Ramón Vargas llena el histórico inmueble luego de 12 años sin pisar este foro; con ‘Passione’ luce su mejor forma
No lo querían dejar ir. No y no. Lo llamaron con las palmas en choque incesante, lo llamaron con los ¡Bravo, Brave, Bravísimo, ¡Vivas!… y cuanto alboroto con los pies en el suelo pudieron hacer en el Teatro Juárez.
A Ramón Vargas, los 12 años de ausencia del recinto, el público quería cobrárselos caro a fuerza de pura voz y canto sin descanso.
El tenor ya había dejado la piel, el sudor, el humor y todo el peso de sus cuarenta años de carrera en una velada apoteósica que llenó el recinto a su máxima capacidad permitida por la pandemia.
Mas no era suficiente. Un mundo raro de José Alfredo Jiménez dio el cerrojazo a dos horas de concierto esa noche de sábado en que todo auguraba un éxito tras los boletos agotados días antes, y así fue.
Vargas, que ha pisado los escenarios del mundo a su antojo, a su placer, que se ha metido en las camisas de cuanto protagonista de ópera ha querido, estaba ahí, impecablemente de negro, con sus 60 años pletóricos, sin asomo de duda.

Él, este tenor universal, acompañado al piano por Andrés Sarre, arremetió con enjundia e hizo suyo un programa donde desfilaron la canción napolitana y la canción romántica mexicana.
En su voz, las composiciones de Puccini, Cilea, Tosti, Falvo o Nardella, suenan con una exquisitez inigualable.
Y el público, ese público venido de los municipios más cercanos a la capital cuevanense, no paraba de alabarlo cual estrella pop o famosísimo DJ. El Bel canto, sí señoras y señores, tiene sus fans en esta tierra de Ibargüengoitia.
Había que ponerle un título a todo este arrebato y Passione se eligió para englobar la delicia.
Ramón Vargas, domina todos los registros, todas las tesituras, alcanza una calidad técnica inmejorable con cada interpretación y así le ha constado a la crítica y seguidores.
El deleite de escuchar Amor de mis amores, Solamente una vez, Cuando vuelva a tu lado o Muñequita linda, que completaron la oferta de la segunda parte del concierto, no se cambia por cualquier grabación en alta definición.
Otras piezas de Agustín Lara y María Grever, además de un popurrí de Armando Manzanero, lograron reventar a la audiencia, que hizo retumbar las paredes de la emoción. Y por si no hubiera regalado lo suficiente, Vargas se puso a mano con Roberto Cantoral para dar su versión de El triste.
Afuera, en los corrillos, en los pasillos, ya en la calle, entre ojos llenos de alborozo y un cuerpo en goce, no se hablaba de otra cosa mas que del regalo que el tenor mexicano vino a entregar con su canto fuerte y musculoso.
- Fotos: IEC/Especial