Siempre le dije que Sandro era un nombre para personas hermosas. Así se llama mi hijo.

Sandro Emmanuel Neri Jiménez, ‘El Abuelo’, siempre fue nuestro niñote en La Banca. Adorable y mimoso con todos. Siempre lo quisimos por ello. ¿Cómo podría ser de otra forma?

Cuando Cande Andrade me lo presentó -a principios de los años 90-, me llamó mucho la atención su altura y corpulencia, esa actitud punk, muy suya. Después descubrí que era un chico con un corazón muy grande y con modales de miel cuando nos llevó en el camión de redilas de su padre, en un momento en que éramos una turbamulta de jóvenes locos por existir, con rumbo a un concierto de rock en Lagos de Moreno.  

Esa sería sólo una de multiplicadas experiencias compartidas por El Abuelo, con todos quienes conformamos un núcleo alrededor de un sentimiento tan profundo como lo es la amistad. Luego nos hermanarían más la música, las artes, las tragedias, la vida.

En La Banca, una banca literalmente en el centro de la ciudad en donde nos reuniríamos por años -para reír, imaginar, beber, celebrar, enloquecer o llorar-, que instauró mi hermano Juan Carlos Ortiz -hoy funcionario federal-, nació esta convulsa cofradía. Ahí nacieron también el punk, el dark, el hardcore, el electrodark hecho en una ciudad tan jodida y gris como el Manchester de finales de los 70.

Teníamos la furia del proletariado en cada golpe de bajo o batería, en la estridencia de la guitarra o los gritos de anarquía en la voz. Pero también las oscuras tribulaciones metafísicas, la melancolía permanente, los lamentos derramados, el negro como estandarte. El Abuelo fue parte de ese incendiario estallido colectivo

Cande y yo comenzamos con la música punk en Los Amorfos -con el incombustible Rubén Esqueda y el poderoso retumbar de la Remo, la deslumbrante batería color plata brillante de Diego González-, siendo jóvenes de la Prepa Oficial.

Nuestros caminos musicales se bifurcaron luego y con Los Apóstoles del Culto – con Juan Carlos, Oscar, Manolo, Alejandro y Leo- yo enfilaría hacia la música dark (la que me hermanaría para siempre con el poeta Moisés Tort, líder de Los Muertos -Arturo Gómez El Coqueto, El Horquillas y El Phil-, y hoy chamán en la selva de Nayarit).

Años luego Cande y yo coincidiríamos para fundar con Oscar Cruz- hoy directivo en medios- y Diego González -gran baterista con historia nacional-, Tierra de Nadie, donde el punk y el dark se engarzaron, para luego volver a separar caminos y dar nacimiento a nuevos ritmos y bandas. Por aquí pasaron otros músicos brillantes como Homero Ontiveros, hoy tecladista de El Inspector, o Víctor El Tocayo, gran músico e ingeniero de sonido y artífice del único demo decente que pudimos dejar para el recuerdo.

Celebramos la llegada del hardcore con Cande al frente, acompañado de El Banda y El Ratón, a otros punk desafiantes como Alejandro y los hermanos Jorge y Arturo Mosqueda, a los nuevos góticos -que terminarían siendo amados y famosos en la Europa de principios del siglo XXI- encarnados en los hermanos Díaz, (Arturo) El Polilla y (Alejandro) Mr. PC., nos sorprendimos con las extrañas sonoridades del Franky y Chuy creadas con cajas de cartón y otros ‘instrumentos’ tan inverosimiles, como ollas o sartenes de cocina.

E incluso, lateralmente, de chicos que hoy forman parte de mi familia política, como Chuy, de los Pepe se te mete y sus intrepidos punks, hoy símbolo del ska -gran músico como sus hijos ahora, mis sobrinos Mimi y Román-.

En todos esos caminos sonoros y de vida colectiva nos acompañó desde entonces y siempre El Abuelo -de quien conocí sólo una tristeza: lamentaba siempre que su adorada amiga Kim, no volviese más de Estados Unidos para retornar a nuestro círculo íntimo de grandes incendios-.

Sandro eligió el punk y el teatro, influido por Cande Andrade, con quien tuvo una relación muy poderosa. Y terminó siendo integrante del Instituto de Cultura de León (ICL) como parte del equipo técnico, apoyando a todos quienes pisamos los diversos escenarios oficiales en la ciudad

Me tocó verlo siempre atento, al frente del equipo del sonido o las luces, en las presentaciones de mis libros en esta ciudad desde hace casi 20 años atrás, en las galas de danza contemporánea o ballet donde participaron Belén e Isolda.

Me quedo con la imagen de Sandro -de épocas recientes-, contento, pleno, meditabundo, disfrutando de buen vino tinto y un asado imperial en el jardín de la casa de Oscar -maestro parrillero y musical- proponiéndome una idea muy loca y original: La Combi de la Poesía.

Sandro me planteaba emocionado que me llevaría en su adorada combi a las colonias populares -como en las que crecímos-, para que diera recitales con los poemas de mis libros en las placitas, en las calles. Nunca lo llevamos a cabo, por razones que hoy escapan de mi memoria. Pero quizá sea ahora un buen momento para concretarlo y honrar su iniciativa. Aunque ya no podré ir en tu adorada combi, la poesía llegará Abuelo, como soñaste.

