Ha habido un nuevo atentado del terrorismo yihadista, esta vez en Barcelona.

Es imposible encontrar razones para un hecho así, pero sus autores estaban muy seguros de lo que hacían porque estaban guiados por la fe. Han dejado un reguero de sangre y quince personas asesinadas. Además, ocho de esos criminales se han sacrificado como mártires y les espera el paraíso por su forma de morir.

A las víctimas no se les puede ya preguntar qué fe profesan, pero se han celebrado diversos actos interreligiosos en Barcelona en su homenaje. También han hecho un funeral en la catedral con presencia de toda clase de autoridades incluido el rey Felipe VI. Asistieron representantes de todas las confesiones. Pienso que las creencias de uno no se deben de confesar, son particulares de cada cual, algo íntimo.

Quienes confiesan seguir alguna religión se ofenden con facilidad a causa de muchas cosas. Los más violentos de los ofendidos no perdonan a los que les ofenden, sino que se ceban en el odio hasta el punto de desear la muerte y el infierno a los otros. Unos pocos cumplen su fantasía cuasi erótica de matar infieles.

A quien no confiesa en lo que cree o simplemente no cree, parece que nada le puede ofender

Esas personas no tratan de convertir a nadie a su “no religión”. Simplemente rechazan prohibiciones de comer tal o cual cosa, no consienten que les impongan como vestir, no toleran que les digan cuándo o con quién acostarse. Estas personas no pertenecen a ningún colectivo, pero merecen el mismo respeto que los demás. De no ser así antes o después surgirán entre ellos los radicales, los violentos y los integristas del descreimiento. La violencia engendra violencia como la intransigencia genera intransigencia.

A los creyentes del vive y deja vivir no paran de darles el tostón con amuletos, dietas, religiones y demás asuntos del “tú lo que tienes que hacer”. Para los adeptos a seguir una corriente es cómodo hacer lo que está mandado y no pensar lo que se hace, pero es exigible a todos dejar en paz al prójimo. La estupidez es propia del género humano y se hace plaga cuando falta la razón.

Por eso prosperan distintos centros donde te ayudan a no pensar por ti mismo, sitios donde te dirán qué hacer cada hora del día y lo que no puedes comer y beber. Las cabezas cuando están vacías se colman de lo primero que entra, si es fútbol tendremos un forofo que vestirá siempre la misma camiseta, si es religión lo que llena esa cabeza hueca, tendremos un integrista orgulloso.

Este hecho se produce también a través de ideologías, dietas, echadores de carta y un largo etcétera. En la cabeza humana caben muchas cosas y la razón nunca la llena, de hecho, cuanta más razón hay en ella más espacio queda para todo.

El uso del intelecto impide que se asiente el sectarismo en el cerebro primero y después en el corazón.