Fue la mano de Dios (2021)es la más reciente obra cinematográfica del director italiano Paolo Sorrentino, y decir que con ella el cineasta ha dialogado con su compatriota Federico Fellini, son palabras mayores, muy mayores.

Sorrentino ha creado con su nuevo film, un universo de referencias autobiográficas que lindan con una hermosa poesía audiovisual y nostálgica tal como hace casi 50 años Fellini lo hizo con su Amarcord (1973).

En Amarcord, el clásico director italiano gestó una de sus obras maestras en donde rememora su infancia en una Italia postrada ante el fascismo de Benito Mussolini. Fellini estampa su memoria en situaciones que retratan la vida cotidiana en un pueblo del norte de Italia plagado de referencias a su niñez, al despertar sexual de la adolescencia, a mujeres y hombres singulares e instituciones como la iglesia, la escuela y el gobierno del Duce que topan con personajes de una conmovedora presencia que van del ridículo a lo entrañable, de lo grotesco a lo sublime, de lo divertido a lo doloroso.

La memoria pues como un manifiesto de imaginación y viñetas del recuerdo, de un Fellini sincero y dominado por el pasado de su infancia.

Y si hablamos de Sorrentino y su mano de Dios, podríamos replicar con las mismas expresiones fellinescas, la que hasta el momento podemos afirmar, es su mejor obra

Cinta manufacturada de manera artesanal, plena hasta el detalle del laberinto que representa la memoria, admite toques de imaginación y fantasía para rellenar los huecos que los recuerdos han provocado en aras de iluminar con colores una especie de pintura surrealista.

Sorrentino amarcord, recuerda, rememora, imagina y cubre sus propias andanzas juveniles para contarnos la historia de Fabietto Schisa (impecable Filippo Scotti), un adolescente de Nápoles en la década de los 80 del siglo pasado, enamorado del cine y quien, a partir de una tragedia familiar, ve comprometido su horizonte existencial, atestigua el tambaleo de sus aspiraciones de cineasta y asume un cúmulo de dudas respecto a su futuro obnubilado.

Ese futuro de Fabietto que, hasta antes de su drama particular, era un mundo edulcorado y fascinante en donde todo se reducía al deseo de que el mejor futbolista del planeta, Diego Armando Maradona, fichara para el modesto Nápoli del calcio italiano.

Son los años 80, se juega el Mundial de México 86 y Maradona noquea a los ingleses en el Estadio Azteca: el argentino mete el primer gol de aquel mítico partido, pero lo hace con la mano batiendo al arquero de la selección inglesa, Peter Shilton.

En declaraciones posteriores al encuentro, el astro sudamericano diría que esa anotación fue obra de la mano de Dios. Minutos después de aquel gol ilegítimo, Maradona marcaría un segundo tanto cuando desde la media cancha y driblando a cuanto jugador inglés se le pusiera enfrente, el argentino sellaría un gol extraterrestre, una fantasía futbolística que llevó al cronista uruguayo, Víctor Hugo Morales, a narrar, preguntarse y clamar a llanto abierto su famosa arenga que celebraba el llamado gol del siglo:

Quiero llorar… Maradona, es para llorar perdónenme… Barrilete cósmico, de qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés. Para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina… Diego Armando Maradona. Gracias, Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina dos, Inglaterra cero”.

Fue la mano de Dios es un homenaje a Maradona, el eterno futbolista que hizo grande al Nápoles de Sorrentino, una celebración del fútbol como fenómeno social y ecualizador de las emociones más profundas que el tifosi napolitano nunca hubiera pensado experimentar

Es antológica una escena de la obra de Sorrentino en donde el abuelo de Fabietto, para justificar la trampa de Maradona, le dice al joven:

Ha vengado al gran pueblo argentino, oprimido por los innobles imperialistas en Las Malvinas. ¡Es un genio! Es un acto político. Una revolución. Los humilló, ¿entiendes? Los humilló”.

Así y entonces, Paolo Sorrentino se convierte en un experto creador de viñetas fellinescas. Dibuja su Nápoles natal y la cubre con un manto de nostalgia a través de personajes tan divertidos como tristes, patéticos y estrafalarios, decadentes y esperanzadores, asombrosos y lastimosos.

Ahí está la mano de Dios en la voluptuosa tía materna de Fabietto, en la decadente baronesa, en la gorda tía paterna y en el peculiar novio de la gorda que, a través de un altavoz colocado en su garganta, le es posible comunicar sus robóticos mensajes.

Cada cuadro es una pintura que la fotografía de Daria D´Antonio traduce en un perfecto álbum de estampas napolitanas. Fue la mano de Dios es una veneración a la península itálica, al Nápoli maradoniano, a esos años 80 idos y analógicos.

Y el cine. Sorrentino atrae a Fellini a través de Marchino, el hermano mayor de Fabietto. Marchino es un aspirante a actor que sueña trabajar al lado del mítico director. Fellini se hace distante de los sueños del hermano de Fabietto. Fellini como la encarnación del ejemplo del menor de los Schisa que quiere ser cineasta. Fellini más cercano a los ardores de Fabietto, ajeno total a los del pobre Marchino.

Paolo Sorrentino se da tiempo para deslizarnos también una oda al dolor, a la pérdida, al amor adolescente y sus deseos prohibidos, a la necesidad de decir adiós a todo y a todos

El cineasta italiano ha firmado sin duda, una obra de arte en este homenaje al cine, al fútbol, a Maradona y a Nápoles.

Ajeno a su acostumbrado estilismo en otras obras como La gran belleza (2013) o La juventud (2015), el director napolitano se ha decidido por fortuna a signar un ejercicio íntimo de la memoria más recóndita, ese espacio al que, cual rompecabezas de miles de piezas, es posible robarle posibilidades y plasmarlas en narrativas que desnudan una vida, una sociedad y un espacio geográfico que alude al infante que fuimos y pone en perspectiva el adulto en el que nos habremos de convertir.

Los premios a La mano de Dios

Ganadora del León de Plata-Gran Premio del Jurado en el Festival Internacional de Cine de Venecia y nominada a mejor película en diversos festivales, Fue la mano de Dios se levanta ahora como la gran favorita para hacerse del galardón a la mejor película internacional en la próxima entrega de los premios Oscar.

Ya Paolo Sorrentino se hizo acreedor a tal distinción oscarizada con La gran belleza y no hay duda, que nunca mejor que hoy, esa mano de Dios se deberá accionar nuevamente y sin trampas para gestionar tal premio a esta obra maestra que revela a un cineasta en camino de seguir los pasos de Don Federico Fellini y eso, son palabras mayores… Muy mayores.

  • Fotograma: La mano de Dios