Es un fenómeno cultural que ha sido estigmatizado por su cercanía con las cantinas. A la norteña se le ubica y se le encuentra en torno a los centros de vicio.

Esta música es producto de las industrias culturales estadounidenses de la posguerra. Como mercancía cultural, se consolidó en la década de 1950 con Los Alegres de Terán.

El lector debe prestar atención a la construcción de este apartado. Metodológicamente, está elaborado con entrevistas, con periódicos y con la consulta de un par de libros. Las fuentes usadas deben ser de calidad académica y poseer valor al interior del tema estudiado. Al recorrer las siguientes páginas, se darán cuenta que la música norteña se aborda desde los datos biográficos de intérpretes, algo estándar en los estudios históricos de la música, pero también transitamos problemas como el plagio, la violencia y el machismo. Se considera el papel de las empresas cerveceras como patrocinadores y los espacios de actuación de la música norteña mexicana. El lector debe poner atención a los datos, al tratamiento de los mismos y a las fuentes utilizadas en la construcción del apartado. 

Los estereotipos sobre la norteña mexicana siguen vigentes. En una temporada de Vecinos, programa televisivo producido por Eugenio Derbez y transmitido por Televisa, los López-Pérez de Angangueo, Michoacán, son ridiculizados por los compañeros de condominio debido a sus gustos musicales. La matriarca de los López-Pérez escucha música de Cornelio Reyna, Chayito Valdés y Las Jilguerillas, circunstancia que le acarrea una fuerte reprimenda de la esposa de Frankie Rivers, un frustrado actor y director de cine. Vecinos es una serie que continúa reproduciendo estereotipos ligados a las músicas populares. Hay un problema para la nueva historia cultural en la descripción del hecho mediatizado. El personaje de Lorena, se refiere a la norteña como “música de cantina”.

Televisa retrata a Michoacán como periferia cultural de México. Recordemos el personaje de Jaimito El Cartero en la serie de Gómez Bolaños y las constantes mofas a Paracho, en sus telenovelas vespertinas, como centro productor de guitarras corrientes

Decían que Los Relámpagos del Norte eran unos monstruos, algo que nunca se había visto (Schkolnik, 2001, 17). Ramón Ayala y Cornelio Reyna, modernizaron a la música norteña mexicana. Evolucionaron al acordeón y al bajo sexto. Gracias a ellos, comenzaron a realizarse bailes, hoy denominados “masivos”, en los salones de Monterrey, además de mantenerse en las terrazas de los pueblos de Tamaulipas y Texas.

Servando Cano, productor de Los Relámpagos del Norte, recuerda un baile en la Terraza de San Nicolás, Nuevo León. En una noche de jueves, hicieron dos presentaciones. Metieron 10,000 personas. Se apoyaron en la TKR y en la BJB, para hacer la promoción. “En el baile se vendía soda y cerveza; las mujeres pagaban 20 y los hombres 40 pesos (Schkolnik, 2001, 33). Los Relámpagos ya tenían disquera en Estados Unidos. A raíz del éxito en San Nicolás, consiguieron sello grabador en México. Los Relámpagos del Norte estaban conformados por José Martínez El Barragas, Ramón Ayala Garza, Cornelio Reyna Cisneros y Richie Vela.

Las letras de la música norteña en las décadas de 1960 y 1970, se centraban en el enamoramiento heterosexual. Había seriedad en el trabajo del compositor. Destacaron Reynaldo Martínez, Basilio Villarreal, Homero Aguilar, Rosendo Montiel y el propio Servando Cano con No pasa nada, Ni que tuvieras tanta suerte y Pero cómo voy a odiarte. El primero grabado por Los Herederos de Nuevo León, el segundo por Los Invasores de Nuevo León y el tercero por Los Rancheritos del Topo Chico (Schkolnik, 2001, p.56). Los Relámpagos del Norte transformaron a la música norteña.

Me daba coraje cuando me decían que era música de cantina” (Schkolnik 2001) subraya Cano, quien es el empresario responsable, junto con Oscar Flores, de posicionar a la música norteña en el centro de México. “Mi objetivo era lograr que fuera un éxito, que alcanzara otros niveles hasta dejar de verla como música para cantinas (Schkolnik, 2001, 99). Cano y sus Relámpagos del Norte, llenaron de modernidad a la música norteña mexicana.

Desde el primer momento, cuando era socio de Paulino Bernal, se encargó de promover un sonido limpio, fuerte e innovador. Invitó a Los Relámpagos del Norte a que usaran los instrumentos de moda; así cambiaron la tarola por la batería y el tololoche por el bajo eléctrico. “Cuando la gente escuchó las canciones con batería y bajo eléctrico se sorprendió. Era una cosa que no se había visto en la música norteña (Schkolnik, 2001, 98). En 1954, Cano había llegado a Reynosa, procedente de Monterrey. Fue en Tamaulipas donde conoció a Ramón Ayala Garza y a Cornelio Reyna Cisneros (Schkolnik, 2001, 122).

