Del primer libro de las Las Geórgicas de Virgilio se extrae la expresión en latín Labor Omnia vincit, y traducida al español, reza que El trabajo todo lo vence. Dicha expresión fue adoptada por la ciudad de León en el central estado de Guanajuato, México y si atendemos a su significado, esta época de la sociedad del cansancio -citada por el filósofo coreano, Byung Chul-Han- le agregaría que el trabajo derrota cualquier situación, incluso a uno mismo.

Sobre el concepto del trabajo se desprenden innumerables frases que lo condenan, lo satirizan, lo romantizan o lo degradan, por ejemplo, se dice que el trabajo no está hecho para el ser humano, porque la prueba es que se cansa o aquella un tanto cuanto engañosa que dicta: elige un trabajo que ames y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida o la sarcástica expresión de Oscar Wilde: el trabajo es el refugio de los que no tienen nada qué hacer.

Lo cierto es que el trabajo tiene una verdad incontestable, el ser humano ha tenido que sumergirse en labores que detesta para ganar miserables sueldos, que al mismo tiempo hinchan el bolsillo a otros, mismos que nos exprimen hasta la última gota de sudor para terminar un día, ya jubilados, buscando más trabajo porque no sabemos qué hacer con tanto tiempo libre, el mismo tiempo de ocio que un día soñamos tener y hoy no sabemos cómo ocuparlo y quemar sus horas. Todo un embrollo existencial que no termina de cuadrar en el círculo de nuestra vida.

Radu Jude es un joven guionista y cineasta rumano que acaba de estrenar su nueva obra, No esperes demasiado del fin del mundo (2023) y en ella, Jude hace una sátira cáustica sobre el mundo moderno, el capitalismo, el trabajo extenuante, la publicidad y el consumismo de la vida actual

Jude nos lleva con su nueva cinta a la vida de Angela, una peculiar asistente de producción a la que le ha sido encomendada la misión de entrevistar a hombres y mujeres caídos en desgracia laboral luego de sufrir terribles accidentes y quedar permanentemente incapacitados.

Pero el gran meollo de No esperes demasiado… no es generar lástima por la pobre clase trabajadora, es hacer un llamado a que todo empleado debe seguir las reglas de seguridad de las bondadosas empresas que nos dan trabajo y así no sufrir accidentes provocados por los estúpidos esclavos de las horas extras mal pagadas y no reconocidas.

Jude es ácido, se burla de la vida moderna y al mismo tiempo entre risa y risa por las peripecias que pasa la también explotada y mal pagada Angela, nos plantea la necesidad de preguntarnos cuál es el sentido del trabajo más allá de ingresar un sueldo para poder pagar las facturas del día a día.

Es de por sí paradójico ver cómo Angela maneja su auto de sol a sol para ir en busca de exempleados que le contarán su historia desgraciada y cómo ella misma se clava en el infernal tráfico de Bucarest, se malpasa en sus comidas, labora 14 a 16 horas diarias y aprovecha al menos los altos del semáforo para dormir unos segundos y poder cumplir así sus agotadoras jornadas por un sueldo miserable. El chiste se cuenta solo.

Interpretada de manera magistral por la actriz rumana Ilinca Manolache, Angela transmite el enorme cansancio que le provoca su trabajo, el hartazgo sobrehumano al tener que soportar la insolencia de los demás conductores, sobre todo hombres, que la ningunean, la insultan y la sobajan a pesar de que ella misma no baja la mirada y devuelve insulto por insulto.

Radu Jude discurre la desgracia de la vida moderna en tono de comedia negra, en roces marcados con el documental, en guiños a la nueva ola francesa y juega con el blanco, el negro y el color en pantalla

Todo para recordarnos, sin embargo, que el trasfondo de su cinta tiene los tintes dramáticos del vacío existencial que vive en nosotros como un virus incurable que hace de nuestra vida un desierto de ilusiones que nunca llegan a cristalizarse porque hay que trabajar y trabajar.

Ya en este espacio reseñamos el pasado 12 de enero la extraordinaria cinta Los delincuentes (2023), del director argentino Rodrigo Moreno. En dicha película, Morán, el protagonista, reflexionaba sobre el mundo de la chamba (como le decimos en México) y en esa crítica cinematográfica se decía:

Morán se pregunta por el sentido del trabajo y hace un retrato que en su simplicidad agobia por lo profundo de la reflexión y la extenuante toma de conciencia de lo miserable que puede ser la vida laboral.

Yo marco tarjeta todos los días. ¿Y todo eso para qué? Para pagar el departamento, de vez en cuando comprar un traje, una camisa nueva, tener el último teléfono celular, ahorrar para irme de vacaciones quince días al año, quince sobre 365 días para tener tiempo libre, supuestamente libre porque vas a una playa y estás rodeado de los mismos que te cruzas en el subte el resto del año. Sólo vivimos para trabajar.

“En la ciudad, cuando te cruzas por primera vez a una persona: ¿qué te preguntan?… ¿de qué trabajas?… Por eso no quiero trabajar más”.

Angela y sus entrevistados representan a la perfección la filosofía de Morán en Los delincuentes y, sin embargo, Radu Jude nos propone mejor reír si no podemos hacer las veces del pequeño David que vence a Goliat, burlarse y hacer sátira y parodia de nuestra desgracia en la que el mundo moderno, líquido y fugaz, nos hace acudir para presenciar el sinsentido de nuestro ser y estar en el mundo.

La risa y el sarcasmo es también el remedio al que acude nuestra protagonista de No esperes demasiado… Angela crea a Bobita, un alter ego masculino que presenta en Instagram y Tik Tok y parodia a través de esas redes sociales la estupidez de quien se ventila por esas vías y escupe su odio, su mundo superfluo y virtual porque no puede soportar la propia vacuidad de su existencia

Entre pausa y pausa de su envolvente labor, Angela se graba a sí misma y vomita obscenidades, vulgaridad, misoginia y odio contra el mundo para así entrar en una catarsis que la alivia en medio de la vorágine de su vida, absorbida por un mundo que le exige cada día un poco más hasta dejarla vacía.

El cine dialoga con el cine

Radu Jude hace de las oportunidades de su cine, toda una amalgama de posibilidades narrativas que incluso le permiten dialogar con otra película rumana de 1981 dirigida por Lucian Bratu, Angela Goes On en donde una taxista recorre las calles de Bucarest en busca de clientela y hermana su periplo cotidiano con la Angela de No esperes demasiado del fin del mundo.

En Angela Goes On, la taxista vive el mundo comunista de la Europa del Este, una realidad ordenada, pero autoritaria y limitante para los ciudadanos rumanos de esa época que contrasta con el veloz mundo de la modernidad y la globalización en el que vive la otra Angela, pero que, al mismo tiempo, es una realidad tan ilusoria y ficcional como la de los años 80 del siglo pasado.

No esperes demasiado del fin del mundo, hay que decirlo, no es precisamente un film para todo tipo de ojo cinematográfico porque si bien el cineasta rumano trata su obra a partir de la comedia, su relato puede ser cansino a la vista de alguien más acostumbrado a la velocidad de la acción trepidante en la pantalla.

La secuencia final de la cinta, un plano fijo general de 40 minutos parece interminable, pero es la esencia de lo que Radu Jude quiere decirnos: el mundo moderno no nos deja opción y como la Ley de Herodes, o te chingas o te jodes.

  • Fotograma: No esperes demasiado del fin del mundo