Ha vuelto a suceder, ayer otra vez me han servido en un bar la cerveza caliente. Me la han cobrado a su precio, las palabras son juguetonas, y eso es un desprecio y un menosprecio.

Cuando el camarero cobra esa consumición y dice “gracias” se equivoca de expresión de cortesía, debe decir “perdón”. Aunque el acto de servir caliente la cerveza es imperdonable; puede indultarse al camarero puesto que es un mandado. Tampoco tiene culpa un soldado en el pelotón de fusilamiento, pero te va a disparar en el pecho.

Comprendo que un camarero en acto de servicio sirva cerveza caliente, lo que no es admisible es que el responsable del local promueva ese crimen. En una pizzeria si se rompe el horno tienes que pedir lasagna, y en un asador si no se ha encendido la parrilla jamás te pondrán unas costillas crudas en el plato. Sin embargo alguien que tiene un bar sirve cerveza caliente y las autoridades lo permiten.

Del amor al odio hay solo un paso y de hacer de la cerveza, que es una bebida deliciosa,  un bebedizo tóxico tan sólo hay unos grados de diferencia

La persona más saludable del mundo en su día más pletórico no puede soportar que sus fluidos corporales se calienten dos grados sin ponerse mala. En tan solo dos grados de 36,5 a 38,5 se pasa de la salud a la enfermedad y con sólo otros cuatro grados más. La vida de esa persona saludable se compromete seriamente. De la salud a la muerte hay un paso de 7ºC.

¡Cómo es posible que muchos hosteleros ofrezcan la cerveza veinte grados por encima de la temperatura adecuada y el Fiscal del Estado no intervenga! La cerveza que a 3ºC es una delicia nos la inoculan a 23ºC. Esa diferencia es letal, te corta el rollo. Si la temperatura de tu cuerpo está 20ºC por encima de la óptima serías un cadáver y se te cuajaría la sangre.

La cerveza caliente no solo es un desprecio al cliente, es aún peor, atenta contra el ser humano, digo más, contra cualquier ser vivo. La cerveza caliente no la quieren ni las avispas, los mosquitos no ponen ahí sus huevos

Beber cerveza caliente es decepcionante, tomas de lo malo sabiendo lo que te estás perdiendo, sabiendo que lo bueno era posible. Nadie regresa contento a casa después de eso. Ni siquiera da resaca, convierte una noche de la que algo se espera en algo para olvidar. Es como cuando ella no quiere pasar la noche contigo y te acuestas solo. Cubres tu decepción con una manta que pesa como una plancha de hormigón.

Tal vez haya exagerado un poco pero cuando se está cabreado no se sabe medir lo que se dice.