“Mi querido amigo:
Sea bienvenido a los Cárpatos.
Le aguardo impaciente.
Duerma bien esta noche”.
(Drácula. Bram Stoker)
Cuando pensamos en las clásica películas del terror o de la ciencia ficción como El Gabinete del Dr. Caligari (Robert Wiene. 1921), Metrópolis (Fritz Lang. 1927), Drácula (Tod Browning. 1931), Freaks (1932) del mismo Browning, Frankenstein (James Whale. 1932) o Nosferatu (F.W. Murnau.1922), pensamos también que son obras seminales del horror que uno debiera dejar descansar en paz, como en paz se deja descansar a los muertos.
Dichas obras han dejado en el imaginario colectivo del cine, una huella tan profunda en su calidad narrativa e innovación para contarnos nuestros miedos más profundos, que creemos que nadie más debiera intentar hacer remakes de esos portentos narrativos, sin embargo, de vez en vez aparecen cineastas que se atreven a retar a la historia y el paso de sus muchos años para proponernos nuevas versiones de dichas cintas, aunque en primera instancia parezca una blasfemia siquiera intentarlo.
Los resultados pueden luego confirmar que nunca debieron salir a la luz esas nuevas versiones, pero debemos reconocerlo, en ocasiones el producto resulta ser una pieza maestra digna de aplausos y herederas más que merecidas de su antecesora.
Entre esas nuevas propuestas, el director Robert Eggers ha tenido el atrevimiento de lanzar una nueva versión del Nosferatu de 1922 y el resultado es una obra total de terror atmosférico, de un preciosismo fotográfico que incluso podemos oler el arte de la pintura en él y una ambientación tan oscura y perversa en cada rincón de Wisborg, la ciudad alemana en donde se desarrolla la historia durante la primera parte del siglo XIX.
Eggers logra así una muy digna y absolutamente respetuosa película a la que seguramente F. W. Murnau aprobaría sin duda porque como en la cinta de 1922, considerada por la crítica como un verdadero festín del horror.
El Nosferatu de Eggers es de una brutalidad pánica que no debía, no podía desmerecer la actuación mítica del actor alemán Max Schrek que para los verdaderos cinéfilos, representa la figura más estremecedora del vampirismo contemporáneo en el cine
Interpretado el Conde Orlok de manera excepcional por Bill Skarsgard y Ellen Hunter personificada por la prometedora actriz Lily-Rose Depp, Nosferatu es una pieza maestra.
Fotografiada por Jarin Blaschke en donde cada cuadro parece inspirado en cualquier pintor costumbristas del siglo XIX y al mismo tiempo una preciosa reinterpretación del expresionismo alemán y el más puro terror gótico.
Robert Eggers ya se había manifestado como un cineasta de alcances superlativos con una profundidad narrativa y atmosférica en su debut con La bruja (2015) y luego con El faro (2019) y El hombre del norte (2024), en todas ellas, el cineasta neoyorkino presentaba credenciales más que válidas para decirle a Murnau que era capaz de reinventar el paisaje onírico, asfixiante, erótico y terrorífico de su Conde Orlok de principios del siglo XX.
Ruleta Rusa se publicó el año pasado un texto del español Julio Ángel Olivares Merino quien escribía lo siguiente en Nosferatu de Murnau: cien años sin conciliar el sueño (19 de noviembre 2024):
“El ‘Nosferatu’ de Murnau atesora una cadencia hipnótica y casi esotérica. Concebido a partir del metrónomo que el realizador usó durante el rodaje, con una fotografía siniestra y poética a la vez, fruto de una escenografía sublime, impactante y acompañada de un posicionamiento de cámara que enfatiza la profundidad de los planos, una iluminación basada en el claroscuro –mérito también del camarógrafo Fritz Arno Wagner–, el filme garantiza la inmersión onírica y gradual del espectador”.
Ante tal antecedente, Eggers no decepciona y dice aquí estoy. Su Conde Orlok es una presencia penetrante en la psique del espectador al revelarlo como un ser decrépito, que exuda maldad y perversión en toda la esencia de su ser milenario, la voz profundamente grave y su dificultosa respiración le dan ese preciso aire de decadencia que necesita de manera voraz la sangre humana y el amor sí o sí de Ellen, la hermosa esposa de Thomas Hutter.
Nosferatu despliega su maldad y obsesión hasta el último gramo de su ser, Eggers homenajea así a F.W. Murnau y convierte su versión en una figura que respeta al vampiro de Schrek y lo acompaña, pero a sus espaldas
Si bien la obra del director estadounidense puede vislumbrarse con alta nota aprobatoria, no debemos olvidar que su producto tiene una semilla que creció fuerte, que ha trascendido las generaciones y que cuando hablemos de vampiros, primero estará Murnau, luego un clásico como el alemán Werner Herzog y su versión de 1979 y después, el todavía joven Robert Eggers, una trinidad que encabeza el teutón Murnau y a su lado dos respetuosos amantes del gran cine.
David Lynch
Si hablamos de historias como Eraserhead (1977), El hombre elefante (1980), Dune (1984), Blue Velvet (1986), Una historia sencilla (1999), Mulholland Drive (2001) o la serie Twin Peaks (1990), es preciso hablar del genio detrás de ellas. Y si gustamos hablar del surrealismo en el cine en alguno de los títulos mencionados, es necesario pensar detenidamente en su representante.
El genio de esas obras y ese representante del surrealismo cinematográfico se llama David Lynch y ese hombre murió el pasado 15 de enero, cinco días antes de su cumpleaños 79.
Según los cánones del periodismo, la muerte de un artista hay que reportarla y conocerla de manera casi inmediata, pero crear un texto sereno sobre su obra es preciso pensarlo, disfrutarlo y acariciarlo para encontrar las palabras precisas y fieles a un creador como el cineasta estadounidense, un hacedor de arte atemporal y vigente.
La Road Movie no dejará de pensar y escribir sobre el genio David Lynch en una próxima entrega. En tanto, veamos otra vez sus grandes obras, las mismas que alcanzan la inmortalidad, la etiqueta aurea de lo clásico, el reconocimiento de un público agradecido.
- Fotograma: Nosferatu