La historia de los conceptos nos lleva hacia la deconstrucción semántica de la pobreza. La historia conceptual procede de Hegel. El trabajo del concepto, su significado y el uso antiguo de las palabras [desplazamiento semántico], encuentra en Semantics and historiography del israelí, Richard Koebner, uno de sus enclaves historiográficos. El libro del escritor judío vio la luz en el año de 1953. Aunque Koebner nació en Alemania, culturalmente era judío (Koselleck, 2012: 27).
Se necesitan conceptos para poder tener o acumular experiencias e incorporarlas vitalmente. Los conceptos son necesarios para integrar las experiencias pasadas en nuestro lenguaje y en nuestro comportamiento. La historia conceptual puede tematizarse como la transformación de los significados y de la pragmática, en la medida en que se tiene en cuenta que un gran número de otros elementos permanecen iguales [son repetitivos]. Los conceptos captan experiencias (Koselleck, 2012: 30). Cuando las experiencias se integran, lingüísticamente, a los conceptos, comienzan los cambios. El cambio sólo es comprensible cuando las condiciones estructurales, se repiten [larga duración de Fernand Braudel].
La semántica histórica es una disciplina lingüística que estudia el cambio, vinculando, desde luego, al concepto con realidades extralingüísticas (Fernández Jaén, 2006). La semántica postula la historicidad del concepto: fomenta el pensamiento histórico y visibiliza el lenguaje como experiencia humana. La semántica histórica es un proceso discursivo que piensa en rupturas sociales. Los contextos y las épocas son muy importantes. El entendimiento del concepto depende de realidades sociales (Müller, 2015). El lenguaje como sociabilidad.
La pobreza es, ante todo, un problema de lenguaje, una cuestión semántica. No es un signo lingüístico estático. Como todo concepto, cambia, muta, se dinamiza
La pobreza es un problema político, pero también lingüístico e histórico. Es un concepto que se explica y que se responde a partir de una red semántica que dialoga con el capital económico marxista del siglo XIX y con el capital cultural que desarrolló, teóricamente, el sociólogo francés, Pierre Bourdieu, durante el siglo XX. La pobreza es un problema transversal e interdisciplinario. Jamás se resolverá centrándonos, únicamente, en la política [desde la política]. Es un problema sin fórmula, sin procedimiento y sin resolución total; pero, existe la responsabilidad ética global de atenderlo. Aunque sea un problema sin solución final, debe atajarse.
Es tan cuestionable que, cada tres años, los políticos hablen de cambio. ¿Qué es el cambio? El cambio de los actores políticos debe comenzar por asumir que el lenguaje adquiere nuevas representaciones. Si el lenguaje se modifica, el discurso y las soluciones también. Así como el lenguaje adquiere nuevos significantes y significados, la praxis política debe caminar en su complejización semántica. Pienso que, desde hace 20 años, se vuelve más notoria la necesidad de sumar a los equipos de trabajo político [la política como oficio] a lingüistas, historiadores, sociólogos y, desde luego, a diseñadores gráficos y artistas visuales. Incorporarlos de forma permanente. Los equipos políticos de hoy deben ser multidisciplinarios.
Pretender resolver la pobreza, solamente, con estrategias que fueron útiles en la década de 1990, es, francamente, estúpido. Ganar por inercia no es sinónimo de un trabajo político que apunte a la exigencia continua. Si el lenguaje evoluciona, por qué no la práctica política. Todo es lenguaje. Todo es comunicación. Y sí, todo es historia. Cuando evoco a la historia no estoy pensando en las efemérides escolares, sino en un nódulo semántico que sistematiza, desde sus competencias, a la ciencia de Heródoto, para volverla aplicable. Hoy existen doctorados en historia aplicada.
Hay conceptos orientados al pasado y conceptos que se anticipan al futuro. No todas las revoluciones son sangrientas. El Estado es un concepto generador de experiencias. Élite sustituye a aristocracia, agricultor a campesino, obrero a trabajador y sociedad a Estado. El concepto va cargado de experiencias acumuladas a lo largo de diferentes épocas u horizontes (Koselleck, 2012: 46).
El lenguaje se convierte en un factor primario sin el cual no es posible ninguna transposición política exitosa. El objetivo primero y último de la política, es la conquista del poder. En toda acción política hay elementos extralingüísticos, prelingüísticos y poslingüísticos que conducen a la historia (Koselleck, 2012: 14).
