Francisco Mata Rosas ha sabido atrapar parte del alma mexicana. Heredero de la mirada de Manuel Álvarez Bravo, nos muestra momentos en que el mexicano estalla como un cohete en mitad de la noche.

Mata Rosas (Ciudad de México. 1958) ahonda en el sincretismo religioso y esa contradicción de asombros que es propia de la moderna Ciudad de México, la antigua Tenochtitlán que sigue latiendo en las piedras y en el corazón de sus habitantes. La sagrada México-Tenochtitlán es un engarce de lo antiquísimo y lo contemporáneo.

En su obra encontramos, como en un juego de lotería, la estampa perfecta que define la idiosincrasia del mexicano: un amante ritual de la vida y de la muerte.

*Ruleta Rusa te sugiere escuchar la poderosa música de Caifanes y leer para recordar también a nuestra ave fénix de la poesía Sor Juana Inés de la Cruz.

Procura desmentir los elogios

Éste que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;

éste en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido:

es un vano artificio del cuidado;
es una flor al viento delicada;
es un resguardo inútil para el hado;

es una necia diligencia errada;
es un afán caduco, y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.

Sor Juan Inés de la Cruz