Cuando un director o directora irrumpe con un golpe de indiscutible calidad en el mundo del cine y su debut le coloca los reflectores de la más alta expectativa sobre lo que narrará en su siguiente obra, tendrá lugar la infaltable sensación de que la reconfirmación o la decepción artística habrá de sobrevolar a dicho creador y le puede dictar su futuro cinematográfico.

Pero si después de un gran debut alejado del mainstream, dicho director o directora decide dar el salto a la industria de Hollywood, entonces puede quedarnos una sensación extraña de desencanto previo porque podemos asumir desde ya, que un artista ha cedido al canto de sirenas de los grandes presupuestos.

La directora coreana, Celine Song, cabe de manera perfecta en esta reflexión porque después de Vidas pasadas (2023), su maravillosa obra debut, ha decidido incursionar en la meca del cine estadounidense con Amores materialistas (2025), una comedia romántica que dicen algunos, ha reinventado el género, pero sin embargo, la cinta deja un sabor agridulce o ambivalente, un sentimiento que nos lleva a preguntarnos si Song volverá en algún momento a su artesanal narrativa de Vidas pasadas o quedará prendada del materialismo Made in Hollywood.

En su nueva película, Song nos propone la historia de Lucy (Dakota Johnson), una casamentera de Nueva York encargada de unir parejas que buscan a su media naranja siempre y cuando cumplan con ciertos requisitos físicos y financieros, y el amor, quizá venga por añadidura. En su misión de cupido, Lucy entabla una relación romántica con Harry (Pedro Pascal), un elegante millonario, pero añora a su exnovio John (Chris Evans), un actor fracasado devenido en un triste mesero.

La premisa de la directora coreana es notable porque plantea la necesidad de conceptualizar el amor moderno, lo que significan las relaciones humanas y cómo los vínculos se van reconfigurando según la época que toca vivir, es casi una expresión filosófica la que Celine Song plantea en su nueva obra porque pone sobre la mesa un tema de actualidad en un mundo cada vez más individualista y cada vez más ajeno a la necesidad de ejercer los afectos de manera larga y duradera.

Incluso, al ver y analizar los Amores materialistas de Song, uno no puede dejar de pensar también en el Amor líquido propuesto por el sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman en su ensayo del mismo nombre donde aborda la fragilidad de los vínculos humanos

Observamos a los protagonistas de Song y acudimos a Bauman cuando escribía:

« La gente joven dice ante algo que les gusta: “es muy cool”. Y el término es adecuado: los actos e interacciones de los seres humanos pueden tener muchas características, pero no deben ser cálidos y menos aún permanecer en estado de calidez o apasionamiento; las cosas están bien mientras se mantengan “cool”, y ser “cool” implica que uno está “OK” ».

Es interesante ver el patetismo de la gente que busca a Lucy para que les consiga la pareja perfecta y eso significa una persona con una cuenta bancaria robusta, una estatura prominente sobre todo si lo que se busca es un hombre, nada de gordas o gordos, de preferencia jóvenes porque si rondan los cuarenta años es casi como ofrecer a alguien que ya toca la vejez. Lo que se pretende es un prospecto de matrimonio cool, diría Bauman.

Song narra de manera peculiar como las agencias dedicadas a buscar la pareja ideal convierten al ser humano en una mercancía de aparador, el amor como producto y no como esencia de lo que nos vuelve humanos, se prefiere la apariencia antes que la cosa real, la copia antes que el original (Guy Debord dixit), las relaciones de pareja como un espectáculo a presumir y no como la construcción de un proyecto de vida edificante para pensar el amor como virtud y no como ficción.

¿Cuál es entonces el problema o los problemas del nuevo filme de la directora asiática?

Por extraño que les parezca a algunos espectadores, uno de sus equívocos son sus protagonistas Pedro Pascal, Dakota Johnson y Chris Evans porque al menos para el autor de esta columna, no puedo encontrar a Harry, a Lucy y a John en la historia, veo en todo momento a Pascal, a Johnson y a Evans interpretándose a sí mismos, incapaces de representar la compleja profundidad del leitmotiv que Song pretendía imprimir. Al final de cuentas, los tres son productos inequívocos del glamour y las alfombras rojas de Hollywood.

Celine Song cede ante el materialismo de la industria cinematográfica estadounidense porque desde el cartel de su película, vemos ya, en efecto, la promoción de una comedia romántica con actores y actrices de moda que vemos hasta el hartazgo en la pantalla grande, sobre todo el chileno Pedro Pascal a quien hoy, hasta en la sopa y en el caldo, encontramos una y otra vez

Sí, hay una especie de traición a la obra debut de Song en su segundo largometraje porque asaltar las marquesinas millonarias implica seguir ciertos tópicos de un género decadente como lo es la comedia romántica norteamericana: los personajes guapos y exitosos, los amores frustrados y los avatares de los amantes atribulados por la incertidumbre al mismo tiempo que previsible desenlace.

Si en Vidas pasadas la joven directora narraba también un triángulo amoroso, lo hacía desde una óptica original y superlativa que convertía su debut en una inteligente historia de ninguna manera previsible.

De ella y por aquellos días en que se estrenaba su ópera prima, escribía en este mismo espacio:

“Song firma su obra con… uno de los cerrojazos cinematográficos más tristes y conmovedores vistos en mucho tiempo. Vidas Pasadas no es sin embargo la historia del fracaso de nadie, es, sobre todo, la narración de un triángulo amoroso fuera de los estereotipos vistos en algunas cintas y que a cambio ofrece una visión adulta, solidaria y humana de quien entiende al otro y lo abraza para decirle que todo estará bien, que ese In-yun volverá para cambiar la nostalgia por una alegría bien ganada.

“¡Qué gran película es esta obra de la prometedora Celine Song! (Ruleta Rusa. 16 de febrero de 2024)”.

Lejos estamos de poder decir lo mismo de Amores materialistas que sin ser de ninguna manera un fiasco, sí deja esa sensación de que la directora coreana pudo darle un tratamiento más innovador a una historia que por sus líneas temáticas abordadas merecía más que un buen intento de reinventar un género.

La cinta se queda lastimosamente en un aceptable producto afectado por las mismas fórmulas y los mismos ingredientes cursis de casi cualquier película que aborde la comedia romántica

Y, sin embargo, seguiremos confiando en Song y estaremos atentos a su siguiente trabajo. Cómo no.

El cine por Palestina

Comenzó el pasado miércoles la edición 82 del Festival Internacional de Cine de Venecia -mejor conocido como La Mostra– y las celebridades no han dejado pasar la oportunidad para protestar por el genocidio que comete el Estado de Israel en contra de la población gazatí.

El movimiento V4P (Venecia por Palestina) está integrado por al menos mil 500 nombres del cine italiano entre quien podemos contar a personalidades como el director Mateo Garrone o Marco Bellocchio.

Dicho movimiento pide mediante una carta a la Mostra que haga una crítica oficial al genocidio que Israel comete en Gaza y solicita además se le retire la invitación a Gal Gadot y Gerard Butler por su apoyo al gobierno de Benjamin Netanyahu.

Por su parte, actores, actrices y cineastas españoles han creado la campaña Artistas por Palestina en donde por ejemplo el director Pedro Almodóvar, mediante un video, pide al gobierno español que “rompa relaciones diplomáticas, comerciales y de todo tipo con el Estado de Israel en repulsa por el genocidio que está llevando a cabo con el pueblo gazatí a los ojos del mundo entero”.

Así, el cine se une para generar conciencia del horror que ingenuamente se pensó no debería volver a ocurrir nunca más en la historia de la humanidad.

  • Fotograma: Amores materialistas