El paradigma Vasconcelos
Sabemos que la educación es la parte más importante en el combate a la pobreza. Ésta es económica-material y educativa-cultural. Las sociedades con indicadores cuestionables en materia educativa son más pobres y con niveles deplorables en cuanto a la calidad de vida se refiere.
Cualquier gobierno, ya sea del orden municipal, estatal o del fuero federal, debe invertir en educación y en cultura. Insisto que, la pobreza es, primero que todo, un problema semántico
¿Qué entendemos por pobreza? Las iniciativas de ley y las reformas constitucionales se visibilizan, en un primer momento, desde el lenguaje. Los políticos necesitan replantearse qué entienden por pobreza. Es en el lenguaje en donde debe comenzar cualquier reforma política. No exagero cuando afirmo que lingüistas, antropólogos, filósofos, sociólogos e historiadores científicos, deben fungir como asesores de cabecera.
Llenar los corredores industriales de ensambladoras, sin ampliar la cobertura educativa, es una operación política trunca que no impacta como las administraciones públicas pretenden. Cuando los gobiernos hablan de mayor inversión, también necesitan pensar en el capital simbólico, es decir, en educación y cultura. Invertir en educación implica, renovar la infraestructura ya existente y crear nueva. La pobreza se combate desde las aulas, por eso hay que pagarle, a tiempo y sin chistar, a todos los maestros; gastar en libros de texto y en la red inalámbrica.
En 1914, José Vasconcelos ocupó la dirección de la Escuela Nacional Preparatoria. Durante el interinato de Adolfo de la Huerta en 1920, fue nombrado rector de la Universidad Nacional Autónoma de México. Con Venustiano Carranza la Secretaría de Educación Pública desapareció. El 10 de octubre de 1921, estando Obregón como presidente de México, se restableció y Vasconcelos asumió como secretario. Vasconcelos renunció a su cargo en julio de 1924 y buscó la gubernatura de Oaxaca. En 1929 fue candidato a la Presidencia de la República (Meyer, 1978: 99).
El nacionalismo cultural que encabezó, desde 1921, el ministro de educación, José Vasconcelos, fue la conjunción de muchos nacionalismos culturales gestados entre la élite revolucionaria
Éstos elevaron el proceso nacional a una dimensión estética que fue más allá de la razón. Se crearon mitos y símbolos capaces de transformar a la sociedad mexicana. Sí, la mexicanidad tiene su zapata fundacional en la SEP y en el proyecto educativo de José Vasconcelos (Pérez Montfort, 2003: 124).
En 1921, José Vasconcelos emprendió desde New York, una aventura diplomática que lo llevó a recorrer el sur del continente americano. Llegó a Brasil, de ahí pasó a Uruguay; siguió a la Argentina y después aterrizó en Chile. En Argentina concurrió como representante especial a la toma de posesión de Marcelo de Alvear, nuevo presidente de Argentina. En Córdoba dictó una conferencia y en Buenos Aires fue ovacionado en la Escuela Nacional Sarmiento (Cárdenas, 1982: 94).
“En Brasil, Chile, Argentina y México, es visible el progreso de la idea latinoamericanista que, cuando se concrete en una realidad permanente, nos permitirá afrontar el peligro de los anglosajones, modelos de organización y eficacia”, afirmó Vasconcelos (Cárdenas, 1982: 96).
“Norteamérica intervino en todo el continente, hace préstamos que colocan a los gobiernos deudores en calidad de subordinados: apoderándose de las fuentes de materias primas y de las industrias, para regular y apreciar la producción a su antojo, y comprando a los más difundidos órganos de la prensa, con lo que rige y gobierna la opinión pública. He aquí la doctrina de Monroe convertida en efectiva amenaza”, sentenció el intelectual oaxaqueño y secretario de Educación Pública en 1921 (Cárdenas, 1982: 96).
El importante periódico bonarense, La Prensa, lo invitó a disertar sobre la educación pública en México. Terminó su estancia en Argentina con una cena que la Revista Nosotros le dedicó. Visitó las cataratas de Iguazú (Cárdenas, 1982: 97).
A Chile llegó el 30 de octubre de 1921. La Nación y El Mercurio, registraron el hecho. En la Universidad de Chile, fue recibido como miembro de honor de la Facultad de Filosofía y Bellas Artes. Fue acompañado por Arturo Alessandri, presidente de Chile. Vasconcelos dictó un discurso en la Universidad de Chile que no fue del agrado de las autoridades trasandinas. El problema se agravó cuando la Federación de Estudiantes se apoderó del paraninfo de la universidad y, entre vítores y aplausos, hablaron de la revolución mexicana como modelo a seguir en Chile (Cárdenas, 1982: 99).
