que, “un día ayudan aquí y otro allá”.

Esto le pasa con recurrencia a los alcohólicos quienes tienden a disociar su realidad. Aunque ellos se consideren súper héroes, son, en verdad, egoístas, manipuladores, mentirosos y mezquinos. Cúmulo de pus con gusanos; almas gangrenadas sin esperanza.  

El 90 por ciento de las personas hemos tenido una vida difícil. Esa circunstancia no justifica el comportamiento de personas como María

¿Qué se sentirá quebrar a personas que se acercan a tu vida con el único propósito de servir?, ¿qué se sentirá cambiar una mirada de amor por una de desprecio y asco?, ¿qué se sentirá elegir para tu vida a personas que se regodean, igual que tú, en el egoísmo y la fantasía?

Mi terapeuta dice que yo regalé, voluntariamente, un libro, un disco y mi tiempo, que no debo estar molesto con María por esta razón. Quiero decir que a la materia siempre la he visto como un pretexto para alimentar la conexión. Lo que me molesta de personas como María es la ventaja con la que actúan. Usan a otros seres para satisfacer sus vacíos. Juegan con ellos para obtener validación y exprimir energía. Te hacen creer que les importas sólo para ganar atención. Es profundamente cruel.

Me molesta la deshonestidad y la mala leche con la que actúo María. Si no tienes la intención de construir algo sano y recíproco con personas que se te acercan, entonces no recibas regalos. Habla mal de ti. Las personas no debemos aceptar regalos ni detalles cuando, desde el primer momento, tenemos claro que no podemos o no queremos otorgar reciprocidad. No importa el género ni el sexo.