“Entartete Kunst” (Arte Degenerado) fue la expresión usada por el régimen de la Alemania nazi para encasillar al arte moderno, marcando un punto de inflexión en la política cultural del momento.
Un 18 de julio de 1937, el Tercer Reich inaugura en Múnich la Gran Exposición de Arte Alemán, la cual tuvo lugar en la Haus der Kunst (un museo de estilo neoclásico que imitaba monumentos griegos). En esta se hizo una selección meticulosa de obras que representaban los ideales estéticos y políticos del remarcado nacionalsocialismo presente en la época.
Un día después se estrena la exposición de Arte Degenerado con un cartel que ilustraba una escultura de Otto Freundlich y el título entrecomillando la palabra “arte”. Aquí se colocaron 650 obras pertenecientes a una serie de vanguardias: cubismo, dadaísmo, expresionismo, impresionismo, surrealismo, etc.
Veinte días antes se confisca toda obra de arte moderno en los museos y galerías alemanas, instalándose así en el Instituto de Arqueología.
112 artistas como Otto Dix, Paul Klee, Kandinsky, Emil Nolde o Max Ernst fueron tildados de hacer «arte judío, comunista o no alemán»
Se amontonó todo en salas pequeñas y oscuras, los cuadros colgados y torcidos y grafitis con insultos cubriendo las paredes.
La exposición se dividía en categorías: arte blasfemo; de judíos y bolcheviques; de critica a los soldados alemanes; que ofende el honor de las mujeres alemanas.
El catálogo de esta muestra señalaba que su objetivo era revelar las intenciones detrás del movimiento político-filosófico impulsador de cierta corrupción.
Una de las salas mostraba sólo pinturas abstractas y se llamaba la sala de la locura, y la idea en general era alentar a los visitantes a ridiculizarlas. Contrastar ambas exposiciones fue una propaganda que tildaba de superior al “arte alemán”, mientras que la perversión e inmoralidad se vincularon con la vanguardia.
Tanto fue el esmero por comunicar este mensaje que se contrataron actores para mezclarse entre el público y hacer una crítica en tiempo real a las obras.
La exhibición consiguió a más de un millón de visitantes, superando a su contraparte y marcando un punto de inflexión en la política cultural del nazismo. Así mismo, los artistas que se vieron involucrados tuvieron éxito en tierras extranjeras debido a esta controversia.
- Ilustración: Otto Dix