La ciencia tiene por objeto mejorar la condición social de los hombres. Las universidades las paga el Estado con el trabajo de los pobres. La educación debe enseñar a los hombres a romper las desigualdades
Cuando miro desfilar soldados me da risa. Son una fuerza inconsciente que no sabe a dónde va, ni quién los maneja. Los intelectuales, los soldados del ideal, deben ser los forjadores de las naciones. La desgracia de América Latina es ser gobernada por la espada y no por la inteligencia (Cárdenas, 1982: 101).
Se corrió la voz de que Vasconcelos insultó al ejército chileno. Esto ocasionó descontento en Chile. El 15 de noviembre, con Vasconcelos fuera de Chile, La Nación de Santiago y El Sur de Concepción salieron en defensa del mexicano:
El ministro de Instrucción Pública de México fue despedido en Valparaíso con gritos de chauvinismo intransigente e ignorante que tanta escuela viene haciendo. Cuando este país que goza fama de mediocre de espíritu y corto de inteligencia pudo demostrar que nos honraba su visita. La mediocridad de espíritu y la cortedad de inteligencia salieron al paso (Cárdenas, 1982: 101).
Vasconcelos se defendió:
En México somos muy nacionalistas. Resulta absurdo que quien ha estado nacionalizando la educación mexicana a un grado no superado por ningún otro pueblo iberoamericano, sea juzgado internacionalista (Cárdenas, 1982: 102).
Antes de llegar a México, se detuvo en Washington para dar una conferencia en el Liceo Internacional. Reanudó sus labores en la SEP, a mediados de diciembre de 1922 y defendió el presupuesto de su dependencia en la Cámara de Diputados (Cárdenas, 1982: 103).
De regreso de Buenos Aires y por indicación del presidente Obregón, me detuve en Washington para obsequiar la invitación de la Sociedad Panamericana que deseaba escuchar una plática sobre la obra educacional de México, tema de diarios y revistas de Norteamérica (Vasconcelos, 1979: 103).
Venustiano Carranza como Plutarco Elías Calles pensaban en instrucción y no en educación. Andrés Osuna fue un pastor protestante que en 1917 fungió como director de educación y que durante el gobierno de Plutarco Elías Calles daba sermones semanales radiofónicos para demostrar que la obra educativa del gobierno de Calles era mayor al de la Iglesia católica (Krauze, 1977: 297).
Moisés Sáenz insistía que la Iglesia católica no había unificado a México. Según él, existe un componente en la identidad mexicana, más profundo e importante que el catolicismo: su temperamento artístico. Sobre esta base se construyó la escuela mexicana y su sostén pedagógico. A principios de la década de 1930, Moisés Sáenz salió de México. Murió en Perú. Es autor de México íntegro (Krauze, 1977: 303). Moisés Sáenz fue el apóstol de la educación durante el gobierno callista.
Vasconcelos es el paradigma educativo mexicano que jamás debemos olvidar. Él pensaba que la educación no redimiría al campesino si antes no había sido resuelto su problema económico, por eso dio importancia a los sueldos, a los desayunos gratuitos, al servicio dental y a la atención médica gratuita (Krauze, 1977: 309).
La secretaría de Vasconcelos estaba fincada en tres pilares: escuelas, bibliotecas y bellas artes. La educación le parecía inseparable de la lectura, por eso fundó bibliotecas como capillas. Éstas se integraron de libros técnicos, de otros especializados en geografía, en historia y clásicos como Platón, Dante, Esquilo, Lope y Goethe, editados por la SEP.
Vasconcelos creó la Revista El Maestro. Confiaba en las bellas artes, por eso daba clases de dibujo, gimnasia, conciertos, teatro y festivales al aire libre. “Todas las mañanas de domingo, llenábamos teatros de la capital con público obrero, al que dedicábamos conferencias de cultura general, conciertos y bailes de escenario (Vasconcelos, 1979: 101). En contraparte, la premisa de Sáenz era “menos arte y más deporte” (Krauze, 1977: 310).
La escuela del nacionalismo revolucionario consistía en enseñar a vivir al campesino. Así nacieron las misiones culturales de Vasconcelos. La logística era la siguiente: se convocaba a los maestros, se les reunía en una ciudad durante 21 días, se les capacitaba de forma intensiva y se les asignaba un centro de trabajo. Había un jefe de misión, una trabajadora social, un especialista en pequeñas industrias y agricultura, y otro en recreación (Krauze, 1977: 302).
