Vamos desde el principio…
El hombre está sentado frente a la máquina dispuesto a escribir. Vamos, desde el principio. Con un par de líneas evidentemente alusivas a Erasmo de Rotterdam y un estulto desapego a los convencionalismos del arte; a sus circuitos transitados por la egolatría de un renombre, a la distancia cada vez más densa entre los nuevos auditorios y a la pronta desfachatez de autores que tropiezan con el argumento de su primera idea.
A últimas fechas la cultura ha sido tachada de ajena, de selecta, de sobrehumana. Adelanten su opinión y juzguen al gusto el devenir del texto. Vamos, desde el principio. Atreveré hablar de locura como me fue enseñado desde pequeño a indagar en la cultura, pues no encuentro mayor divergencia entre locos y cultos sino aquella que solamente pueda adjetivarse de presunción. Lo que encuentro es una suerte de estulticia mal navegada entre los medios y la sociedad, una necesidad imperante de nublar el tema a dialogar, de sobregirarlo, de arrebatarlo con impunidad.
Por ello divierto abogando por toda colección de eventos cotidianos que satisfagan nuestra concepción de cultura, la del consumo personal, la de todos nuestros días, precisamente esa con el poder necesario para vestir a locos y cultos. Que importa la faz del acto o su color distinto, cuando lo significante es la sola presencia de un lector, de un oyente, de un comensal; de un dignatario que atreva prestar la atención crítica de todo código de comunicación existente en derredor, anteponiéndose, como reza el título, al discurso lato y meditado que no logra disipar el malhumor de los ánimos. Se trata de cobrar cultura por nuestras propias manos, vamos, desde el principio, como epígrafe que cualquier texto básico advierte.
Porque no está de más acercarnos a jóvenes inyectándose las retinas con Netflix y su atrayente oferta audiovisual; al empresario dependiente de la tecnología y sus espectaculares avances que ya conforman nuestro presente; al veterano artista de la calle que comprende a la perfección los códigos urbanos y es pieza indispensable de la arquitectura citadina, o incluso atender a esa persona extraña en la mesa de un costado cuya única amenaza que guarda es una conversación exquisita y ajena a todo aspecto convencional.
Se trata de cobrar cultura por nuestras propias manos, vamos, desde el principio, como epígrafe que cualquier texto básico advierte
A lo anterior cabe perfectamente el etcétera de su convicción, pues cada espíritu, una posibilidad. Mis favoritos son los preteritómanos, consumiendo sus dosis diarias de recuerdos, obligados a repasar epílogos que entregaban allá por los días de escuela. Quien mejor que ellos para tomar el rumbo de la historia. A esto sumamos la numerosa fauna artística que a cada día emerge en un perfecto antónimo de extinción; matemática social cuyo resultado depende de la voluntad propia, de la locura y del compromiso perspicaz de consumo.
El motivo de este texto con tan raro atavío es que me ha dado por hablar precisamente de esta locura y la suma de sus factores. Indaguemos entonces la puesta en escena, el ejercicio curatorial, la expresión personal, la igualdad, las bellas artes, la política y la identidad; hablemos de lo cotidiano y de lo sublime, del género, la educación, los espacios idóneos, las creencias y la inclusión; aprendamos del deporte, de la melomanía, del código moral, la familia, el cine, de cada profesión y del lenguaje. Vamos, desde el principio. No tengamos por cultos a personajes de nada ni a falsas alabanzas. Comprometámonos con ese click decidido a compartir alguna idea en la red social de su preferencia, surcando el derecho de palabra bajo renuencia de caer en la legión de imbéciles que repudiaba Eco.
“Como si la sabiduría no pudiera desengañarse con una sola mirada aun sin mediar la palabra”
Al igual que Rotterdam, no pretendo exhibir el ingenio a la usanza de un simple y vulgar abuso retórico. Se trata de insistir en cobrar cultura por nuestras propias manos. “Como si la sabiduría no pudiera desengañarse con una sola mirada aun sin mediar la palabra”. Pero basta de este asunto. Vuelvo al hombre sentado frente a la máquina dispuesto a escribir… Vamos, desde el principio.
- Ilustración: Alberto Pazzi.