“No confíes en nadie. Jamás cedas la ventaja. Pelea sólo la batalla por la que te pagaron. Reprime la empatía. La empatía implica debilidad” (El asesino)

Es el tiempo de la soledad autoimpuesta, la tecnología pone tras las rejas la atención en el mundo y la sociedad de consumo permea toda capa del conglomerado incapaz de sustraerse a la positividad de una existencia que nos dice como mantra que “sí se puede“, “que emprendas“, “que seas feliz“, aunque la realidad dicte que el patetismo de existir dirá una y otra vez que no se puede, que fallarás en el proyecto, que no podrás ser feliz.

David Fincher regresa a la pantalla vía Netflix y nos presenta El asesino (2023) en donde vemos a un Michael Fassbender superlativo personificando a un matón de nuestros tiempos: digital, tecnológico, robótico, disciplinado y brutal, quien, sin embargo, aflora humanidad cuando busca venganza porque para él, contrario al deseo aspiracional de una sociedad fracasada, el asesino creado por Fincher hace posible todo lo que su instinto sicótico le dicta, es una máquina de matar.

Pero dicho personaje es también un hombre y errare humanum est, dice la vieja expresión en latín que nos recuerda nuestra condición y nos pide no olvidar que podemos pensar, razonar y sí, también nuestra capacidad de fallar.

En un hotel parisino, el eficaz ejecutor mira por una ventana y calcula el ángulo exacto para acabar con su víctima. Razona sobre las condiciones irrenunciables para no fallar en su trabajo y la voz en off monologada de Fassbender repite una y otra vez la necesidad de no distraerse, de poner atención, de la disciplina como condición ineludible de su labor criminal.

“La compasión es sinónimo de debilidad”, “la capacidad de soportar el aburrimiento”, “hacer solo las cosas por las que te pagan”, expresiones que son la biblia intocable del personaje, pero es humano y el asesino falla

Una cacería en su contra inicia por el error cometido, el asesino tiene que tomar cartas en el asunto y como león herido en su orgullo, toda su rabia se concentrará en acabar con sus victimarios y convertirlos en víctimas. Un nuevo error no puede volver a ocurrir, de eso depende su vida y la de la mujer que ama, porque después de todo, su frialdad le deja un espacio para sentir, para bajar la guardia, paradoja de nuestros tiempos, bajar la guardia y amar para sabernos humanos.

La nueva obra de David Fincher vuelve a retratar las almas podridas de los asesinos seriales y el rumbo perdido de algunos de sus personajes centrales, las vimos en Seven, El club de la pelea y Zodiac, hombres heridos y maltrechos que en los bajos fondos del alma encuentran placebos para la soledad y el dolor.

En El asesino, Fincher acude a un ejercicio narrativo complejo, la cinta avanza sin muchos diálogos, es el monólogo de Fassbender el que domina la escena, labor no sencilla si pensamos que todo el peso del lenguaje recae en un tono monótono y calculador que debe reflejar en el espectador la personalidad de alguien dedicado a matar.

El asesino reflexiona, se convence a sí mismo de la necesidad de ser perfecto en un mundo lleno de errores y por ende profundamente imperfecto al que debe mostrarle insensibilidad, nulidad de emociones, frialdad a toda prueba.

El personaje de Fassbender se revela como una especie de filósofo moderno que contiene todas las respuestas posibles para eliminar el sufrimiento: dejar atrás, abandonar, no dejar fluir emociones innecesarias, calcular e ir siempre un paso delante de las situaciones, una vida robotizada que no permite la entrada al dolor o dicho en palabras propias de la psicología, el total emblema del desapego.

Pero la cinta de Fincher hace también un retrato quirúrgico de la sociedad moderna, toda la cinta recorre las marcas de consumo transnacionales, Amazon, McDonald´s, Starbucks, diversas empresas de rentas de coches, Fedex y algunas más que pareciera son el catálogo cinematográfico de una agencia publicitaria que pone a disposición del consumidor una extensa lista de productos.

Sin embargo, lo que el cineasta plasma es esa sociedad del espectáculo que le hace la vida aparentemente más fácil al ser humano, incluidos los asesinos. El psicópata de la cinta de Fincher se vale de uno y mil teléfonos celulares, de una tarjeta de crédito con un nombre específico y otro más según las necesidades que se le presenten.

El asesino es la visión nihilista del mundo moderno, la extensión del capitalismo más salvaje, el individualismo rampante de la indiferencia y a riesgo de ser brutal en la afirmación, el personaje de Michael Fassbender es el reflejo del homo sapiens que somos: indiferente, carente de una personalidad que busca la empatía y las razones de vivir del uno para el otro

Dividida en capítulos, la película recorre París, República Dominicana, Nueva Orleans, Nueva York y Chicago para llevar a cabo un relato coral urbano y variopinto que va dibujando la venganza del asesino a sueldo y la visión de su propia filosofía de no tener fronteras ni obstáculos para definir sus objetivos de ejecutar de manera milimétrica, sin dejar cabos sueltos.

Es extraño, pero el cine puede provocar empatía con quien obra mal. La minuciosidad con la que el asesino actúa, esa permanente búsqueda de la perfección, el glamour que le permite acceder a todo lo material y el dinero necesario para ello y su poder para dejar atrás cualquier asomo de empatía, no deja de fascinar al ojo de quien acude a los andamiajes existenciales de un hombre capaz de agenciarse la vida y la muerte de cualquiera.

David Fincher y el detalle perfecto

No está demás constatar que este regreso de David Fincher hermana al director con el personaje de Fassbender. El director da cátedra cinematográfica por la calidad puesta en el detalle, en las palabras medidas del ejecutor, en su tono que genera un convencimiento pleno de sus motivaciones.

Sin necesariamente generar spoiler, cabe apuntar que los primeros veinte minutos de la cinta son de una tensa calma sostenida en el monólogo de Fassbender. Después, el asesino se sabrá humano y necesitará recordar que es necesario volver a ser el robot. Brutal David Fincher.

  • Ilustrsación: El asesino