Existía algo profundamente grotesco, de acuerdo con Vicente Lombardo Toledano, secretario general de la CROM, en enseñar a dibujar grecas y papel calado o en introducir bailables españoles entre los indígenas “que eran, y habían sido por siglos, un caso único de sensibilidad artística” (Krauze, 1977: 307).
Uno de los grandes aciertos de José Vasconcelos, estuvo en los intercambios académicos y pedagógicos. Así, por ejemplo, de su estadía en Brasil, trajo a México a un par de profesoras normalistas y a un matrimonio joven que recorría las escuelas dando conferencias sobre su país. La chilena, Gabriela Mistral laburó como funcionaria en la SEP de Vasconcelos.
La aspiración de José Vasconcelos era hacer de México “una metrópoli del continente latino: una Atenas, no por la ridícula pretensión de emular a la antigua, sino por el amor a la cultura, la libertad y la hospitalidad al talento extranjero” (Vasconcelos, 1979: 159).
A los profesores e intelectuales sudamericanos que visitaron México durante su mandato, Vasconcelos los hacía recorrer el país para que impartieran clases, cursos y capacitaciones docentes
Eulalia Guzmán fue una profesora mexicana becada por la Secretaría de Educación Pública de José Vasconcelos. Se fue a los Estados Unidos, con el objetivo de aprender métodos educativos y aplicarlos en México. En aquella época la obra pedagógica de John Dewey era uno de los marcos referenciales más importantes (Krauze, 1997: 299).
La cultura como premisa
A finales del siglo XIX, México emprendió una campaña ideada por el Estado, para presentarse ante el mundo. Se formalizaron tratados comerciales con Alemania, Francia e Italia, y se establecieron relaciones con Portugal, Suiza, Reino Unido de Suecia, Noruega, Bélgica y Francia. En 1885 las relaciones con Gran Bretaña se retomaron. Incluso con Japón y China, hubo momentos clave. El proyecto cultural hegemónico mexicano se comenzó a fraguar desde la diplomacia-diplomática. En el XIX, México fue considerado la Turquía de América (Riguzzi, 1995: 207).
A finales del XIX, México estuvo en el centro de publicaciones, estudios, informes e iniciativas editoriales, a nivel global. Desde la literatura [1880-1910], se generó un conjunto articulado de promocionales de la imagen mexicana. Al menos, 1,200 publicaciones sobre México fueron financiadas por el régimen de Porfirio Díaz (Riguzzi, 1995: 211). Grupos económicos interesados en México, promovieron redes informativas y propagandísticas favorables (Riguzzi, 1995: 214).
Congresos científicos, conferencias económicas, exposiciones universales y ferias internacionales, resultaron trascendentales en la difusión cultural de México ante el mundo del siglo XIX. La arqueología fue otro recurso de importancia. Uso de motivos aztecas, volcanes en plata maciza y reproducciones del ferrocarril transístmico de Tehuantepec, fueron regaladas a personajes distinguidos y mandatarios durante la administración de Porfirio Díaz (Riguzzi, 1995: 216).
México participó, por primera vez, en 1855, en la Exposición Internacional de París. En 1876, en la Exposición de Filadelfia, que celebró el centenario de la independencia de EE. UU. Hablamos de diplomacia de la imagen, de estereotipos, símbolos, imágenes, códigos cosmopolitas y progreso (Riguzzi, 1995: 217).
En 1883, durante una gira de dos meses por EE. UU. que realizó en calidad de comisionado general de la delegación mexicana en la Exposición Mundial de Nueva Orleans que tendría lugar en 1884, Díaz tuvo oportunidad de consolidar y extender su relación personal con empresarios destacados de aquel país. La Exposición de Nueva Orleans fue la primera participación importante de México en la gran cantidad de ferias internacionales que se realizaron en Europa y América, a finales del siglo XIX: Filadelfia en 1876, Buenos Aires en 1883, Berlín en 1883, París en 1899 y 1900, San Luis Missouri en 1904. La aceptación de Díaz a la comisión fue indicador de su compromiso con la promoción de la imagen de México como nación moderna y progresista (Garner, 2015: 219).