Las Hermanas Huerta de Tampico, Tamaulipas, son uno de los proyectos femeninos más importantes para la historia de la música norteña mexicana, junto al Dueto Río Bravo, y a las propias Jilguerillas de Michoacán.

Curioso que los intérpretes denostados por escritores y productores de la serie Vecinos, sean pilares de la música mexicana. Habla de una profunda desculturalización en los mundillos televisivos, de la discriminación y del racismo que sigue promoviendo Televisa

Las Hermanas Huerta fueron las artistas que más actuaciones sumaron en la Caravana de Estrellas Corona, producida por Guillermo Vallejo. José Alfredo Jiménez y Enrique Guzmán compiten con ellas en presentaciones. Hijas de un hombre oriundo de San Pedro, Nuevo León; Aurora y Luz Huerta, comenzaron su carrera en la XEFW de Tampico. En sus inicios se presentaron como Luz y Lucerito. La enorme distancia de José Alfredo Jiménez, es un regalo para Las Hermanas Huerta. Vallejo conoció a Luz y Aurora Huerta en una paletería en Tampico (Chao, 1995, 28).

Considerada marginal y propia de cantinas, la música norteña ha sufrido la censura, el señalamiento y la persecución. No es la única manifestación cultural asociada con las masas que corre tal suerte. El corrido ha sido castigado, permanentemente. Así pasó en 1927, cuando el Gobierno de la Ciudad de México dictó una disposición prohibicionista que limitó a compositores y cantadoras de corridos, vender sus letras impresas en el Centro Histórico. La comercialización de sus corridos fue limitada “a las barriadas de la capital”. El argumento de las autoridades fue el amotinamiento y las aglomeraciones, “lo que dificulta el tráfico en el primer cuadro (Chao, 1995, 36).

La censura y la prohibición que han padecido las músicas populares, se explica en el arribismo mexicano. Enjuiciamos desde el pulpito moralizador. No extraña que la siempre polémica, Carmen Salinas, haya declarado en 1989 que las películas de Rambo eran más violentas y destructivas que el cine de ficheras. Los dichos de Salinas reflejan el hartazgo contra la cultura hegemónica-dominante. La comediante mexicana, hizo sus pininos en rancherías de Coahuila, invitada por Daniel Herrera Sanfarinfas. En enero de 1989, Salinas estrenó disco y Olivia Collins protagonizó, Noche de buitres, película en la que compartió créditos con Mario Almada (Noroeste, 1989).

En tono provocador, el diario Noroeste de Mazatlán publicó en 1992 que Chalino Sánchez “ha vendido más copias de sus acetatos que Luis Miguel”. De acuerdo con el firmante del reportaje periodístico, la música con tambora y la voz popular de Chalino Sánchez, brindan un toque verídico a la realidad de los sinaloenses.  “Chalino vende más que Luis Miguel porque su mercado puede adquirir su producto en forma masiva y popular. En cambio, Luis Miguel tiene un público juvenil y femenino (Noroeste, 1992). El 4 de abril de 1992, Chalino Sánchez, Lorenzo de Monteclaro, Banda La Costeña de Ramón López Alvarado, Banda Hermanos Rubio de Mocorito y Banda Sinaloa de Guasave, se presentaron en la explanada del estadio de beisbol, Ángel Flores de Culiacán. Evento patrocinado por cerveza Carta Blanca.

Nos encontramos en 1992. Se anuncian las películas: Ráfaga de Plomo con Mario y Fernando Almada; y Ciudad de Ciegos con Gabriela Roel, Blanca Guerra, Arcelia Ramírez y Carmen Salinas. Los conjuntos de mayor arraigo entre el público de Johnny Canales, show transmitido por Univisión, están Los Bravos del Norte de Ramón Ayala y Los Tigres del Norte

Sobre Los Tigres del Norte se abona lo siguiente:

“Los Tigres del Norte, iniciadores del renacimiento y difusión de la música mexicana norteña, crearon un movimiento cinematográfico en México y Estados Unidos. Los hermanos Jorge, Hernán y Raúl Hernández, su primo Oscar Lara y José Guadalupe Olivo, decidieron formar un grupo y tocar en serenatas y fiestas familiares en su natal Rosamorada, Sinaloa. Jorge, que había recibido clases de música, y que transmitió esos conocimientos a sus hermanos, vio que el futuro estaba del otro lado, allá en los Estados Unidos, donde los mexicanos añoran sus costumbres y su música.  El año de 1971 fue definitivo para que Los Tigres del Norte se convirtieran en ídolos, con un disco LP que incluía el tema ‘Contrabando y Traición’. Este corrido les valió un disco de oro en México, disco de oro en Chicago, disco de oro en San Antonio, Texas. En 1974 actuaron en el estadio Universitario de Berkeley, California, con una asistencia de 80,000 personas. Fueron los representantes de la música mexicana norteña, en un festival mundial. Su tema, Juanita la traicionera, fue usada para musicalizar ‘The border man’ de Charles Bronson; Roberto Stock de Los Intocables, tomó Un día a la vez para musicalizar la serie de televisión, Different Strocks en Estados Unidos. ‘La Banda del Carro Rojo musicalizó un audiovisual contra el consumo de drogas, difundido en las universidades de los Estados Unidos, en la década de 1970 (Los Tigres del Norte, 1980).

