No quería escribir bien, lo que quería era estrechar manos —repitió.

Cuando el mundo escuchó por fin a “Susan Sontag” (a su icon), y luego a Susan Sontag, comenzó la Operación Toca Puertas. Desde ese momento, del otro lado de la madera se empezaron a escuchar a una serie de poetas que, antes de escribir sobre el móvil que les conducía al complejo acto “del tocar”, se detuvieron a reflexionar sobre el medio rítmico de ese gesto:

He aquí las siete formas de tocar la puerta, abrirla y estrechar la(s) mano(s):

Todavía me duelen las manos que me faltan (Olga Orozco):

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Tu mano metálica / endurece la prisa de mi mano / y conduce la pluma / que traza en el papel su litoral (Xavier Villaurrutia):

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Los sordos escuchan manos: un alfabeto de uñas y falanges. Los veintisiete huesos de las manos son veintisiete letras del tejido óseo (Christian Peña):

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No puedo saber / cuánto hilo le faltan a mis manos / para terminar esta tela (Jorge Fernández Granados):

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A veces, para tocar el pasado basta con estirar la mano (Isabel Zapata):

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Ayer tu padre me enseño a abrir un hueco en la palma de mi mano. Caminamos juntas hasta la boca del túnel y escuchamos el agua correr en la oscuridad: me tapo el sol con una mano (Elisa Díaz Castelo):

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Mi fe es fuerte, ciega y sin ningún fundamento

Creo en la rapidez del hombre,

la precisión de sus movimientos,

su libre albedrío no reprimido

Creo en la mano detenida

Para mí estas palabras se remontan por encima de las reglas

(Wislawa Szymborska):

  • Ilustración: María Paula Hinojosa