No sé si es posible afirmar que Martin Heidegger es el principal filósofo moderno de Europa en el siglo XX. Es probable.

En caso de serlo, habría que acordar, como ya se ha corroborado cientos de veces, que Ser y tiempo (1927) es su obra cumbre, pues marca un punto de inflexión donde se establece una crítica novedosa sustentada en la posición del ser en el mundo (Dasein) con mucha fuerza filosófica, prescindiendo de una teoría del conocimiento y haciendo una crítica de fondo a las guerras, a la realidad industrial y a la técnica y sobre todo a la posición del individuo (el Ser).

En el momento de preguntárselo, asumimos –según este filósofo- que en la pregunta misma lleva una posible respuesta, aunque ello no pueda definirse a través de meras palabras.

Heidegger se vale de un extraordinario lenguaje, de un estilo literario propio, para llegar a conclusiones sorprendentes; desea hacernos partícipes de una ontología donde el ente, la temporalidad y lo inevitable de la muerte nos salen al paso. Lo óntico, esto es, lo que otorga el sentido a las cosas, no ofrece en este caso respuestas implícitas o definitivas, pues tales realidades existen por sí mismas, y entonces nuestro filósofo postula que “el ser determina al ente”, y es también susceptible de ser hallado mediante un proceso intelectivo: la interpretación.

Y es entonces cuando surge el concepto de Dasein, del “estar ahí”, el “existir ahí”, pues el ser ha sido arrojado a su existencia de modo inevitable, y ello mismo implica una extraordinaria posibilidad de ser como reto: asume su ser o no lo asume, evitando al mundo (la muerte), pero la posibilidad siempre está ahí presente. Posee libertad para decidir, o sobre qué va a hacer para llegar a ser.

En efecto, mis palabras ahora resultan ineficaces para aclarar las intrincadas ideas de Heidegger. Digamos que este existir en estado latente conecta la posición de Heidegger al pensamiento existencialista, que tendrá auge pocos años más tarde

Mientras tanto, en la posición de este pensador la conciencia del ser temporal conecta al ser humano a otra idea presente en este libro: el ser existe en un escenario o en un horizonte que le permite concebir su existir interpretando ese mundo. Se encuentra pre-determinado por una cultura y por un conjunto de fenómenos que lo determinan (la herencia, la familia, las instituciones) y tiene también la posibilidad de cambiar su propia realidad y la de los suyos si así lo desea (en principio) pero, al mismo tiempo, esa conciencia del ser temporal y finito genera una angustia (su existir tiene un final) y esa finitud es una certeza que debe cumplir por sí solo, aunque esté rodeado de una sociedad o de una familia.

De tal modo esa muerte concede un sentido a su vida, forma parte de ella. No se trata de un sentimiento pesimista o trágico (como en Unamuno, por ejemplo) sino más bien de una realidad estimulante que le impulsa a buscar una existencia genuina, en el tiempo limitado que tiene su existir.

Todo esto significa que el ser y el tiempo están inexorablemente ligados, según Heidegger. Basado en sus inicios al principio de una fenomenología (Husserl) de volver a las cosas mismas, Heidegger hizo una ruptura con el tradicional esquema sujeto-objeto de conocer, y destacó a la praxis como un elemento primordial del ser humano frente al mundo, sugiriendo que el hecho de vivir no precisa de un conocimiento teórico porque es anterior a éste; por lo tanto, la noción de objetividad no se puede aplicar aquí, pues la vida debe ser experimentada como un acontecimiento no predeterminado o definido: el ser para Heidegger es el ser-ahí, no se encuentra determinado por la presencia inexorable del presente, sino que se va desplegando entre su nacimiento y su muerte: el ser ha sido eyectado a una existencia fáctica y puede formularse sus preguntas, en cuanto ser.

De aquí en adelante surge una hermenéutica –recogida luego por Gadamer- de lo fáctico y del comparecer frente al tiempo. Está también presente en Heidegger el concepto de lo mundano (es decir, de lo inauténtico, sin implicaciones morales o religiosas) relacionado, en este caso, al hecho de que el ser no vive, sino que es vivido, se halla subyugado por una especie de tiranía del “se” (“se” dice, “se” comenta, “se” cree, “se” piensa) o del ser para la muerte; entonces surge la cura, como constituyente misma del ser-ahí, la cual vuelve permanentemente.

Se trata de conceptos complejos que, al ser sintetizados en extremo, pierden seguramente el valor expositivo que Heidegger les confirió originalmente.

El asunto del destino y el de tener un destino histórico es también otro tema en Heidegger, quien se propuso a toda costa abandonar el lenguaje de la metafísica para crear uno propio, cuestión que logró con creces

Luego del auge de filosofía economicista, de la sociología, la psicología y de otros pensadores de la antropología, la semiótica, el estructuralismo y la posmodernidad, la obra de Heidegger entró en un declive y fue relegada, cosa que se acentuó cuando Heidegger confesó haber colaborado con el régimen fascista de Hitler durante la Segunda Guerra Mundial.

Su obra ha influido todas las disciplinas posteriores en el siglo XX, y consta de por lo menos unos cien volúmenes, pues dejó innumerables manuscritos sin publicar que constituyen uno de los monumentos filosóficos del siglo XX.

Entre algunas de sus obras traducidas al castellano citamos Carta sobre el humanismo (1947), El problema de la realidad en la filosofía (1912), El concepto de tiempo en la ciencia histórica (1916), Kant y el problema de la metafísica (1929), La esencia del fundamento (1919), Qué es metafísica (1929), Las doctrinas de Platón acerca de la verdad (1947), De la esencia de la verdad (1943), Sendas perdidas. Sobre arte, poesía y filosofía (1950), Construir, morar, pensar (1951), Introducción a la metafísica (1953), Ser, verdad y fundamento (1947), La cuestión de la técnica (1953), Qué significa pensar (1954), Sobre la cuestión del ser (1958), El principio de razón (1958), Identidad y diferencia (1957), El origen de la obra de arte (1960), dos enormes volúmenes sobre Nietzsche (1961) y La tesis de Kant sobre el ser (1962).

En mis estudios académicos en la Universidad de los Andes leí maravillado la extraordinaria obra (traducida por García Bacca) Hölderlin y la esencia de la poesía, (1943) uno de cuyos fragmentos pasamos a reproducir a continuación por su relevancia en cuanto a innovación en los puntos de vista para examinar el fenómeno estético.

En éstos abordajes, Heidegger nos dice que “la poesía es la instauración del ser por la palabra”, y que poéticamente habita el hombre sobre la tierra”.

El lenguaje vendría a ser entonces reino de acción de la poesía, y la esencia del lenguaje estaría en esencia misma de la poesía. Para desarrollar esta idea toma a Hölderlin como ejemplo, para mostrar esa esencialidad y hallar en él rasgos comunes a todos los grandes poetas.

Entonces, el habla sería un instrumento del que dispone la posibilidad humana; los hombres somos diálogo, mientras el tiempo se desgarra permanentemente.

  • Pintura: Jean-Auguste-Dominique Ingres