Los simpatizantes de la izquierda mexicana, apelan a sus desgastados argumentos de autoridad.

Cubiertos de un aura intelectual, justificada en su gusto por la lectura, los zurdos mexicanos insisten en afirmar que la inteligencia está con ellos. La derecha mexicana, de acuerdo con la construcción prejuiciosa de la izquierda, está habitada por tontos, por hombres carentes de innovación, imaginación y coherencia.

La derecha mexicana está llena de perfiles profesionales y humanos, de alto valor; individuos formados en instituciones académicas de México y del extranjero. El cuestionamiento moral sobre la corrupción y la honestidad, cabe, incluso, para importantes referentes de la izquierda mexicana obradorista: pienso en René Bejarano, Dolores Padierna, Manuel Bartlett y Ana Guevara.

La premisa determinista que vincula a la izquierda mexicana con la bondad y con el actuar honesto, es una falacia, una invención, un anhelo, una aspiración, un sueño

La izquierda mexicana está llena de políticos y administradores públicos deshonestos. Hundidos en sus complejos, se convencen a sí mismos, que son mejores que los mexicanos que están en la derecha. Repiten hasta la saciedad que el mayor porcentaje de los mexicanos de derecha carece de conciencia de clase. La cierto es que la derecha es diversa, ofrece posibilidades y tiene diferentes corrientes. La derecha no es una sola, así como la izquierda tampoco lo es.

A pesar de que un porcentaje importante de los simpatizantes de la izquierda mexicana navegan con el cliché de ser inteligentes y ávidos lectores, son incapaces de entender a la derecha, en toda su profundidad. Prefieren la descalificación prejuiciosa y la romantización de sus estereotipos.

La derecha no sólo tiene que ver con el dinero y con sus empresas, también se nutre y se fortalece de la ideología, de la postura ante la vida y la muerte: reducir a la derecha a la acumulación del capital, me dice que los simpatizantes de la izquierda mexicana, necesitan reaprender teoría y entender que los conceptos se dinamizan a partir de realidades.

Ser de derecha tiene que ver con el capital social y con el capital cultural; con la lectura, pero también con la escritura. El zurdo mexicano cuestiona el trabajo de periodistas mexicanos a quienes asocian con la derecha

Quizás, en parte, tengan razón, pero también es verdad que, a diferencia del simpatizante promedio de la izquierda mexicana, el miembro de la derecha sí escribe.

Que las ideas de la derecha predominen en el espacio público y en los medios de comunicación, no se explica, únicamente, en la propiedad de los medios de producción, sino en la operación historiográfica de Michel de Certeau, sacerdote jesuita e historiador.

Ni duda cabe que la derecha está construida con empresarios, pero también figuran los intelectuales: Manuel Gómez Morín, fundador del PAN y rector de la UNAM, José Vasconcelos, primer Secretario de Educación de México, y Enrique Serna, uno de los más importantes novelistas mexicanos de la actualidad, por citar tres ejemplos.

La generación de ideas forma parte integral de la derecha mexicana, no es el dinero per se. Desde esta perspectiva, la izquierda mexicana es reduccionista, ingenua y obscenamente iletrada. Un intelectual que esté a favor de la vida, tiene cabida en la derecha mexicana. Los académicos son generadores de argumentos.

¿Cómo explica la izquierda mexicana, la presencia de Mario Delgado, Zoé Robledo y Antonio Attolini en el gobierno, autodenominado, de la 4T?

Delgado, Robledo y Attolini fueron formados en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), espacio académico satanizado por los zurdos mexicanos. Estos funcionarios, son la prueba fehaciente de que, incluso gobernando, la izquierda mexicana necesita de lo hecho en la derecha.

La izquierda mexicana no cuenta con recursos humanos calificados, para sostener el aparato gubernamental del país. El simpatizante promedio de la izquierda mexicana es incapaz de, siquiera, titularse de la licenciatura. El hecho no tiene que ver con ser rico o pobre, sino con la indisciplina, con la ausencia de autocrítica y con la falta de compromiso. El militante de la izquierda lee, pero no escribe.

La derecha tiene que ver con las mentalidades, con la estructura de pensamiento y con la disciplina. El propio Paulo Freire, filósofo de la educación de origen brasileño y militante de la izquierda latinoamericana, afirmó que el gran problema de los zurdos es su indisciplina.

La derecha es una máquina perfecta, temible y arrolladora.