En 1815, como resultado del Congreso de Viena, se dio el primer paso para el surgimiento de la diplomacia moderna. En 1898, México y Japón firmaron el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación. En 1899 ocurrió con China. La plata fue el motor de la misión encabezada por Hasekura. En su momento, la plata consolidó el comercio entre Nueva España y Asia (Girón, 2015: 85).
Es pertinente cuestionar, ¿qué papel económico juega la plata en el México del siglo XXI?, ¿será útil en el combate a la pobreza? Definitivamente sí, la cuestión es el cómo y el cuándo
En 1890, llegó a Japón, Emilio Binda, profesor de español. Se encargó del Departamento de Español, abierto en 1897, en la Universidad de Estudios Extranjeros de Tokio. El 12 de noviembre de 2008, se estableció en Japón, el Instituto Cervantes. En este contexto cultural y literario, las obras de Carlos Fuentes, Sergio Pitol, Juan Rulfo y José Juan Tablada, poeta modernista, resultan coyunturales para comprender la presencia comercial de México en Oriente (Girón, 2015: 139). Desligar a la cultura del combate a la pobreza es una postura suicida.
José Juan Tablada, por cierto, visitó Japón en 1900. Es autor del haiku, Identidad:
Lágrimas que vertía
la prostituta negra
¡blancas, como las mías!
(Negrín, 2021: 303).
El 22 de mayo de 1811, José Cárdenas escribió una carta, en Coalcomán, Michoacán, dirigida al comandante General de la Marina Colombiana, en la que solicitó ayuda militar para liberar a la América mexicana. El documento fue entregado en Maracaibo, hoy Venezuela. El 8 de marzo de 1822, José Manuel Herrera, secretario del Despacho y de Relaciones Interiores y Exteriores del Imperio Mexicano, instaló la Regencia México, misma que intercambió correspondencia diplomática con Perú, Chile, Ecuador, Argentina y Colombia (Roldán, 1974: 16).
La Regencia del Imperio nombró a Manuel de la Peña, ministro Plenipotenciario en Colombia, el 18 de mayo de 1822. El 15 de octubre de 1824, Guadalupe Victoria dio a conocer la firma de tratados de la más alta importancia, “con la belicosa Colombia” (Roldán, 1974: 22). Anastasio Bustamante fue ministro de México en Colombia.
Latinoamérica nació del Congreso de Panamá en 1826: fue una consecuencia histórica de la diplomacia mexicana del siglo XIX (Roldán, 1974: 27).
Siendo ministro de Relaciones Exteriores, Lucas Alamán, convocó, el 13 de marzo de 1831, a la unión de Argentina, Perú, Bolivia, Colombia, Chile, Centroamérica y México. México fue, a partir de ese momento, el corazón de Latinoamérica, “por su riqueza, por su cercanía a Europa y por el lugar que ocupa entre todas las naciones” (Roldán, 1974: 29). El 3 de abril de 1823, se firmó el Tratado de Amistad, Liga y Confederación. Colombia fue clave en la construcción diplomática del siglo XIX.
El 8 de junio de 1856, México, Colombia, Perú, Costa Rica, Venezuela, Guatemala y El Salvador, firmaron el Tratado de Alianza y Confederación Hispanoamericana (Roldán, 1974: 31). El 28 de abril del 2011, se firmó la Alianza del Pacífico, tratado comercial que incluye a México, Chile, Colombia y Perú.
Los tratados comerciales entre naciones han sido, desde el siglo XIX, importantes en el combate a la pobreza. El combate a la pobreza debe apuntalarse desde la educación y desde la cultura
La segunda etapa de la historia de las relaciones diplomáticas entre México y Brasil comienza en 1923. En 1924, México compró a la marina de guerra brasileña, el buque Deodoro, rebautizado como Anáhuac. La crisis de 1929 movió el tablero internacional. A partir de 1931, Brasil comenzó a consumir calzado, tejidos, sombreros, tabacos, frijoles y henequén, hechos en México. Hule, cerveza, chocolate, ajo, garbanzo, cebolla, ixtle, vainilla, cerámica, avena, ostiones, alpiste y guano, también. El petróleo mexicano llegaba a Brasil, a través de empresas estadounidenses (Huerta, 1994: 40). En 1931 se firmó un convenio comercial.
Siendo Alfonso Reyes, embajador de México en Brasil, Getulio Vargas, asumió la presidencia del país amazónico, en 1930. En 1938, cumpliendo con las funciones de Embajador de México en Brasil, José María Dávila, estableció líneas de comunicación marítima con Brasil, aprovechando los buques mercantes (Huerta, 1994: 42).
