When the nigth has come and the land is dark
and the moon is the only light we´ll see
no, I won´t be afraid, oh, I won´t be afraid
Just as long as you stand, stand by me.
(Ben E. King)
Hay una canción, una película, un personaje de esa cinta y el actor que lo protagoniza, que resulta imposible no asociarlos cuando uno u otro elemento de ese conjunto se nombran, se leen o se recuerdan. La canción y la película comparten nombre: ‘Stand by me’, el personaje es Chris Chambers y el actor, River Phoenix.
Es 1987 y en México se estrena dicha obra dirigida por Rob Reiner basada en la novela El cuerpo, de Stephen King. El público mexicano la conoció como Cuenta conmigo, título nunca mejor aplicado a una historia de maduración adolescente y considerada al menos por quien esto escribe, como una de las mejores road movie filmada en la etapa final del siglo XX.
La primera toma de Stand by deja a ver a un hombre de mediana edad dentro de su camioneta estacionada a la orilla de un camino rural. El hombre es Gordie Lachance (Richard Dreyfuss), el entrañable amigo de Chris Chambers. Lachance luce pensativo luego de enterarse por medio de un periódico, que su viejo cómplice de la infancia fue asesinado a puñaladas dentro de un restaurante.
La cinta de Reiner luego discurre en los recuerdos del Gordie adolescente y su inquebrantable amistad con Chambers, Vern Tessio y Teddy Duchamp, quienes un día, a finales de los años 50 del siglo pasado, se embarcan en una aventura que los llevará a la búsqueda del cadáver de un niño arrollado por el tren.
Resulta no menos imposible pensar en que Chambers murió de manera trágica y que siete años después del estreno de la cinta, River Phoenix moría con la misma violencia que su personaje, aunque en circunstancias enteramente distintas. Una sobredosis de heroína, morfina, cocaína, marihuana, efedrina y Valium a las puertas del The Viper Room -un antro de moda en los años 90 en Los Angeles-, acabaría con uno de los jóvenes actores más prometedores de finales de la centuria pasada.
Phoenix nació en Oregon, Estados Unidos, el 23 de agosto de 1970 y apenas el pasado 31 de octubre se cumplieron 30 años de aquella espeluznante noche para River y su familia
Las notas periodísticas de la época y las que años después se siguen contando, narran que Phoenix comenzó a sentirse mal luego de beberse una taza con cierto líquido que a la postre, en la autopsia hecha, se sabría que contenía una bomba molotov de drogas que destrozaron en minutos la vida del joven actor.
La muerte de Phoenix se dio en presencia de su hermana Rain y de su hermano menor el también enorme actor Joaquin Phoenix, fueron imposibles los intentos por reanimarlo, los paramédicos que lo atendieron hicieron esfuerzos inútiles por volverlo a la vida. Nada había por hacer, River se iría en la madrugada del 31 de octubre para que, desde ese momento, se le reconociera como un ícono de la industria del cine en Hollywood y para muchos más, el nacimiento de una leyenda.
Pensar en River Phoenix como una leyenda, quizá caiga en la necesidad mediática de encontrarle sentido a una muerte tan absurda y a tan temprana edad. Phoenix no escapó a la fama que el fin de una vida le otorga a quien dice adiós apenas a los 23 años.
Equiparar al actor de Stand by me con figuras como Rodolfo Valentino, fallecido a los 31 años o con James Dean quien se fue de este mundo a los 24, no es precisamente invocar palabras mayores porque el contexto de la muerte de Phoenix sería mejor aquilatarlo por su extraordinaria capacidad actoral, tan superlativa que no es descabellado pensar que se hubiera convertido en uno de los mejores actores de finales del siglo XX e inicios del XXI. Lo era ya de su generación al momento de su morir.
Los hubiera, sin embargo, dicen que no existen, por eso es preciso acudir a los hechos y no a los pronósticos post mortem. Nadie puede negar que el joven River era un actor completo, capaz de poderosas interpretaciones y de interiorizar en los espectadores un convencimiento pleno de sus personajes y una sensación inequívoca de que veíamos a un fuera de serie.
Las quince películas en las que actuó entre 1985 y 1992, más los proyectos cinematográficos no realizados, dan cuenta de la prolífica carrera de un joven que estaba llamado a niveles de leyenda en vida y no al mismo concepto que la muerte otorga en forma de consuelo o forzado reconocimiento para alguien que no cristalizó lo que de él se esperaba con sobrados elementos de prueba.
De River Phoenix se decía, sin embargo, que su gran pasión era la música por encima del cine. Distinto a los demás, su éxito temprano en la pantalla grande no lo distraía de su sueño musical a pesar de ser el objeto del deseo más buscado en Hollywood a mediados de los 80 y principios de los 90
Phoenix amaba la música y junto a su hermana Rain, formaron una banda llamada Aleka´s Attic, sin embargo, el peso de la monstruosa industria a la que pertenecía y a la que se debía, le impidió dedicarse a esa pasión en la fastuosa medida en que su presencia en el cine sí le dio.
El joven, pero experimentado actor, empezó a fumar marihuana durante el rodaje de Stand by me misma época en donde sus biógrafos aseguran, también perdió la virginidad. La vida se le empezó a presentar de manera acelerada, vertiginosa, una forma de existencia si no recomendable para nadie, menos aún para un chico que desde su niñez y adolescencia los reflectores eran paradójicamente su sombra y compañía permanentes.
¿Hasta dónde pues un imperio mediático como lo es Hollywood puede influir en un actor y actriz joven cuando las necesidades mercantilistas mandan sobre la salud emocional de sus agremiados? Se ha dicho hasta el cansancio que la fragilidad emocional de un niño y adolescente crece de manera exponencial cuando el dinero, el reconocimiento y el seductor brillo del espectáculo, se aposenta en la percepción de una vida que no ha terminado de calibrar la madurez necesaria para entender la fugacidad pasmosa del espejismo paradisíaco de la fama.
La familia de River Phoenix dijo en su momento que la drogas no eran, ni fueron un elemento que definiera la personalidad del malogrado artista, apelan a una mala jugada del destino, a uno de esos momentos desgraciados que noquearon en apenas unos minutos la vida extraordinaria de un muchacho apasionado de la música y actor bestial de la pantalla cinematográfica.
Pero como suele decirse, a los que mueren hay que recordarlos por sus actos de vida que enriquecieron el mundo. En el caso del gran River es mejor pensarlo, imaginarlo y homenajearlo viéndolo otra vez en Stand by me como el entrañable Chris Chambers, en Indiana Jones y la última cruzada como el joven Indy o como Eddie Birdlace, el bromista cruel, pero con una profunda capacidad de amar en esa pequeña joya infravalorada que es El amor es un juego cruel, de la directora Nancy Savoca.
River Phoenix es y será una leyenda inacabada porque la muerte le negó el derecho de convertirse en un legendario actor vivo que debimos haber visto finalizar su vida en el pináculo de una larga carrera y no en la incipiente, pero productiva lista de cintas que valdría la pena volver a ver.
- Foto: Lance Staedler