En el 2019 inicié el proceso de admisión y promoción docente 2020-2021, en educación básica, motivado por una búsqueda personal y por la propia necesidad de conocer, a profundidad, trámites y servicios que diagraman a la educación mexicana.
El aprendizaje ha sido importante. La decepción ha tocado a mi puerta.
La corrupción sigue gobernando a la Secretaría de Educación Pública (SEP) y a sus representaciones estatales; las palancas continúan pesando, el sindicato dicta leyes proteccionistas que empoderan a unos y humillan a otros; la opacidad, la discriminación y la ambigüedad en las convocatorias, prevalecen.
La Ley General de Educación, se muestra desvinculada de las bases del concurso: desde lo jurídico se habla de educación inclusiva, educación en valores y equidad, pero en la práctica, el propio sistema educativo federal, promueve la discriminación, la triquiñuela, la deshonestidad, la falta de transparencia, la estigmatización y el odio.
La pandemia les vino como anillo al dedo, parafraseando al Presidente de México. En la coyuntura actual, los atropellos contra los egresados de universidades públicas se han multiplicado, dejándolos con nulas posibilidades en la obtención de un empleo como docentes en el sistema de educación pública de México, nivel básico.
La convocatoria y sus numerosas adecuaciones extraordinarias, han evidenciado la eterna estrategia política de Andrés Manuel López Obrador: la radicalización, el señalamiento, la polarización, la división y la promoción de discursos de odio. En el libreto de la SEP, centrado en una convocatoria ambigua que contraviene los preceptos establecidos por la Ley General de Educación, el universitario es el malo, el enemigo, el conservador, el fifí, el villano, el burgués, el rival a vencer.
Pareciera que uno de los objetivos del proceso de admisión y promoción docente 2020-2021, es el sobajamiento permanente y sin límites, del egresado de universidades públicas. Es vergonzosa la forma en que la SEP ha manejado el proceso.
Huelga decir que sean universitarios o normalistas, el comportamiento de cientos de educadores en los espacios de Facebook, ha sido lastimoso y degradante.
El universitario acepta y respeta que preescolar y primaria, sean espacios educativos reservados para egresados de normales, pero también entiende que es válido buscar opciones laborales en secundarias federales, en tanto que se concursa por horas y por materias.
En secundaria inicia la especialización del conocimiento, premisa que justifica, profesionalmente, la presencia de universitarios. Desde luego, La Ley General de Educación y la convocatoria de ingreso al sistema, aunque amañada e inequitativa, permite la inscripción de perfiles universitarios.
En mi opinión, un egresado del CIMAT dando clase de matemáticas y un doctor en historia formado por el CIESAS haciendo lo propio con la materia de historia, en secundaria pública, es muy bueno para el sistema educativo mexicano.
Los normalistas defienden sus espacios, amparados en su formación. Considero su posicionamiento justo y lógico. Como digo, el universitario, de acuerdo con la legislación vigente, puede aplicar como maestro frente a grupo, únicamente, en secundaria: preescolar y primaria son espacios reservados, exclusivamente, para normalistas. Acoto el asunto para desestimar los reclamos generalizados de líderes sindicales y demás actores sociales que forman parte del sistema, respecto a la participación de universitarios en el proceso de admisión y promoción docente 2020.
El linchamiento del que ha sido objeto el egresado de universidad pública, es bochornoso e indignante, y del mismo, ha participado la Secretaría de Educación Pública, con su falta de transparencia y ausencia de equidad.
El discurso de odio que el Presidente de México, descarga cada mañana contra sus adversarios políticos, es una calca del proferido por normalistas contra universitarios. El ejemplo arrastra. “Si el Presidente lo hace en sus mañaneras, nosotros también”. El último atropello contra los universitarios, en la recta final para la asignación de plazas, es la inexplicable desaparición de comprobantes académicos, en sus expedientes.
- Ilustración: Leonard Beard