El 22 de agosto de 1942, Brasil entró a la Segunda Guerra Mundial, como aliado de Estados Unidos. Con el fin de tener medidas conjuntas en contra de las naciones del Eje, se realizó en Río de Janeiro, en enero de 1942, la Tercera Reunión de Consulta de las Secretarías de Relaciones Exteriores de las Repúblicas Americanas. México fue representado por Ezequiel Padilla, titular de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Su participación fue un éxito diplomático (Huerta, 1994: 47).
Vicente Lombardo Toledano, presidente de la Confederación de Trabajadores de América Latina, declaró:
México aumenta su prestigio ante el pueblo brasileño. Se le toma como paradigma, como meta, como líder. En menos de tres años, Brasil, que sabía de nosotros por Pedro Vargas, Esperanza Iris y por la estatua de Cuauhtémoc, se convirtió en amigo de México (Huerta, 1994: 49).
Alfonso Reyes fue embajador de México en Argentina [1927-1930 / 1936-1937] y en Brasil [1930-1936]. En 1939, fue nombrado presidente de la Casa de España en México, hoy El Colegio de México. Junto a José Vasconcelos, es figura de importancia histórica para entender y explicar el proyecto cultural-educativo mexicano del siglo XX (Castillo, 1992: 33).
Al brindarle un lugar de importancia a la educación y a la cultura en el combate a la pobreza, estudiar lo hecho por Vasconcelos y Reyes, es absolutamente necesario e inevitable
En 1926 tuvo lugar la exposición comercial de México en Buenos Aires, al igual que la exhibición de la película, Revista México en Argentina. Se materializó la distribución en Argentina, de La cuestión Mexicoamericana, durante el gobierno de Álvaro Obregón. Entre 1927-1930, siendo Alfonso Reyes, Embajador de México en Argentina, La Flor Azteca, obra de teatro producida por María Gabucio Muñoz, se puso en escena en el Teatro Sarmiento. En esa misma época, ocurrió la repatriación de los artistas de la compañía de María Teresa Montoya a México (Castillo, 1992: 94).
En 1929 aconteció el viaje del ingeniero José Rosado a la Argentina, con el propósito de negociar el henequén de Yucatán. El Embajador de México en Argentina, exhibió con fines propagandísticos, películas mexicanas en Argentina. En el mismo año, Pascual Ortiz Rubio asumió como Embajador de México en Brasil. Dos años antes, en 1927, hubo una exhibición de piezas arqueológicas en el Museo Etnográfico de Argentina y la difusión de la pintura mexicana en Sudamérica (Castillo, 1992: 102).
En 1930, siendo Embajador Alfonso Reyes, se celebró la independencia de México en Buenos Aires. También se presentó la Compañía de Teatro Mexicano de María Teresa Montoya, amén de la exhibición de películas y cuadros bailables (Castillo, 1992: 107). En 1929 la Compañía de Teatro de las Hermanas Arozamena, dirigida por Juan S. Garrido [chileno], disfrutó de un éxito rotundo en la tierra de Messi y Borges. Conferencias sobre cultura mexicana, impartidas por Roberto Téllez Girón, sucedieron. Hubo una importante exposición de pintura mexicana en La Plata; sin omitir el intercambio académico entre México y Argentina (Castillo, 1992: 111).
De agosto a diciembre de 1941, Manuel M. Ponce hizo una gira artística por Montevideo, Buenos Aires y Santiago de Chile. Presentó tres conferencias sobre música mexicana y cuatro conciertos de obras orquestales. Tenía 59 años (Barrón, 2014: 220).
Polacos en León
Para ir cerrando este ejercicio intelectual revisionista, hablaré sobre la presencia de una colonia de polacos en León, Guanajuato, durante la Segunda Guerra Mundial. El propósito es evidenciar la importancia de la educación y de la cultura en el combate a la pobreza. Marc Bloch, historiador francés fundador de la Escuela de los Annales, junto a Lucien Febvre, aseveró que la historia “es un esfuerzo por conocer mejor; por lo tanto, una cosa en movimiento” (Bloch, 2021: 17).
Introducción a la historia de Bloch, fue publicado en 1941, es decir, en plena guerra mundial. El hecho nos demuestra que discusiones que pensamos nuevas, no lo son tanto. Existen, en realidad, problemas permanentes que tienen que ver con las ciencias del espíritu.
