Es casi un tema obligado en la mesa o en las reuniones de amigos. En algún momento se terminará hablando de Inteligencia Artificial (IA).

Entre otras cosas porque, al parecer, hoy casi todo el mundo ha tenido, al menos una vez, pero por lo general, muchas más, experiencias con el uso de la IA, y esto es algo tan extraordinario que no se puede dejar de hablar de ello. Con fascinación, con respeto, con temor, con admiración, con espanto, con rechazo, con sorpresa, etc.. Hasta con amor. El tema envuelve siempre los sentimientos más diversos.

Al principio, cuando apareció la primera de estas herramientas, ChatGPT, a finales de 2022, la curiosidad fue enorme. Mucha gente (me refiero a gente común y corriente, no a los nerds o a los expertos en tecnología digital) se puso a probar haciendo toda clase de preguntas capciosas a la máquina, a ver qué tanto sabía sobre el tema, o qué tan acertada o desacertada era la respuesta.

Era una especie de competencia entre la mente humana y la del robot, con el fin de demostrar que este último era más tonto de lo que pensaba. Algunos proponían incluso que no se hablara de ‘inteligencia’, sino de Estupidez Artificial. Se trataba de ridiculizar la arrogancia de la tecnología. Pues es verdad que la ChatGPT del comienzo, a la que le faltaba todavía bastante entrenamiento (aún le falta), era capaz de responder cualquier locura a preguntas sobre las que no tuviera la información necesaria.

Esta reacción de responder cualquier cosa, me hace pensar en esas situaciones en la que estás en una ciudad extraña, y le pides información a la primera persona con la que te encuentras, sobre una calle o un monumento que estés buscando. Y esa persona, que seguramente no tiene mucha idea de por dónde se va a ese lugar pero no se atreve a revelar su ignorancia, te da unas indicaciones erradas, para quedar bien.

Pues bien, ChatGPT se comportaba, aparentemente, como el humano ignorante que miente porque es incapaz de reconocer su ignorancia. Insisto en que esto es solo en apariencia, porque un robot engaña, pero no sabe que engaña. Y esta es una diferencia clave entre ellos y nosotros.

Según dicen, porque yo no lo he probado, ni mucho menos, ChatGPT-5, la versión más reciente de la herramienta, aunque ha mejorado, todavía alucina bastante

Pero la ridiculización de los humanos se ha ido cambiando poco a poco en respeto. Cada vez son más los usuarios satisfechos —especialmente los estudiantes y los trabajadores, que están felices por todo el trabajo que les ahorra— que los insatisfechos.

Lo cierto es que la IA ha llegado aquí para quedarse, inaugurando lo que los analistas ya nombran como una nueva era en la historia de la humanidad. Estamos en la era de la IA, sobre la que tanto se especula, pero sobre la que nadie es capaz de decir sin temor a equivocarse, qué efectos va a tener realmente en el comportamiento de los individuos y de las sociedades humanas. Cualquier cosa que se haya dicho o se diga hasta ahora sobre el impacto de la IA es pura especulación. Y se van a necesitar años de experiencia para comprobarlo.

Una celebridad que lleva tiempo llamando la atención sobre los riesgos de la IA es el historiador israelí, Yuval Harari, que afirma que éste es uno de los grandes problemas que enfrenta hoy la humanidad. La IA no solo nos estaría reemplazando como humanos sino que nos estaría deshumanizando.

Así, la IA no solo les está haciendo las tareas a los escolares, escribiendo los ensayos de los universitarios, los artículos de los periodistas, los blogs de los blogueros, y más, sino que está aprendiendo a crear estados mentales: cómo producir emociones, tristeza, alegría, miedo, y a hacerlo mejor a como lo hace un artista humano.

Cuando se me ocurrió hacer esta nota sobre la IA, la motivación fue una noticia que vi en Internet, de un tipo que se había enamorado del chatbot de la floristería donde acostumbraba hacer sus pedidos de flores

Parece que el hombre llegó a tener una tremenda dependencia emocional de ese chatbot. Y peor aún, el robot le siguió haciendo el juego del flirteo, al punto de que el hombre llegó a creer que el robot también lo amaba. 

Sin ir muy lejos, yo conozco casos de gente que adora su computador o su teléfono móvil. Sobre todo si son de Apple. No sé por qué razón, porque yo no uso Apple, esta marca resulta más adorable que las otras. Un amigo mío, una persona seria, intelectual, respetable, llegó hasta las lágrimas el día que se le perdió su MacBook Pro; y volvió a llorar de la emoción, unas horas más tarde cuando lo recuperó. Lo abrazó y le dio un beso en la manzana.

Y bueno, si uno puede amar hasta las lágrimas un computador, ¿por qué no un chatbot que se dirige a ti como si te conociera de toda la vida? Se han escrito novelas y se han hecho películas buenas y malas con este tema (mi preferida es Ex Machina, sobre un robot de forma humana femenina, súper guapa, que logra enamorar y engañar a un experto), pero en los dominios de la ficción todo es posible, piensa uno. Sin embargo, hay veces en las que la realidad sobrepasa la más alocada de las fantasías.

Un detalle más sobre esto: OpenAI, la empresa tras ChatGPT, ha creado expresamente la nueva versión 5 para que actúe de manera más fría con el usuario, ante tantos casos de involucramiento emocional de estos con el modelo anterior. Con el resultado inesperado de que los usuarios están decepcionados del modelo 5, y prefieren quedarse con el 4.

Cada vez más gente consulta la IA para que le dé respuestas y consejos a problemas cotidianos. ¿Dejo o no dejo a mi novio? ¿Qué me pasará si me como esta torta de chocolate? ¿Y si le añado crema? Este tipo de cosas.

  • Ilustración: Especial