Cuando un personaje de la literatura se vuelve mítico y universal, llevarlo a la gran pantalla parece engendrar retos narrativos difíciles de plasmar para no traicionar la esencia que un escritor o escritora anidó en dicho personaje.

Pero, cuando al paso de los muchos años las adaptaciones se multiplican, vienen las consabidas preguntas sobre qué más se puede decir de un mito literario, qué capas de su personalidad no han sido contadas y qué nuevas líneas de interpretación se le pueden sacar para resucitarlo y una vez más revelarlo al séptimo arte.

Sin duda, dentro del terror gótico encontramos a dos personajes emblemáticos originalmente nacidos de las letras: Frankenstein y Drácula, dos monstruos legendarios llevados a la pantalla en más de una ocasión en donde el imaginario cinéfilo reconoce en ellos la semilla de la naturaleza humana y todas sus sombras.

Del primero nos ocuparemos en esta entrega de la Road Movie porque el extraordinario director mexicano, Guillermo del Toro, ha hecho una nueva reinterpretación del mito creado por Mary Shelly y logra a partir de él una original forma de imaginar a la criatura engendrada por Victor Frankenstein.

Antes de Guillermo del Toro, hay dos adaptaciones que vale la pena recordar. En 1931, James Whale llevó por primera vez al gran público la novela de Mary Shelley y al paso de las décadas, el monstruo interpretado por Boris Karloff se convirtió en el ícono más conocido por los espectadores, un ser de movimientos torpes y de gran cabeza plana, con una fea cicatriz en la frente y sendos tornillos en su cuello.

Años después, la obra de Shelley, ya muy libremente interpretada, tuvo algunas secuelas como La novia de Frankenstein (1935), El hijo de Frankenstein (1939) o Frankenstein conoce al hombre lobo (1943), sagas muy propias de la industria hollywoodense que encontró en las letras de Shelley una auténtica mina de oro, aunque en ella, la versión de la autora se haya diluido en la desbordada imaginación de los productores, guionistas y directores de la época.

Cerca ya del final del siglo XX, Kenneth Branagh dirigió en 1994 una nueva versión injustamente infravalorada por la crítica, pero a mi parecer es una gran adaptación que respeta de manera muy puntual con una poderosa narración la novela de Mary Shelly. En la cinta del director británico, la malograda criatura es interpretada de manera superlativa por Robert de Niro quien caracteriza a un monstruo más humano en su aspecto físico e incluso en su personalidad ávida de afecto y comprensión.

Es así como en este 2025, del Toro se atreve a resucitar al monstruo y a su creador y gira la historia para conocer a una criatura más poderosa físicamente, ensamblada a partir de las profundas ansias científicas por vencer a la muerte del Doctor Frankenstein (Oscar Isaac)

Del Toro introduce en la historia una extraña vuelta de tuerca porque entre Elizabeth, interpretada por Mia Goth, (la novia de William, hermano de Victor) y el monstruo existe una fascinación mutua no de carácter erótico, sí una identificación de dos seres insatisfechos con lo que son y su relación con el mundo que los rodea.

Victor, igualmente embriagado de soberbia y poder científico como en las cintas predecesoras, entiende el dolor y la inmutabilidad de la muerte a partir del fallecimiento de su madre y ese hecho traumático lo llevará a considerarse el dios dador de vida y sus tiempos para generarla.

El científico ignora las consecuencias y la analogía que hace del Mito de Prometeo quien roba a Zeus el fuego para entregárselo a los hombres, acto por el que es castigado de manera eterna porque el ser humano que sabe demasiado estará destinado a condenar a los mortales y esa es la sentencia final del afamado doctor, ver en su creación el pecado por el que conocerá el infierno y el remordimiento, culpa aderezada por asumir incluso que la criatura es el hijo rechazado por el padre.

Por su parte, Jacob Elordi es el actor que toma el lugar de Boris Karloff y Robert de Niro en la interpretación de la criatura y vemos en él una lograda personificación de la creación de Victor, un ser que resuma humanidad y ansias por ser querido y no sentirse el desecho de cadáveres que representa y que lo hacen percibirse como un donnadie, un ser rechazado porque no tiene una historia personal que lo acredite como lo que pretende, un hombre con derecho al amor, a una familia, a una identificación con el mundo al que fue llamado.

Elordi saca provecho a sus casi dos metros de altura real para darle a la creación del Doctor Frankenstein una figura imponente, pero en sus dimensiones físicas, comunica angustia e indefensión porque empieza a reconocerse también como un hijo deseado en primera instancia y después denostado cruelmente por la figura paterna que lo creó y por un mundo que no entiende al distinto, más si esa figura es repulsiva por sus deformidades corporales.

Pero al final de cuentas el mito de Frankenstein nunca ha dejado de lado la pregunta que nos hacemos al conocer la historia de la criatura y el entorno que la rodea: ¿quién es el monstruo? Dentro de nuestro imaginario colectivo siempre hemos asumido que la bestia es un ser maligno creado por el Doctor Frankenstein, pero a lo largo de la historia de la humanidad, hemos comprobado una y otra vez que no siempre el progreso científico es igual a progreso moral y la obra de Mary Shelly es ante todo una lección de ética pura y un indicativo de la soberbia y degradación del hombre y no necesariamente una historia de terror sobrenatural.

Guillermo del Toro cuenta que desde su niñez soñaba con llevar al cine la novela de Shelly, tenía once años cuando leyó Frankenstein y fue entonces que se propuso para un futuro lejano la cristalización de ese deseo

Medio siglo después, del Toro logra llevar a la pantalla su propia reinterpretación del monstruo y nadie mejor que él para imaginar a las criaturas que se salen de la normalidad de aquello que consideramos natural.

Del Toro disecciona criaturas discordantes y fuera de foco de la forma humana y para ello nos ha regalado seres distantes del convencionalismo social en obras como El laberinto del fauno (2006), La forma del agua (2017), Pinocho (2017), la saga de Hellboy (2004 y 2008) y ahora Frankenstein (2025).

El director mexicano consuma así el sueño largamente anhelado de dialogar con Mary Shelly y mostrar que las capas del sufrido engendro aún siguen vigentes y seguramente no será la última vez que lo veamos en el cine.

¿Karloff, De Niro o Elordi?

Entre la adaptación de James Whale (1931) y la de Guillermo del Toro (2025), han pasado 94 años y en medio de ellos, Kenneth Branagh (1994) propuso su propia idea del monstruo de Mary Shelly. Boris Karloff, Robert De Niro y Jacob Elordi han puesto su esencia interpretativa a la criatura del Doctor Frankenstein, pero ¿cuál de ellos ha representado mejor al atormentado ser producto de la mezcla de cadáveres humanos?

Para quien esto escribe, los orígenes siempre merecen un lugar de honor por lo que logran conseguir al paso de los años y en función de ello, me quedo con la personificación hecha por Boris Karloff, tanto, que un enorme cuadro con su fotografía adorna las paredes de mi estudio. Esa cabeza plana, esa cicatriz en su frente y esos tornillos en su cuello son la representación perfecta del entramado y ensamblaje existencial del ser humano. No hay duda.

  • Fotograma: Frankenstein (Guillermo del Toro)