Enclavado en una casona del siglo XIX en el corazón de Guanajuato capital, el MIQ es un tributo al escritor, poeta, dramaturgo y soldado Miguel de Cervantes Saavedra, con más de 400 obras de arte donadas por Don Eulalio Ferrer al pueblo guananajuatense.
Diecisiete salas muestran la figura de Don Alonso Quijano, el “Caballero de la Triste Figura” -como le nombró Sancho Panza-, con el esplendor de la pintura y sus corrientes en paletas de color y trazos múltiples, con cerámica, plata, madera, mármol, murales, esculturas o una capilla donde se alza áureo Don Quijote, en ascenso -como Cervantes- rumbo a lo celeste.
“Con esto se fue el bachiller, y don Quijote preguntó a Sancho que qué le había movido a llamarle «el Caballero de la Triste Figura», más entonces que nunca.
“—Yo se lo diré —respondió Sancho—, porque le he estado mirando un rato a la luz de aquella hacha que lleva aquel malandante, y verdaderamente tiene vuestra merced la más mala figura, de poco acá, que jamás he visto; y débelo de haber causado, o ya el cansancio deste combate, o ya la falta de las muelas y dientes”, escribió Cervantes en El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, una obra fundamental en la Literatura mundial, instaurando con ella la novela moderna.
Los muros de esta capilla fueron literalmente desmontados de la residencia que tuvo Don Eulalio Ferrer Rodríguez en su casa de El Pedregal -que tenía como vista privilegiada al frente al milenario Popocatépetl-, e insertados en el MIQ, según me contará entre otras cosas, durante un recorrido por todo el recinto, Onofre Sánchez Menchero.
Aquí, en la capilla, reside entre los trazos revueltos del pintor jalisciense Gabriel Flores la alegoría y la magnificencia del espíritu.
“Amo al Quijote por sus fracasos, lo amo en su idealismo, porque él puede salvar a la raza humana. Siento que el Quijote está emparentado con Cristo”, es la frase de Gabriel Flores que se inscribe en uno de los muros -un trapecio impoluto-, donde además están las figuras de Cervantes -con la batalla de Lepanto y las galeras en Argelia o escenas del Quijote-, y suspendidos en el cielo Lope De Vega, Pedro Calderón de la Barca y los poetas Francisco de Quevedo y Luis de Góngora, figuras del Siglo de Oro español que están sedentes bajo la magnificencia del Cristo eterno en esta capilla única en el mundo.
Inaugurado en 1987, hace 36 años, al MIQ acuden anualmente, según sus cifras oficiales, alrededor de 20 mil visitantes de México y el mundo. Los turistas mexicanos que más lo visitan -obviando a Guanajuato- son de Ciudad de México y Jalisco. Y entre los extranjeros están, en orden ascendente, los de Estados Unidos, Francia, España y Canadá

El pintor español Antonio Rodríguez Luna recibe al espectador que visita el MIQ, en su primera sala -entrando por la derecha, a un lado y conectada con la librería-, un majestuoso lienzo de óleo sobre tela elaborado en 1973, con el título Don Quijote en el exilio.
El artista cordobés simboliza en esta obra, que impacta a la vista y a lo interno, el éxodo de los republicanos -con los poetas León Felipe y Antonio Machado, al frente de la larga fila de la dolorosa multitud – tras la llegada al poder del dictador Francisco Franco. Aunque también hay una bellísima y dorada torre de libros, una obra modesta de escultura que invita a la lectura atenta de lo que hay dentro de este cofre de joyas.
También están las pinturas murales multicolores de Luciano Trigos -en las escaleras que dan al segundo piso-, donde se honra la memoria prehispánica de México y los poderosos ecos de la España de Cervantes, a Don Quijote, y la imagen del vasco Don Eulalio Ferrer Rodríguez y los maestros guanajuatenses, Eugenio Trueba Olivares y Enrique Ruelas Espinosa -artífices e impulsores de los ‘Entremeses Cervantinos’ que darían nacimiento al Festival Internacional Cervantino (FIC) en 1972-, honra mayor de la Universidad de Guanajuato (UG).
