El género por excelencia del cine norteamericano es el ‘western’, antes de que la cultura ‘pulp’ se desbordara de detectives, y llegasen magia y espadas. Había una vez….

 

 

‘Logan’ es  es el revolver que espera el momento preciso para desenfundar

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Previo a que las historietas se plagaran de personajes musculosos en spandex, la mitología estadounidense se construyó a base de historias del viejo oeste, de hombres rudos que defendían la tierra y sus familias bajo la ley del revolver.

Logan, la tercera entrega de la trilogía del personaje mas popular de X-MEN, cumple en todos los sentidos los requerimientos del género del western, cuyo elemento principal es la fantasía intima de todo oprimido de hacerse justicia por propia mano.

El Wolverine nunca pierde su esencia, es justiciero inspirado en los samuráis de Kurosawa, en donde las garras destellan cuál katana  para manifestarse o segar la vida de quienes lo amenazan; es el revolver que espera el momento preciso para desenfundar.

La primera vez que Wolverine apareció mediáticamente en México- fue en un serie animada: “El Hombre Araña y sus sorprendentes amigos” en donde los “nuevos” hombres X aparecían como personajes invitados; más tarde gracias a editoriales y la serie animada, se le conocería como Glotón o Guepardo. Mucho ha pasado desde entonces y sus fans en nuestro país, se cuentan por miles; sin embargo eso no evitó que llegará a las salas simplemente como Logan; y se le añade Wolverine.

El director James Mangold plantea una norteamérica decadente, en donde hasta el musculoso superhéroe de cómic termina conduciendo un UBER. Retrata Norteamérica oscura, profunda, árida y desolada. Es la roadmovie del viaje de Kerouac, el alcoholismo vagabundo de Bukowsky, que no puede tener mejor eco que la voz de un viejo Jonhy Cash, cuya película -basada en su vida- Walk the Line también fue dirigida por Mangold.

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Así nos adentramos en un futuro no muy lejano, con temas tan vigentes como la problemática fronteriza, el maíz transgénico, gobiernos corruptos y el tráfico de niños

Vemos como los mutantes lastimados y objeto de persecución son de todas las razas, mientras que sus captores, son blancos anglos-sajones; que si Mangold  hizo la elección de Boyd Holbrook para el papel de Donald Pierce –éste actor es protagónico en la serie Narcos-, para hacernos sentir que, en lugar de los temibles cyborgs conocidos como los Reavers, los que persiguen son miembros de un cartel. Y lo logra.

Es una historia de redención de un mítico personaje que nace en los setentas, crece en los violentos ochentas y goza de gran popularidad en los 90.

La popularidad de Wolverine se debió es que es esencia un personaje western, el mismo John Byrne lo dibujaba en sus primeras apariciones de civil con sombrero, botas vaqueras y un puro, dijo que se imaginaba a Clint Eastwood en las cintas del italiano Sergio Leone; y Hugh Jackman adoptó al personaje, lo interpretó con la misma dureza, cuenta que hace 20 años su esposa se oponía a que interpretará el personaje “¿Que vas a hacer en una cinta de super-héroes?”. Era muy  reciente el fracaso de Batman Forever, sin embargo Jackman  a pesar de las quejas de los fans por no medir  160 centímetros y pesar 140 kilos, con 188 centímetros y 95 kilos de músculos ha sido uno con su personaje por 17 años.

La primera entrega de los X-MEN, en el 2000 -donde debuta Jackman con el personaje- rompió el molde de una tradición de malas películas basadas en personajes de Marvel. Logan rompe otro molde, es la primera película de Marvel donde el hecho de proteger a un infante no hace que se venga abajo la trama, como pasó en Elektra, Punisher War zone y Ghost Rider: Spirit of Vengeance. De hecho es un infante que casi puede cuidase a sí misma.

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Hay muchas formas de leer la historia, tanto para los fans del personaje como para los ajenos, es algo más que la broma de Mark Millar, el guionista de Old Man Logan, la novela gráfica que fue la premisa de la historia: “El viejo Logan es lo que resulta cuando sumas Marvel + Mad Max + Clint Eastwood hablándole a una silla”.

Sin embargo el propio Jackman quien fuera coproductor de la primera cinta de Wolverine, y que aceptó cobrar menos por Logan a cambio de que por primera vez apareciera sangre en sus garras, lo cual le mereció una clasificación para mayores de 18 de años, pero per se a la “furia de adamantium”, que el dibujante John Buscema describiría como “Conan el bárbaro del siglo XX”, su humanidad en la trama se impone y cede.

“Es como se ve la vida, gente dándose afecto, un hogar… Captura un momento, siéntelo. Logan… aún tienes tiempo…”

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En una entrevista a Chris Claremont, guionista por excelencia de X-MEN, a quien se le ha acusado de hacer de los mutantes una telenovela para adolescentes infinita, le preguntaron a qué atribuía la popularidad de este cómic. Respondió: “Porque los lectores se identifican con él, todos los grupos marginados, que es incorrecto llamarlos minorías, por el contrario, son muchos los grupos marginados y discriminados, por muchas causas, por su raza, su religión o preferencias sexuales”.

Dentro de esos marginados Claremont vio potencial en el personaje, en principio en colaboración con el mítico Frank Miller, responsable del tono oscuro de Batman y Daredevil, -y la maravillosa Sin City– que construyó un personaje misterioso, envuelto en más amnesias, secretos y flasbacks que la serie de Lost. Creó una figura totémica para la violenta cultura mediática de finales del siglo XX. La misma que adora hoy el siglo XXI.

Más allá del arquetipo del antihéroe, el asesino a sangre fría con una moral recta en el fondo, es la tragedia misma, la tragedia que hace a unos héroes y a otros villanos, para Logan no es ni un caso ni otro, es la desgracia andante, diría Mishima: “El peligro no es que salga un poco de sangre, ni siquiera el morir, el peligro es la existencia misma”.

Logan ha perdido todo, y nos lo recuerda en una frase épica:  “El dolor y yo somos viejos amigos”. Un ser humano que evoluciona en el momento en que sabe que puede morir y entiende la fragilidad de su vida; el mutante indestructible e invencible entiende a longeva edad ese principio, y valora el milagro de la vida. Y la impotencia de poder protegerla.

Logan es un ronin, un samurái en desgracia, el Yojimbo de Kurosawa, el Lone Wolf and Cub que va en el Road to the perdition, de Sam Mendes, es el Last Man Standing de Walter Hill.

Vale la pena ver un Wolverine agobiado y devastado, después de “rebanar” a una pandilla sin decir la mítica frase que en los cómics podíamos leer cada inicio de episodio:“‘Soy el mejor en lo que hago… Aunque lo que hago no es muy agradable’’.

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