Todas las buenas películas contienen desde su título la promesa de contarnos una excelente historia, y Miocardio (2024), la segunda cinta del director español José Manuel Carrasco, acierta desde el nombre.
El miocardio, según su definición elemental es una de las tres capas por las que está conformado el corazón y su función central es facilitar la recepción y el bombeo de la sangre a la circulación sistémica y pulmonar.
Carrasco hace una estupenda alegoría de las relaciones humanas con esa capa del corazón y sugiere que toda pareja debiera tener una especie de miocardio en su periplo amoroso, y de manera individual, cuidar ese órgano para que nuestra idea de persona no se dinamite cuando esa historia que se presumía imbatible termina por estallar.
La cinta de José Manuel Carrasco inicia en un set de televisión en donde un escritor de mediana edad es entrevistado, es Pablo (Luis Callejo), personaje central de la película quien, ya en su madurez, cuenta a la entrevistadora el leitmotiv de su nueva obra. Luego viene un flashback en donde vemos a un Pablo (Vito Sanz) joven, deprimido y bloqueado en su creatividad literaria después de haber sido calificado por la crítica como la nueva promesa de las letras españolas.
El joven escritor se despierta cierta mañana ante el sonido de su alarma y conforme avanza el día, suena su teléfono celular, del otro lado de la línea está Ana (Marina Salas), un viejo amor que terminó quince años atrás cuando ella decidió cortar la relación.
Ana se aparece en el departamento de Pablo y la cinta de Carrasco se arriesga al contarnos la historia de la expareja presentándonos hasta cuatro veces la misma secuencia: Ana visita a Pablo y en cada una de esas secuencias, ambos personajes hablan de su pasado, se reprochan, se comprenden, se sienten dolidos y frustrados, pero intentan cada vez abrazar el destino que les ha tocado vivir después de su separación.
El resultado, sin embargo y a pesar de la repetición de la misma secuencia, es formidable porque Sanz y Salas se baten en un duelo actoral y dialéctico sobre el que recae el peso de la cinta y permite al espectador sumirse en las sensaciones y pensamientos más recónditos de Ana y Pablo para poder comprender las circunstancias de los dos atribulados personajes
Con una puesta en escena eminentemente teatral, Miocardio incluye en su desarrollo ciertos toques de humor, pero si bien alguien pudiera catalogarla como una comedia romántica, nada estaría más alejado de la realidad porque al final de cuentas los personajes de Sanz y Salas son dos seres humanos con profundas heridas existenciales que necesitan canalizar la frustración de dos vidas truncadas en el plano personal y profesional: Ana ha fracasado como actriz y ha dinamitado un matrimonio y Pablo ha hecho lo mismo con una relación de pareja posterior a Ana y no ha podido volver a escribir luego del éxito de su primera novela.
Agobiados por sus respectivos fracasos buscan en el reencuentro no la reconciliación, sí las respuestas que clarifiquen su desequilibrio anímico y su perspectiva de futuro, y he ahí la gran virtud de Carrasco al crear el bucle narrativo de su historia, intercambia diálogos entre Pablo y Ana, se dicen lo mismo, pero en circunstancia distintas; se reprochan igual, pero a ambos les queda el saco de la desilusión; se reconocen insatisfechos y se ven al mismo tiempo en el espejo de sí mismos y del otro, se quieren con esas cenizas de cariño que deja el paso del tiempo, pero saben que necesitan reconfigurar su ser y estar en el mundo.
El cine nos ha regalado extraordinarias narraciones sobre el fracaso amoroso, en ellas debemos incluir desde ya el Miocardio de Carrasco al que no le ha faltado ese bombeo necesario de sangre para conformar una historia que si bien puede ser calificada como triste, también es conmovedora por la nostalgia que emana el personaje de un Pablo ya maduro, pero que aquilata la esperanza y las respuestas necesarias que la misma Ana le ha otorgado en un final melancólico, con su dosis perfecta de sorpresa para avivar más la llama de dos personas extraviadas en su propio laberinto existencial.
Miocardio nos habla también sobre las formas en que la memoria atrae el pasado y lo interpreta según la subjetividad de cada uno por esa necesidad imperiosa que tenemos de justificar las decisiones tomadas
Ana y Pablo ven el pasado e imaginan sus propias circunstancias de tal manera que les duela menos, por eso Carrasco los hace encontrarse una y otra vez, hace que una y otra vez Pablo se despierte ante el sonido de la alarma de su reloj, que Ana le llame por teléfono, que Ana toque a la puerta de su departamento y que se digan todo lo que necesitan decirse para poder aceptar el dolor, para imaginar cómo hubiera sido distinto, para saber si hay una segunda oportunidad no como pareja, sino como dos individualidades que necesitan urgentemente aceptar la vida en sus altas y bajas permanentes.
Miocardio es el espejo de lo que somos cuando jóvenes y cómo el amor se nos presenta en todo su esplendor, pero también es el reflejo para entender la existencia, la llegada de la madurez y sus puñetazos devastadores y cómo lidiamos con ellos sin morir en el intento diario de vivir, no de sobrevivir.
Al ver la nueva obra del director español, no podemos dejar de pensar en películas sobre el fracaso amoroso como Historia de un Matrimonio (Noah Baumbach. 2019), Escenas de un matrimonio (Ingmar Bergman. 1974), Blue Valentine (Derek Cianfrance. 2010) o la mexicana El diablo entre las piernas (Arturo Ripstein. 2019). Más o menos esperanzadoras, más o menos devastadoras, las películas citadas le hacen un lugar bien merecido a la obra de José Manuel Carrasco que saca de su chistera cinematográfica una pequeña joya del cine español.
Trilogía sobre el amor
Con esta entrega de Miocardio, la Road Movie concluye una trilogía (no planeada, no intencionada) de reseñas sobre el amor y sus desventuras que comenzó con Hiroshima, mon amour, de Alan Resnais, continuó con Amores materialistas, de Celine Song y cerró con esta pequeña joya del español José Manuel Carrasco.
Sirvan estas entregas para reflexionar sobre las relaciones humanas, los ardores del amor y sus fracasos y cómo nos podemos reinventar desde lo que creemos y a pesar de ello también. Ojalá nuestros lectores y lectoras, si no las han visto, puedan y quieran acercarse a ellas para pensar el afecto y el cariño desde ópticas diversas.
- Fotograma: Miocardio