La nueva edición del texto de Raquel Tibol rinde homenaje al genio guanajuatense; este libro de arte, producido por Ediciones La Rana, será presentado en la próxima Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería (FILPM).
Se dice que no salió nunca de su pueblo, se dice que no estudió nunca pintura formalmente, se dice que si acaso conoció algunos alrededores de Purísima del Rincón…se dice mucho que pintó a Benito Juárez, se dice que tuvo uno y cien oficios -de vendedor de helados a obrero y cronista-, se dice que el purisimense vivió casi siempre pobre y también se dice que fue uno de los más grandes retratistas del siglo XIX mexicano.
A Hermenegildo Bustos (1832-1907) se le han “colgado” muchas historias, como si de ex votos o milagritos se tratase, e incluso que Diego Rivera, embelesado del trabajo del autodenominado, pintor aficionado, no lo nombra, sino que se refiere a Bustos como un genio anónimo.
Y quien mejor desgranó la figura del pintor fue la crítica de arte Raquel Tibol en el libro Hermenegildo Bustos. Pintor de Pueblo, que Ediciones La Rana reimagina en un soberbio volumen de libro de arte que devela vida y obra de uno de los más grandes artistas guanajuatenses.
“La pintura de Hermenegildo Bustos es fruto de una cultura europea que a lo largo de tres siglos se abrió paso, se infiltró, se injertó, se aclimató y, al fin, brotó como respuesta a específicas necesidades espirituales de una comunidad aldeana en el centro de México”, escribe Tibol en uno de los apartados del libro que recientemente se presentó en la FIL de Guadalajara.
Esta nueva edición (la primera se publicó en 1981) festeja los 25 años de La Rana como editorial y cierra la trilogía dedicada a su figura – Alteños y abajeños en la pintura de Hermenegildo Bustos, de J. Jesús Verdín y la nueva edición de Hermenegildo Bustos, su vida y su obra, de Pascual Aceves Barajas-
Para el director de La Rana, Mauricio Vázquez, este libro es icónico porque entre muchos aspectos, es un estudio formal y de un rigor de crítica de arte dedicado a Bustos, donde se aborda la importancia capital que tuvo para el desarrollo del arte mexicano y su importante presencia en museos y galerías del extranjero.
“Es nueva edición porque trae otra disposición de la curaduría de obras echa por Raquel Tibol. Separamos toda la obra formal de caballete y en la última parte pusimos junta toda la obra religiosa; ex votos, retablos y pintura mural de Bustos.
“Otra cosa importante de la nueva edición es que se revisaron las fichas del catálogo que vienen pormenorizadas a detalle. Hay una nueva portada, un trabajo muy cuidado de digitalización de fotos y el apartado final de obra (que va de 1850 a 1906), ya que observar juntas todas esas obras, sería imposible”, detalla el editor.
Impregnado fuertemente de una vertiente religiosa y pintor también de naturaleza muerta, a Bustos se le considera un maestro del retrato, cuya carga sicológica para develar con unos trazos el carácter de sus personajes, sorprende en un hombre que acostumbraba a llamarse a sí mismo “un indio”, “un aprendiz”.
Reseñas y artículos de galeristas, críticos, historiadores, curadores y escritores se deshacen en halagos por la maestría insólita de Hermenegildo Bustos, nacido en el Bajío

En un extenso artículo publicado en 2005, Marco Antonio Campos escribe:
“Bustos tocaba una sola cuerda con los colores de la paleta, pero la tocaba como un músico de prodigio. Pintó con talento indiscutible las pechinas y el altar de la parroquia, pintó retablos y bodegones, pero su genio, estamos seguros, se mostró sólo en el retrato. Lo increíble es que lo haya hecho en la superficie inusual del latón y en dimensiones que no alcanzaban a menudo los cincuenta centímetros (…)
“Las caras de Bustos nos son tan familiares que nos parece haberlas visto muchas veces, no en el norte o en el sur de la República, sino en las ciudades y pueblos y ranchos y ejidos del occidente y del Bajío. Sus nombres mismos tienen como una sonoridad y una magia rulfianas: Agapita, Agripina, Fermina, Refugito, Vicenta, Albina, Clemencia, Severa, Micaela, Candelaria, Macrina, María Justa, María de los Remedios, Jacinta, Jesús, Román, Abundio, Basilio, Eulalio, Eduwigis, José María del Pilar, Urbano… Ignoramos quiénes son los retratados, ignoramos todo sobre su vida, pero al ver sus caras, pese a saber que observamos una galería de fantasmas, los pensamos vivos e imaginamos sus grandes ilusiones que terminaron sin ninguna luz. Nos parecen cada uno distinto del otro y nos parece que Bustos los atrapa y nos revela en un instante el secreto de su carácter, no sólo por el conjunto de las facciones, sino en la particularidad exacta: ya por el fulgor vivo o la sombra triste de una mirada, ya por un ceño duro o unos labios delgados y apretados.
“Nos permite recobrar en ese instante la rusticidad de un sacerdote, la robusta placidez de las mujeres maduras, la mirada despierta e inteligente de un niño, las represiones religiosas de Lucía Aranda Esparza y de Eustasia Parra, el desdeñoso resentimiento de la “mujer del collar”, la inseguridad ante la vida de Luciano Barajas, las tristezas y las penas de mucho tiempo en los ojos de Eduwigis Ruvalcaba, los sueños sin realización de Vicenta de la Rosa… Nadie que ha visto los ojos de los retratados por Bustos puede olvidarlos: esos ojos parecen resumir una vida que en general ha sido de temor ante Dios y desconfianza ante la vida. Bustos toma un instante, el instante exacto que define una personalidad, y nos devela el misterio para entrar en otro imposible de develar del todo: el del arte”.
Mauricio Vázquez explica que, con este libro, la editorial estatal retoma la buena senda de la publicación de libros de arte de mediano y gran formato.
“Ediciones La Rana siempre ha tenido ese aliento de preparar libros para los grandes autores y artistas de Guanajuato, ellos son pilares en la producción de arte y merecen ese tipo de ediciones.
“El próximo año también es el centenario del nacimiento de Raquel Tibol y este libro lo vamos a presentar en grande en la Feria de Minería”.
Para el director editorial de La Rana, Hermenegildo Bustos. Pintor de Pueblo, es un texto para el público interesado en los artistas de Guanajuato, particularmente en Bustos que, a pesar de que “es un genio”, los detalles y capital importancia de su vida y obra es aún poco conocida en Guanajuato
“El libro va primero dirigido al gran público que desee conocer al personaje, pero también está directamente dirigido a los estudiosos del arte en México, a los interesados en el retrato del siglo XIX en México particularmente”, resume Mauricio Vázquez.
Hermenegildo Bustos murió el 28 de junio de 1907 a los 75 años. Su obra puede apreciarse en el Museo Alhóndiga de Granaditas de Guanajuato, el Museo Nacional de Arte en la Ciudad de México y el Museo Hermenegildo Bustos de la Ciudad de Purísima, principalmente.
- Fotos: Especial/IEC