La memoria me traslada a la obra del cineasta Wes Anderson al lejano 2001 cuando en las carteleras de aquel año, se estrenaba en México ‘Los excéntricos Tenenbaums’, una ácida comedia que retrataba los sinsabores de una familia disfuncional encabezada por Royal Tenenbaum (Gene Hackman) quien intenta de manera desesperada reestructurar a su clan.
Anderson era entonces un joven director con apenas 32 años y ya por entonces daba los visos suficientes para empezar a catalogarlo como una promesa que años después cuajaría para convertirse en un mago de la imagen y la narración fantástica, surreal, nostálgica y preciosista que hoy sus seguidores esperan con ansias cada vez que Wes anuncia un nuevo proyecto.
Y es así que una de sus recientes propuestas puede verse ahora en Netflix. Estrenada en días pasados, la nueva ambición artística de Anderson es una serie de cuatro cortometrajes basados en cuentos del escritor gales Roald Dahl
El cineasta nacido en Houston hace 54 años, conjuga un maravilloso cuadro multicolor en donde la imagen y las letras se combinan para entregarnos un manjar de historias.
Cabe decir que las cuatro narraciones del escritor en manos del director no sólo mezclan la posibilidad del cine y la literatura, son un mosaico que también alcanza el arte de los cuenta cuentos, el lenguaje teatral y la brevedad de la viñeta.
Anderson es Anderson en su nueva obra y Dahl seguro podrá sentirse orgulloso y satisfecho de los resultados entregados por Wes. Veamos.
La maravillosa historia de Henry Sugar
Un hombre puede ver con los ojos cerrados. Su historia se narra en un libro titulado A Report on Imdad Kahn: The Man Who Sees Without Using His Eyes. Henry Sugar termina fascinado por la narración del señor Kahn y él mismo intenta conocer los secretos para poder verlo todo sin necesidad del sentido de la vista.
Su objetivo es mundano: hacer fortuna en los casinos y acumular más dinero del que, sin embargo, ya tiene a manos llenas. Las circunstancias, sin embargo, le harán ver sin ver, otro propósito en la vida.
Protagonizada por Benedict Cumberbatch (Henry Sugar), Ben Kingsley (Kahn) y Dev Patel (Dr. Chatterjee), La maravillosa historia de Henry Sugar es como un abrir boca para disfrutar el cuento necesario que las abuelas narraban a sus nietos antes de ir a la cama
Anderson se regodea en la narración con los personajes hablándole a la cámara, con escenarios que van y vienen junto a los protagonistas, mundos llenos de magia y personajes estrafalarios que acompañan a Henry en su intento de emular a Kahn.
La historia de Dahl logra dibujar a la perfección la posibilidad de la imaginación, esa que los cuenta cuentos sumergen en sus escuchas para mostrar la fuerza ilimitada de la fantasía.
El cisne
En El cisne, Anderson aborda uno de los temas actuales más preocupantes: el bullying. Publicado en 1977 dentro del libro Historias extraordinarias, Dahl narra las desventuras de un infante llamado Peter Watson víctima de dos mozalbetes, Raymond y Ernie quienes se burlan de la amorosa afición que Peter profesa a las aves.
Sin pensamos en las notables barbaridades que Ernie y Raymond le infligen a Peter, podemos afirmar sin duda alguna que esta historia es de terror y la sangre de alguna forma llegará al río en algún momento de las desgracias del pobre chico.
Pero quizá previendo no azotar al espectador de manera gráfica, Wes Anderson es capaz de mostrar el sufrimiento de su protagonista sin tener que cerrar los ojos ante las aberraciones y la perversidad de sus acosadores
Narrado por Rupert Friend (Watson adulto), Anderson nuevamente recurre a la imaginación del espectador para que este sea el que dosifique el sufrimiento y el dolor del niño Peter.
La recompensa será darle a esta historia un final lleno de poesía que si bien dolorosa, apela a la posibilidad de ver en ella una reivindicación del atormentado personaje y su compasión por un cisne.
El desratizador
Roald Dahl se caracterizaba en su narrativa por practicar un lenguaje sencillo y directo, era un autor que cautivaba a los niños y podía captar también el interés del adulto, pero en El desratizador, Anderson adapta el cuento del escritor gales con una sensación de asco al darle parte del protagonismo a esos roedores considerados inmundos y sucios: las ratas.
En esta historia, un cutre, pero excéntrico y eficiente desratizador, se ofrece para acabar con la plaga de ratas que asola a un pequeño pueblo. Ralph Fiennes personifica de manera extraordinaria al aniquilador del sórdido animal, pero su presencia hace dudar a sus anfitriones, un periodista y un mecánico que incrédulos observan los métodos poco convencionales para acabar con la plaga.
Avena envenenada, un hurón que destroza a las ratas dentro de la camisa del experto y una inquietante mimetización entre el desratizador y sus víctimas que acuden a sus movimientos y gestualidad casi como reconociendo en él a uno de los suyos
Teatral y con los mismos mecanismos narrativos de los anteriores cortos, Anderson una vez más acude a la fantasía y muestra a las ratas del pueblo en manos de su protagonista con recursos mímicos que, sin embargo, logran adentrar en la mente de los espectadores la imagen del rastrero roedor.
Veneno
De las cuatro historias, Veneno es quizá la de mayor tensión. Harry Pope (Benedict Cumberbatch) es un británico afincado en la India y cierto día hace llamar a su asistente Woods (Dev Patel). Woods encuentra a Harry en su cama, inmóvil y sudoroso y con voz apenas audible le dice que no haga ruido, que una krait (serpiente muy venenosa) se encuentra en su abdomen debajo de su pijama.
El doctor Ganderbai (Ben Kingsley) acude a su auxilio para tratar de salvar al británico. Son 15 minutos de una tensión in crescendo y revela a sus tres protagonistas en todo el esplendor de sus personalidades: la fidelidad inquebrantable de Woods, la seriedad profesional de Ganderbai y la soberbia brutal, a pesar de su delicada posición, de un Harry que mostrará el despotismo del occidental con luces de conquistador territorial.
La historia no acabará del todo bien. Anderson, de cualquier forma, seguirá siendo Anderson.
El abrazo total
No es la primera vez que Wes Anderson se acerca a las letras de Roald Dahl. En 2009 firmó otra gran adaptación del escritor con El fantástico Sr. Zorro, pero a partir de las cuatro historias comentadas en este espacio, el cineasta estadounidense confirma que la mezcla entre el cine y la literatura, cuando se da de esta manera, los resultados pueden ser embriagantes porque se unen dos personajes singulares: un literato capaz de alimentar la imaginación infantil y un director de cine que atrae también al adulto para converger en historias de fantasía y surrealismo desbordado.
No se puede decir menos del artista creador de un tal Charly y una fábrica de chocolates, de una niña llamada Matilda y sus poderes vengadores y un gigante bonachón y su amiga Sofía, todos esos personajes que han sido también llevados a la pantalla grande, pero que el creador de Viaje a Darjeeling (2007), El Gran Hotel Budapest (2014), Isla de Perros (2018) o Asteroid City (2023), ha mostrado que muy probablemente el gran Roald lo elegiría como su mancuerna perfecta.
- Fotogramas: Netflix