El combate a la pobreza debemos también ejecutarlo desde lo intangible, desde la formación en valores, desde la promoción del pensamiento crítico. Está bien que traigamos empresas, pero sigamos invirtiendo en mayor cobertura educativa, en conciertos públicos y en presentación de obras teatrales.
En el marco de la Segunda Guerra Mundial, ocurrió una historia en León, Guanajuato que, además de bella, reafirma la importancia de la educación y de la cultura en el combate a la pobreza. Los periódicos de la época brindan testimonio
Durante la visita a México del entonces primer ministro de Polonia, el general Wladyslaw Sikorski, en diciembre de 1942, se firmó un acuerdo entre los gobiernos de Polonia y de México, en virtud del cual, México ofreció asilo a miles de refugiados polacos durante el transcurso de la guerra. Este concorde fue garantizado por otro firmado por los gobiernos de Polonia y de los Estados Unidos, quien otorgó al de Polonia un crédito para el sostenimiento de los refugiados polacos en México (SRE, 1945).
Como sitio para el primer campo de los refugiados polacos en México fue escogida la antigua Hacienda de Santa Rosa en las cercanías de la ciudad de León, en el Estado de Guanajuato, “la más céntrica de las entidades mexicanas” (SRE, 1945). El sitio fue seleccionado por una comisión mixta compuesta por los representantes de la Secretaría de Gobernación, Ernesto Corona Ruesga, de la Legación de Polonia, Wiesiolowski, de la Embajada de los Estados Unidos de Norteamérica, Sydney O Donoghue y de la Embajada Británica, coronel Norman Wright (SRE, 1945).
Uno de los más conmovedores recuerdos que los polacos van a llevarse de México, será el de la bienvenida de que fueron objetos, preparada por la ciudad de León. Sus habitantes, encabezados por el entonces presidente Municipal, Guillermo Vera, salieron en multitud a la estación para recibir con flores a los refugiados (SRE, 1945).
El acuerdo entre los gobiernos de México y Polonia, por virtud del cual, el primero ofreció asilo a los refugiados polacos en guerra, estipuló que los refugiados no tendrían derecho a trabajar en México y que estaban obligados a vivir en un lugar, previamente indicado para ello. Por supuesto, la educación y la cultura ocuparon un lugar central en la vida cotidiana de todos los polacos que vivieron en León.
Durante su visita a Santa Rosa, Miguel Alemán tomó la decisión de autorizar a los refugiados para instalarse y trabajar fuera de la colonia, con la premisa de tramitar permisos individuales en la Secretaría de Gobernación (SRE, 1945).
El secretario de Gobernación garantizó, además, que las autoridades mexicanas otorgaran visas a los soldados polacos cuyos familiares habitaban en la Colonia Santa Rosa y que deseaban reunirse con ellos para radicar en México. El 17 de septiembre de 1946, Manuel Ávila Camacho [presidente de México], Gustavo Baz [secretario de Salubridad y Asistencia Pública], Jaime Torres Bodet [secretario de Educación Pública], Marte R. Gómez [secretario de Agricultura y Fomento], Aguilar y Maya [Procurador General de la Nación], Ernesto Hidalgo [Gobernador del Estado de Guanajuato] y Gustavo Salinas Leal [comandante de la Zona Militar en Irapuato] visitaron la Colonia Santa Rosa, en donde fueron recibidos por Bohdan Szmejko, el administrador (SRE, 1945).
En el curso del mes de agosto de 1943, el primer grupo de los refugiados polacos que se alojó en la Escuela Granja fue transportado a la Colonia Santa Rosa de León, Guanajuato, México. El 2 de noviembre del mismo año, llegó el segundo grupo guiado por Rattinger. Este colectivo fue integrado por 726 personas, entre ellos un grupo de 264 niños, incluidos 87 huérfanos (SRE, 1945).
Muchas pruebas de comprensión y cariño recibieron los habitantes polacos de la Colonia Santa Rosa, durante sus dos años y medio de existencia por parte de las autoridades de México, así como del pueblo mexicano
Los exiliados polacos, arrancados de sus hogares por la fuerza de los invasores alemanes, pasaron por grandes sufrimientos. Muchos de ellos amargados por sus experiencias, ya habían perdido toda esperanza de regreso a su patria, cuando en 1941 les fue abierto un camino de salvación.