Las redes sociales, hoy el aparador del mundo, han dado cuenta desde hace días sobre el impacto que tuvo El Abuelo, en la vida de muchas personas. El poderoso e influyente diario a.m. le dedicó ayer casi una página a su historia de vida. Qué hermoso gesto. Gracias.

Las historias se multiplican también en quienes crecimos juntos con él. Por ello celebraremos esta semana con nuestro ritual interno, pues ahora es tiempo para beber y honrar a El Abuelo.

Siempre estuvo orgulloso de pertenecer a este nuestro núcleo primigenio que se ramificó poderosamente, donde ahora hay artistas de la fotografía, la música, el teatro, las letras, las artes visuales.

En días pasados escribí algunas palabras en nuestro grupo de La Banca -algo que raramente hago, pues no me gusta esa vía; soy anacrónico-, y les dejé el video de ‘Extraños gritos’que editó mi hija hace años-, una cancion de hace décadas que habla sobre la Muerte. Aunque le tomé la palabra a Cande Andrade, hoy exitoso editor de video e integrante del teatro de vanguardia en Vancouver, para ampliar lo escrito y compartir abiertamente nuestro duelo

Me despedí de Sandro en privado, tiempo antes de su partida en un día lluvioso, como también lo hice con mi sobrino Chato, tan jóvenes muertos los dos, en un día lluvioso…para recordar al Abuelo y a todos los que se nos fueron antes, y los que pronto nos iremos o se nos irán…aquí dejo mis lamentos, otra vez…como cuando jóvenes todos soñamos juntos que reventaríamos el puto mundo con nuestras ganas de hacer las cosas de forma distinta…

Y sí, ocurrió…Hicimos una hazaña muy grande en los años 90: la de crear música en la edad de la Prepa, en una puta ciudad de mierda (como a la que gritaban La Polla Records, Eskorbuto, The Cure, The Smiths, Misfits, Pixies, y nosotros), alteraciones radicales del status quo, ser hermanos…Fuimos, somos y seremos: Los Apóstoles del Culto, El Claustro, Los Amorfos, Tierra de Nadie, Eutanasia, La Chata, Flores Enfermas, Persemore…y todos los que nos acompañaron y cayeron, en lo profundo de los abismos, como El Cuquín, a quien devoró como una bestia salvaje el alcohol, o El Chayote, quien se perdió entre los verdores de la alteridad y la claridad del agua taladrando sus pulmones, antes de dejar de ser…como El Niño, que saltó desde un edificio y terminó tan niño muerto… lloramos juntos cuando nos mataron cobardemente al Mane, en un país que ya nos anticipaba el horror: devorar ahora a sus hijas…nos quedan muchas cosas por hablar, y esta ‘tecnología’ no creo que sea la más adecuada….es como hablar solo en el desierto…. ¿Cómo podemos abrazar con este formato ‘tecnológico’ a los que emigraron y hoy viven en la Ciudad de los Vientos, como nuestro luchador favorito Armando Marmolejo, o en la bellísima y cosmopolita Vancouver, donde reside ahora mi hermano de fuego Cande Andrade? Siempre le agradeceré que nos haya compartido la música que traía desde El Chopo, porque discutíamos mucho sobre ello…recuerdo cuando muchos nos fuimos en el camión de carga de Sandro, hasta Lagos de Moreno. Bebíamos inocentemente caguamas y fumábamos cigarrillos, parloteando, fanfarroneando, haciendo del viaje una historia. Sandro nos llevó hasta el concierto que nos hermanó aún más, porque nos tomamos fotos con Roco y los de la Maldita, cuando no eran sino como nosotros… quisiera ser más constante en esto, pero estoy algo cansado de soportar ya casi medio siglo de vida…me disculpo por estar siempre atolondrado…les quiero siempre…”.

Cuando me enteré de la muerte de Sandro fue como recibir un disparo. También moría mi sobrino Chato. Otro disparo que terminó por derrumbarme como un rascacielos envuelto en llamas.  

Es complicado reaccionar ante la muerte de quienes amamos. Yo sólo pude hacer lo que sé: escribir. Y lo vuelvo a hacer ahora desde la Ciudad de los Cueros y el Padrenuestro, como me sugeriste querido Cande.

Este poema es una carta abierta para todos quienes perdemos a los que nos significan. Una despedida luminosa para quienes amamos. Un memento mori. Hasta siempre, Sandro. Hasta pronto, Abuelo.

Pienso que tal vez lloramos a nuestros muertos no sólo por el amor que les profesamos, sino porque también un día seremos nosotros quienes partamos…

Por el Nilo lentamente

Para mi sobrino Chato, tan joven muerto

Mi existencia ha sido como la corriente

Que fluye como el Nilo lentamente

Hasta de golpe bifurcarse en un delta

Estallido de gozos sagrados o violentos

Que me recuerdan que estuve vivo

Que amé y fui amado

Por quienes vieron en mi interior

El deseo de existir pese a todo

Agradezco haber visto el Sol y las estrellas

Escuchar el canto de los pájaros

Beber agua dulce o acariciar un rostro infantil

Haber podido abrazar a los padres de mis padres

Sembrar una semilla que se multiplica como el trigo

Haber conocido una parte del mundo

Los ritos oscuros o sagrados de la vida

Que hoy me depositan suavemente

En lo profundo del océano

  • Foto: Miguel Neri Jiménez