Es conocida esa figura de la persona escondida detrás de la cortina espiando afuera lo que hacen los vecinos. ¿Quién será ese tipo que entra a veces a la casa de la mujer de enfrente? Qué casualidad que llegue justo cuando el marido, que es piloto, no está. Ahí están los niños de la esquina pisoteando de nuevo las hortensias de la vieja de la casa amarilla. Otra vez una caja grande de Amazon para los del 45. ¡Qué tanto comprará esa gente! Hum, hum.
Los seres humanos tenemos, en general, un instinto de vigilancia. En primera instancia, observamos a los otros por precaución, para saber si su proximidad representa o no para nosotros un peligro. Pero cuando la observación del otro lleva el propósito de espiar sus actos, juzgarlos y hacer de policía, hay una intención malsana, estamos moviéndonos en aguas oscuras del comportamiento humano. Ya no es mera observación, es vigilancia.
Vigilar para criticar, para descalificar al observado, no porque éste represente un peligro para mí, sino por razones de tipo moral, porque me parece que esa persona está haciendo algo indebido, algo que va contra las reglas del sistema establecido. Y quizás en el fondo, porque esa persona está haciendo algo que, aunque me disguste, yo también quisiera hacer pero no me lo puedo permitir, o no me atrevo. Quizás.
Tuve que pensar en este tema a propósito de algo que sucedió ayer. Oí el timbre de la puerta y fui a ver quién era. Un desconocido. Un hombre muy enfadado que me dijo que vivía en el edificio de al lado, y quería avisarme que acababa de poner en el corredor, frente a la puerta de mi vecino de apartamento, una enorme bolsa de basura. Según él, mi vecino era un individuo desconsiderado e incivil, a quien no le importaba dejar sus desechos en cualquier lugar en la calle. No era la primera vez que mi vecino dejaba una inmunda bolsa de basura a poco metros de su puerta.
—Pero, ¿cómo sabe usted que esa bolsa de basura es de mi vecino? —le pregunté.
—Porque la abrí —me dijo—, y revolviendo el contenido encontré un sobre con su nombre y dirección. Por eso sé que es de ese apartamento.
Ahí estaba, en efecto, la bolsa negra de basura abierta y medio caída, en el suelo un sobre bancario con el nombre del vecino junto a un montón de cáscaras de camarón. Qué asco. Ahora todo el corredor apestaba a pescado podrido.
Este hombre había querido darle una lección a un vecino desconsiderado. Pero eso no fue lo que me dejó pensando. Fue el hecho de que el tipo se tomara la molestia de abrir una bolsa de basura encontrada en la calle, revisar su inmundo contenido con el fin de encontrar a un culpable y castigarlo
Durante los regímenes comunistas, una de las principales fuentes de información para las agencias de seguridad era la de los vecinos. Cuando cayó el gobierno de la Alemania Oriental, la RDA, se pusieron a disposición del público los archivos secretos de la Stasi, el órgano de seguridad e inteligencia del gobierno.
Mucha gente pudo comprobar entonces el nivel de vigilancia al que los tenía sometidos el Estado, con frecuencia con la colaboración de los vecinos de la calle. Qué mejor que ellos para ver quién entraba, quién salía, qué movimientos sospechosos se producían en la casa del individuo observado.
Pero no se necesita un régimen autoritario para que la gente común y corriente se comporte como espía, policía y juez, sin que nadie se lo pida. Hay sociedades más controladoras que otras. En Europa la gente habla de los países del norte y los países del sur para explicar diferencias de comportamiento.
La vida en los países del norte (países nórdicos, Alemania, Suiza) está más regulada, más organizada, la gente tiende a ser más respetuosa de la ley. En el sur (España, Italia, Grecia) hay un margen más amplio para el desorden y la desobediencia.
En la esfera política, en toda Europa, norte y sur, dominan (todavía) los sistemas democráticos, y la gente tiene libertad de expresión. Y en la esfera del civismo, del comportamiento social, aunque es muy probable que la mayoría de los ciudadanos suizos depositen sus bolsas de basura en los lugares adecuados, porque consideran que es lo mejor para la comunidad, también es probable que una minoría algunas veces no lo haga, por pereza, porque no le dio tiempo, porque no le importa.Es frente a esta actitud irresponsable de algunos cuantos ciudadanos, que el suizo ordenado se pone a actuar como espía-policía-juez, sin que nadie se lo diga.
Esto fue lo que motivó al hombre que nos puso la bolsa de la basura en el corredor: después de espiar a mi vecino, recurrió a algo tan bajo y desagradable como abrir una bolsa de basura en busca de evidencias, hasta que agarró al culpable con nombre y dirección, y decidió castigarlo.
Ha podido denunciarlo, pero lo que hizo fue más contundente, se tomó la ley por su propia mano. (Hay que tener en cuenta que, en estas épocas de excesiva producción y excesivo consumo, la excesiva basura es una de las grandes fuentes de conflicto de la vida en las ciudades)
Hoy día vivimos en la era de la vigilancia. Nuestros teléfonos móvil, tabletas y computadores nos espían continuamente. Y si no los usamos, de todos modos, afuera en las calles, en los parques, por todas partes hay cámaras que nos pueden reportar a las autoridades si hacemos algo ‘indebido’.
Si ese tipo no hubiera pillado a mi vecino con su bolsa de basura, tarde o temprano lo habría hecho una de las tantas cámaras localizadas en nuestra calle.
Hace un tiempo Google sacó un timbre de uso en las puertas de las casas, Ring. Con este timbre la gente se sentiría más segura porque puede ver quién está llamando. Y como funciona con una app en el teléfono, entonces aunque uno esté de vacaciones en el otro extremo del mundo, siempre puede ver quién está timbrando.
Y como, además, la cámara tiene una cobertura amplia, si se deja encendida, también se puede espiar quién entra y sale de las casas de los vecinos. ¡Qué gusto para los vecinos vigilantes! Aunque ya no haga mucha falta porque el sistema mismo se ha convertido en el vecino vigilante. Uno mucho más eficiente.
La mujer del piloto, del ejemplo mencionado antes, va a estar en problema si su esposo decide colocar un Ring de Google en la puerta. Y como sigamos así, los adulterios serán cosa del pasado.
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