Después de la invasión de Rusia Soviética por los alemanes, el Gobierno de Polonia, desterrado en Londres, firmó un pacto con el de Rusia, por virtud del cual, los polacos fueron puestos en libertad. Irán, India y las colonias británicas de África Oriental, abrieron sus puertas a los infortunados exiliados. En el continente americano, México, “el país siempre fiel a su secular tradición de hospitalidad hacia los desterrados, gente despojada de su patria por la fuerza, ha ofrecido su asilo a los refugiados polacos” (SRE, 1945).
Nunca podrán olvidar los refugiados, la caballerosidad de los trabajadores de la Compañía Pullman Mexicana que, advertidos de la llegada del segundo grupo, suspendieron su huelga para facilitarles cómodos medios de viaje, desde la frontera hasta la ciudad de León, Guanajuato. Al llegar a León, numerosos representantes de la sociedad leonesa, encabezados por el presidente Municipal, acudieron a la Estación de los Ferrocarriles, para dar la bienvenida a sus huéspedes (SRE, 1945).
Polacos y mexicanos fraternizaron en el trabajo del campo. Hijos de ejidatarios aprendieron palabras en polaco. El presidente Municipal de León visitó la Colonia de Santa Rosa, con frecuencia, demostrando interés en el desarrollo de esta.
La colonia polaca tomó parte en la celebración de fiestas nacionales y eventos sociales. Se sumó al grupo de bailes y coros organizados por la Cruz Roja de Irapuato. Los exploradores polacos visitaron la capital de México, también las minas de Guanajuato. El doctor Salomón de la Selva, redactor de la revista Hoy, fue amigo y benefactor de los polacos afincados en Santa Rosa de León (SRE, 1945).
Los miembros del alto clero católico mexicano honraron a la Colonia de Santa Rosa. Emeterio Valverde y Téllez, obispo de la Diócesis de León, distinguió a la Colonia en dos ocasiones con su presencia. Por sugerencia de Lázaro Cárdenas, el Gobernador de Guanajuato, Ernesto Hidalgo, mostró interés en su desarrollo, quien construyó una carretera que unió a la Colonia Santa Rosa con León (SRE, 1945).
En febrero de 1944, el general Lázaro Cárdenas, tiempo en el que se desempeñó como secretario de la Defensa Nacional, visitó la Colonia Santa Rosa. Durante su recorrido consagró su tiempo al hospital, al instituto para niños, a la escuela primaria y a los talleres de enseñanza prevocacional. Fue hecha una visita de inspección al campo, el 10 de febrero de 1945, por Miguel Alemán, entonces secretario de Gobernación (SRE, 1945).
Revisar la historia siempre es importante para conocer lo que se ha hecho en otros tiempos. Los problemas sociales, sustancialmente, son los mismos; lo que cambia es la manera de afrontarlos y solucionarlos
Siempre hay que considerar a la memoria como una posibilidad en tiempo presente. La historia es siempre tiempo presente. La historia debe servirnos para solucionar problemas del tiempo presente.
Conclusión
Los ejemplos históricos desarrollados en este manuscrito se incorporaron para demostrar que, desde el siglo XIX, diferentes gobiernos mexicanos, han echado mano de la educación y de la cultura para combatir a la pobreza. Considero que las administraciones actuales deben siempre regresar a los clásicos, a las bases. Se trata de constancia, de perseverancia. La educación siempre será una buena inversión. La cultura y la educación cada año deben gozar de presupuesto amplio.
Mi planteamiento es que, el combate a la pobreza debe iniciarse desde el lenguaje, desde las palabras y los conceptos, es decir, desde la semántica histórica. No es tema menor mi cuestionamiento. ¿Qué entienden los políticos mexicanos por pobreza?
El lenguaje es el primer pantano que debemos cruzar como sociedad. Necesitamos ponernos de acuerdo en y desde el lenguaje. Es necesario lograr un consenso lingüístico para que, al momento de legislar, todas las aristas sociales de nuestra época sean consideradas. Hay pobreza material, pero también intelectual y espiritual. De seguir pensando que la pobreza se agota en lo material, estamos perdidos. ¡Nunca lograremos reducirla considerablemente!
Necesitamos cambiar nuestra idea de la pobreza para poder combatirla desde lo legislativo, y después, ejecutar una sumatoria de medidas. Por eso existen tres poderes. Cada uno debe de hacer lo que le corresponde. Lo cierto es que, todo parte del lenguaje. Es momento de que, los legisladores mexicanos se tomen en serio a las humanidades.
Fuentes consultadas
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- Ilustración: Rufino Tamayo