“Luciano Trigos hace de la hemoficción una propuesta estética visual en la que las imágenes se multiplican, partiendo de centros evidentes de la mirada, como células que se autoreproducen infinidad de veces”, se inscribe en la ficha museográfica a pie de los imponentes murales, en esmalte sintético sobre madera, creados entre 2012-2013.
También hay un gran lienzo, con amplitud de metros, que corona una sala de exposiciones temporales, conversatorios o estudio y didáctica, y que es considerada -por expertos y otros artistas pictóricos- como una de las obras más importantes de Pedro Coronel.
Entre las señoriales salas de exposición también se pueden encontrar obras exquisitas y únicas -como un tríptico vanguardista del escritor Fernando del Paso o una especie de camafeo creado exprofeso por Rufino Tamayo para Don Eulalio, lo mismo que bellísima cerámica en cristal de Murano, recreando la imagen melancólica de Don Quijote, como lo hace con maestría Pino Signoretto -alumno destacado del maestro Alfredo Barbini-, por ejemplo.
El visitante puede ver también la impresionante pieza de plata pura, obra maestra de la escultura en formato pequeño, creada por el también pintor español José Luis Casasola, que nos muestra a Don Quijote a lomos de Rocinante, con un libro abierto en la mano izquierda y levantando la derecha con el índice al cielo, además de un Sancho Panza pensativo, montado en un asno, detrás suyo

Todo el gran muestrario de belleza en torno a Don Quijote de la Mancha, es posible gracias a la generosidad de Don Eulalio Ferrer, un republicano exiliado en México, que hizo fortuna como publicista y empresario, y quien antes del final de sus días decidió donar toda la obra adquirida, donada o regalada, a Guanajuato y el mundo.
Entre muchas otras cosas, el Doctor Ferrer escribió -ensoñando al Qujote- una novela que honra la tradición ácrata entre las ruinas de la guerra: Háblame en español. Un homenaje a la lengua española. Ya lo dice el título, elocuentemente.
Por ello, el viaje desde donde sea, al MIQ, vale la pena. Ahí, en la primera de las salas, la del lienzo con pinceladas de gris, blanco impoluto y azul de Prusia, descansa también el libro fundamental de esta historia de belleza.
“Eulalio Ferrer nunca iba a olvidar el día en que cambió su paquete de cigarrillos por un libro en el campo de concentración francés que le recibió después de la derrota republicana. Él era capitán, tenía tabaco en su macuto, y un soldado barbudo iba gritando entre los refugiados: “¡Cambio tabaco por libro!”. Él no fumaba, y leía. El libro era el Quijote, en una edición de Calleja de 1906. Como no tenía almohada, ese fue su soporte de noche, y su lectura. A partir de ahí nació su pasión de bibliófilo, y anoche este santanderino de 84 años (aprendió a leer en la imprenta de su padre) recibió en la Feria de Guadalajara el homenaje por lo que ha hecho con los libros, y sobre todo por el Quijote”, escribió el maestro periodista Juan Cruz, para el diario El País un 28 de noviembre de 2005.
Don Eulalio Ferrer escribiría, antes de su partida de este mundo, una frase que resume su amor por el Quijote y la obra de Cervantes: “Soñé con Don Quijote y me ayudó Sancho Panza a pensar”, como está inscrito en el inicio de la página web de la Fundación Nacional Cervantina de México, creada y presidida por él desde 1985 y hasta su muerte el 24 de marzo de 2009 en la Ciudad de México

Onofre Sánchez Menchero, director del MIQ desde el año 2010, es una especie de quijote moderno. Esbelto y meditabundo, con barba y pelo canos. Con amplía sabiduría sosegada sobre las letras, la música y las artes.
