En un momento narrativo, anterior al presente, hablé, desde la semántica histórica, sobre el uso de banderas en la toma del Capitolio estadounidense, a principios del 2021. Retomaré el planteamiento, pero desde la bandera blanca de San Ignacio.

La bandera blanca significa la paz en la religión dejada por Jesucristo: fue importante en el imaginario visual de la Independencia mexicana. Señal de San Ignacio de Loyola para lograr “un reino de Dios”.

La bandera blanca se vinculó con la defensa de la Nueva España, a partir de la expulsión de los jesuitas en 1767 (Terán, Martha, La bandera blanca de San Ignacio de Loyola en la guerra por la independencia mexicana, en Constitución, poder y representación, Silke Hensel, coordinadora, Vervuert, Ciudad de México, 2011, p.342).

Las banderas blancas difunden el mensaje de San Ignacio de Loyola y sus ejercicios espirituales

Las banderas blancas se pasaron al frente de los contingentes que se levantaron contra los españoles, el 16 de septiembre de 1810: era una guerra santa. Ese día por la mañana, había personas realizando ejercicios espirituales -los oratorianos les llamaban “tandas”- en el Santuario de Atotonilco. Las villas de la parroquia de Guanajuato eran territorio de ejercitantes [el oratorio de San Felipe Neri tenía casa en San Miguel el Grande]. “En Atotonilco, Hidalgo y sus huestes, resimbolizaron a la bandera de San Ignacio con la Virgen de Guadalupe” (Terán, Martha, p.361).

El viernes 28 de septiembre que Hidalgo y sus 22,000 hombres tomaron Guanajuato, se divisaba una asta larga con un lienzo de enrollar, en el que aparecían pintados sobre campo blanco las imágenes de nuestra señora de Guadalupe y San Miguel Arcángel; y al pie de ellos se leía: ¡Viva la América septentrional y la religión católica! El grito continuo era el de ¡Viva nuestra señora de Guadalupe y mueran los gachupines!” (Terán, p. 363).

San Miguel Arcángel es el patrono de la provincia de Guanajuato.

Para los seguidores de San Ignacio de Loyola, el Arcángel San Miguel y las banderas blancas, guardaban relación con el simbolismo de los ejercicios espirituales: el sexto, ‘de las banderas blancas’, explica con las telas blanca y roja, la opción del bien sobre la maldad” (Terán, p.364).

Fue el de San Miguel, un cuadro muy conocido del siglo XVIII. En éste lleva una bandera blanca, con la Virgen de Guadalupe pintada en el centro de la bandera. Por cierto, se exhibe en el Museo de la Basílica de Guadalupe, en la Ciudad de México.

La muchedumbre que acompañó a Miguel Hidalgo en la toma de Guanajuato, se identificaba con la Virgen de Guadalupe y con San Miguel Arcángel: portaban las enseñanzas de los jesuitas en las banderas blancas.

La Guerra de Independencia mexicana está cargada de simbolismo, la cuestión es saber leer los intersticios

Primero, San Ignacio animó a los novohispanos a alistarse bajo la bandera de Jesús contra los franceses que ocuparon España, en 1808. Durante la Guerra Cristera, 120 años después, una bandera blanca, conservada en la casa de la Compañía de Jesús en la CDMX, brinda continuidad histórica.

Para profundizar en el asunto, sugiero remitirse a Gonzalo Carrasco Espinosa y El triunfo de Cristo Rey; sin olvidar a San Ignacio de Loyola y la Meditación de las dos banderas (Terán, Martha, p.343). No olvidemos el sexto ejercicio espiritual ignaciano o “de las dos banderas”.

Los jesuitas fueron expulsados de la Nueva España en 1767 y volvieron en 1816, por órdenes del Papa Pío VII y del Rey Fernando VII. El fondo de la decisión fue política: la Corona española y la Santa Iglesia de Roma, querían que los jesuitas comunicaran obediencia a los rebeldes mexicanos. Durante la ausencia de los jesuitas, los oratorianos o padres filipenses [San Felipe Neri] mantuvieron vigentes los ejercicios espirituales jesuitas en la Nueva España (Terán, Martha, p.360).

Las banderas ignacianas con las hondas pintadas en blanco fueron la contribución de los indios a la construcción simbólica de la independencia mexicana en el XIX.

En 1812, Morelos se dejó retratar en Oaxaca. Del ejercicio artístico nació el cuadro de Morelos, mismo que se encuentra en el Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec. En el mismo, figura todo el simbolismo jesuita. El cuadro fue hecho por manos indígenas oaxaqueños. Aparecen alusiones, incluso, a la Virgen de la Soledad, patrona de Oaxaca y de la ciudad de Irapuato, Guanajuato (Terán, p.366).