Un manuscrito inédito escrito por el gran astrofísico y divulgador científico Carl Sagan, de poco menos de dos cuartillas, ha sido recién descubierto en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, y aún a casi 40 años de haber sido escrito, mantiene una vigencia admirable.
El manuscrito, que pertenece a la Colección Seth MacFarlane del Archivo Carl Sagan y Ann Druyan, aborda en un breve, pero contundente análisis y reflexión, cómo la superstición y la pseudociencia persisten frente a la ciencia.

Aquí la traducción al idioma español:
21 de septiembre de 1979
“ ‘La superstición [es] cobardía ante lo Divino’ ”. Así lo dijo Teofrasto, contemporáneo de Aristóteles y Alejandro Magno. Vivimos en un universo donde los átomos se forman en las estrellas; donde la vida surge de la luz solar y los relámpagos en el aire y las aguas de planetas jóvenes; donde la materia prima para la evolución biológica a veces se crea mediante la explosión de una estrella en el otro extremo de la Galaxia; donde la materia puede unirse de forma tan sutil que adquiere consciencia de sí misma; donde algo tan hermoso como una galaxia se forma cien mil millones de veces; un universo de cuásares y quarks, copos de nieve y luciérnagas; donde puede haber agujeros negros y otros universos y seres inteligentes tan lejanos que su tecnología nos parecerá indistinguible de la magia. ¡Qué pálidas son, en comparación, las pretensiones de la superstición y la pseudociencia! ¡Qué importante es para nosotros perseguir y comprender la ciencia, ese esfuerzo típicamente humano, imperfecto e incompleto, sin duda! Pero el mejor medio para comprender el mundo que conocemos. No hay aspecto de la naturaleza que no revele un profundo misterio, que no conmueva nuestra admiración y asombro. Teofrasto tenía razón. Quienes temen al universo tal como es, quienes pretenden aparentar un conocimiento y control inexistentes y un Cosmos centrado en los seres humanos, preferirán la superstición. Pero a quienes tienen el coraje de explorar la trama y la estructura del cosmos, incluso donde difiere profundamente de nuestros deseos y prejuicios, a esas personas pertenece el futuro. Las supersticiones pueden ser reconfortantes por un tiempo. Pero, al evitar el mundo en lugar de confrontarlo, están condenadas. El futuro pertenece a quienes son capaces de aprender, de cambiar, de adaptarse a este exquisito cosmos que hemos tenido el privilegio de habitar por un breve instante”.
- Xilografía: Autor anónimo, 1539.