Escritor, licenciado en Lengua y Literatura Hispanoamericana por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con especialización en Semiótica, Sánchez Menchero cuenta con una larga data en la vida pública de México, ha sido parte del Fondo de Cultura Económica (FCE), la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) o la Feria Internacional del Palacio de Minería (FILPM), entre otras instituciones en el país.
Con su llegada, el MIQ se ha diversificado como un espacio fundamental para el arte y la cultura desde Guanajuato. De ello no dan fe sólo las palabras, sino los hechos.
De niño, Onofre soñó con ser violinista, pero lo dejó al descubrir que era demasiado tarde al empezar su instrucción a los 12 años. Así que se decantó por las letras. Muchísimos años luego, ya como director del MIQ, trajo entonces al recinto esos trinos para acompañar la obra pictórica y literaria que ofrece el MIQ bajo su tutela.
Sánchez Menchero fue invitado en 2010 por Ana Sara Ferrer Bohórquez, una de las hijas de Don Eulalio y presidenta de la Fundación Cervantina de México A.C., para llevar el timón del MIQ. Ratificado desde entonces por los gobiernos estatales en turno, hasta el día de hoy lo ha hecho cursar con pulso firme hacia nuevas aguas

Hoy el MIQ no sólo exhibe un acervo pictórico mundial, sino que también ha logrado desde 2010 ser escenario para la música y las letras, apoyo para nuevos artistas, galería itinerante por el país, y continuar con el legado de Don Eulalio Ferrer para ser, desde el año de 1987, sede del Coloquio Cervantino Internacional -apoyándose en el Teatro Juárez como escenario vital de esta fiesta de las palabras-.
Inicialmente, Onofre acudió al gran talento musical de Carlos Vidaurri, uno de los músicos contemporáneos más brillantes de Guanajuato para México y el mundo, para crear los ‘Jueves Musicales del MIQ’ hace más de una década. Ahora cuenta, desde 2020, con una Sinfonietta. Es el único museo que posee una agrupación de este tipo en México.
Desde entonces, el MIQ se ha convertido en un templo sonoro donde la música de los grandes compositores del mundo y la de los nuevos talentos contemporáneos -que se presentan en vivo en los conciertos-, resuena en el Patio del Museo, antiguamente llamado de las Esculturas -porque ahora muchas de ellas adornan las calles de Guanajuato capital, para gozo de todos los que caminan por la ciudad Virreinal-.
El MIQ hoy vibra no sólo como sala de conciertos de cámara o con su Sinfonietta, los libros del Centro de Estudios Cervantistas -algunos editados en lenguas indígenas-, o el lúdico espacio de La Manchita -diseñado para niñas y niños, donde se enseña lectura y pintura y se motiva a participar con dibujos sobre capítulos de la novela del Quijote-; también lo hace con el café en donde se charla teniendo como invitado permanente al ‘Quijote Azteca’, obra escultórica, en piedra volcánica, de Federico Silva. O visitando la exquisita librería.
Onofre Sánchez Menchero , ha hecho también gala de la diplomacia y los modales refinados para agradecer las donaciones de nuevas obras de artistas importantes. En su gestión ha logrado sumar más de 200 piezas, que ahora necesitan nuevos espacios en el MIQ.
Una muestra de las mejores nuevas obras en el MIQ, es la del pintor catalán Augusto Ferrer-Dalmau, que donó un hermoso cuadro realista que muestra la entrada, por la playa entristecida, de don Quijote y Sancho a la ciudad de Barcelona.
“El Museo Iconográfico del Quijote le da raíces al cervantismo, que había empezado con el Teatro Universitario y luego con el Festival Internacional Cervantino, porque ha habido un importante y permanente recordatorio de que Cervantes está presente en esta ciudad de Guanajuato”, dice con orgullo manifiesto Onofre Sánchez Menchero.
- Fotos color: Homero Rodríguez
- Foto en sepia: Fundación Cervantista de México A.C.