Te lo ruego.

Devórame.

Defórmame hasta la fealdad.

(Hiroshima, mon amour)

En 1956, el director francés Alan Resnais filmó Noche y niebla, uno de los mejores documentales realizados sobre las atrocidades cometidas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial y que hoy conocemos como el holocausto judío. Para 1959, Resnais se embarcaría en una empresa cinematográfica sobre otro de los grandes horrores de la guerra: la bomba atómica que Estados Unidos dejó caer la mañana del 6 de agosto de 1945 sobre la ciudad de Hiroshima.

Se cuenta que Resnais no deseaba repetir el ejercicio documental de Noche y niebla y decidió mejor filmar una historia de amor entre una actriz francesa que actúa en una película antibélica y un arquitecto japonés. La obra de Resnais tiene como escenario la histórica ciudad y aborda a través de ese idilio, la memoria, el olvido y los estragos de la guerra y su vertiente armamentista.

Nació así Hiroshima, mon amour, una de las grandes obras maestras de la historia del cine y la Nueva Ola francesa.

Filmada en blanco y negro, la película de Resnais si bien evoca los horrores de la explosión atómica y la necesidad de la memoria como arma contra el olvido, el cineasta francés logra trasladar la poesía a la imagen para confeccionar uno de los filmes más hermosos jamás realizado en torno a la dureza que representa el flagelo de los conflictos bélicos enmarcado dentro una historia de dos amantes atormentados.

Si a la poesía visual se une el texto guionado de la escritora Marguerite Duras, el resultado de Hiroshima, mon amour es una representación onírica sobre el amor, el dolor de la memoria personal y colectiva

Y la necesidad del olvido dentro de un drama personal, la necesidad de no renunciar a los recuerdos cuando estos rescatan la esperanza para no repetir escenarios de muerte masificada

La actriz francesa protagonizada por una excepcional Emmanuelle Riva y el arquitecto japonés representado por un no menos extraordinario Eiji Okada, nos introducen en un fugaz pero intenso idilio de la posguerra entre ambos personajes en donde ella recuerda un amor imposible que vivió en Nevers, Francia y él recuerda cómo la guerra le arrebató a su familia mientras él luchaba en el frente.

Atados por el amor y la pasión instantánea que les provocó un mero encuentro casual y que deriva en un romance efímero mientras ella espera volver a París en unas cuantas horas  más, Hiroshima, mon amour se convierte en un ejercicio de catarsis para los amantes porque ambos saben que la unión plena entre ellos no será posible en tanto las razones geográficas, anímicas y de perspectivas de vida jamás empatarán para sólo quedarles “el placer y las fiestas livianas del alcohol y las calles vacías de la medianoche” (Julio Cortázar dixit).

Considerada en su momento como una novedad narrativa pocas veces vista, la obra maestra de Alan Resnais se vale de continuos flashbacks que llevan a la mujer a revivir el tormento de su amante muerto en Nevers

Las evocaciones amorosas de ella son casi el retrato de una tragedia griega que encuentran en el arquitecto la escucha perfecta y la comprensión plena ante el dolor de un amor que no pudo ser y que supondrá la consciencia de otra frustración cuando ella regrese a París y él se quede en Hiroshima para intentar olvidar la travesía de un placer fugaz que obliga, sin embargo, a redefinir la propia existencia y el concepto de la pasión.

Alan Resnais se desmarca entonces, como él lo deseaba, del extraordinario documentalismo de Noche y niebla para simbolizar las atrocidades bélicas a partir del sufrimiento particular de sus personajes en Hiroshima no sin dejar claro que, dentro de la tristeza de los dos amantes, sobrevuela la bomba atómica que tres días después se repetiría en la ciudad de Nagasaki para dejar la horrenda y fría cifra de casi 200 mil muertos.

No es casual que, al principio de la película, Resnais hace una deslumbrante alegoría de la devastación nuclear cuando vemos a la actriz y al arquitecto fundidos en una intensa unión de cuerpos bañados por una especie de ceniza que deriva después en un sudor compartido para luego, observarlos en una cama de hotel en donde ella le cuenta lo que ha visto en Hiroshima al mismo tiempo que alterna con impactantes imágenes los estragos físicos que la explosión dejó en los cuerpos de las víctimas japonesas.

Hirsoshima, mon amour conjuga en su historia la devastación nuclear con el subtexto de un amor fallido o dicho amor tiene como subtexto las heridas que la guerra deja en la memoria del ser humano

Seguro Resnais no aceptaría tal interpretación de un posible metarrelato, pero es imposible no conceder tal característica cuando imagen y texto se entrelazan para que no olvidemos el concepto de la muerte ni el simbolismo que dos amantes representan cuando continuamente hablan de memoria, olvido y dolor.

En la película de Resnais, ninguno de los protagonistas se habla por su nombre, pero una vez más aluden al dolor del ayer y del sufrimiento cuando ella, ya próxima a regresar a París le dice que él se llama Hiroshima, y él, le llama Nevers, los dos espacios geográficos que rememoran los días más aciagos de la guerra, los dos nombres con los que se recordarán, los dos nombres con los que evitarán el olvido… Quizá.

Entre el amor y la guerra

Ella. – Oye… Igual que tú, yo conozco el olvido.

Él. – No, tú no conoces el olvido.

Ella. – Igual que tú, estoy dotada de memoria. Y conozco el olvido.

Él. – No, tú no estás dotada de memoria.

Ella. – Como tú, también yo intenté luchar con todas mis fuerzas contra el olvido. Y he olvidado, como tú. Como tú, deseé tener una memoria inconsolable, una memoria de sombras y de piedra. Luché por mi cuenta, con todas mis fuerzas, cada día, contra el horror de no comprender ya en absoluto el porqué de recordar. Y como tú, he olvidado.

  • Fotograma: Hiroshima, mon amour