En la coyuntura referida, Ramón Ayala Garza se encontraba en problemas legales. De acuerdo con El Norte de Monterrey, el acordeonista norteño compareció ante el Ministerio Público Federal de México, para responder a formales acusaciones en su contra por el delito de plagio de material artístico. Ramón Ayala Garza fue acusado por Juan Ávila Díaz de haber robado el corrido, Carrera 585. La composición fue adjudicada a Julián Garza Arredondo, creador de Las tres tumbas y Dos cruces. (Guanajuato. Diario del Bajío, 1946).

Ramón Ayala Garza se defendió con el argumento de que la producción y el diseño de los discos no son tarea de los músicos. Los responsables son los ejecutivos de Freddie Records, disquera a cargo de la producción. Son los sellos quienes acuerdan con los compositores. El músico aclaró que Freddy Martínez es el propietario de la casa disquera ubicada en Corpus Christi, Texas, Estados Unidos (Noroeste, 1992).

La demanda señaló como responsable de plagio a Ramón Ayala y a Basilio Villarreal, propietario de la reproductora en México. También acusó a Julián Garza, pues aparece como autor del corrido. Juan Ávila y Basilio Villarreal llegaron a un acuerdo. Villarreal pagó 12 millones de pesos como indemnización. Además de retirar del mercado discos y casetes en los que aparece Julián Garza como autor del corrido. El compositor dejó de percibir 14 millones de pesos, siete por derechos de ejecución y una cantidad similar por derechos de edición. Juan Ávila es autor de más de 100 canciones, 25 de ellas grabadas por grupos norteños como Los Satélites de Reynosa de Fidencio Ayala, hermano de Ramón Ayala Garza (Noroeste, 1992).

El Grupo Mazz, igual que Bronco, Los Temerarios, Los Bukis y Los Yonics, es un conjunto de masas. Gracias al éxito de sus temas románticos, llegó a las listas Billboard. Mazz ingresó al escalafón de las más escuchadas canciones del tipo “regional mexicano” con su nuevo disco en vivo. El Grupo Mazz es popular y versátil; interpreta rancheras, cumbias, corridos, baladas y boleros. “Mazz está en la cumbre de las mejores canciones regionales mexicanas en Estados Unidos (Noroeste, 1992).

La música norteña encuentra en jaripeos, rodeos, charreadas o fiestas charras, espacios públicos de actuación. Cuando se escribe sobre la norteña mexicana, la cuestión, metodológicamente hablando, no se agota en encuadres biográficos de intérpretes, ejecutantes y compositores. Hay que entender a la norteña como fenómeno cultural. Eso brinda posibilidades crecientes de enfoque y abordaje

A principios de la década de 1990, los jaripeos competían con los rodeos. En Mazatlán, por ejemplo, se convocaba al lienzo charro de la Colonia Juárez en donde se presentaban los mejores charros de Jalisco y del sur de Sinaloa. Era normal que de estos eventos culturales participaran Banda El Recodo y Banda El Limón, además de Los Intocables del Norte de Culiacán. Iniciaban a las 16 horas “con la tradicional atmósfera campirana, con buenos toros, excelente música y probados jinetes” (Noroeste, 1992). En Agua caliente de Gárate, municipio de Concordia, en el sur de Sinaloa, “se vive al son de la tambora, los jinetes y domadores muestran sus destrezas” (Noroeste, 1992). Los jaripeos eran amenizados por bandas de la región. “Como en las películas del cine de oro nacional, la feria tradicional es una algarabía que todo el pueblo disfruta. Son días llenos de charreadas y tamboreadas, en los que se vive nuestra cultura (Noroeste, 1992).

El rodeo fue una práctica cultural más vinculada al noreste, es decir, a Nuevo León y Tamaulipas. “Los jóvenes se ponen sus botas y luego sus hebillas para lanzarse al rodeo”. Considerado un deporte, al igual que la charrería, el rodeo se celebraba cada fin de semana. Del mismo participaban grupos de música norteña y country, además de disfrutar de las suertes que realizaban los jinetes. Marín, Los Jacales, Zuazua, Apodaca y Monterrey, Nuevo León, eran los lugares más visitados para presenciar rodeos. “Ataviados con sombreros texanos, pantalones de mezclilla, camisas vaqueras, cintas con grandes hebillas y botas de diversos estilos, los jóvenes llegan a los lienzos y arenas para observar las suertes de los jinetes (El Porvenir, 1993).

El auge de las fiestas charras o charreadas, es anterior al de los rodeos y jaripeos. En 1953, por ejemplo, los periódicos de Irapuato, Guanajuato, hablaron de “un lúcido jaripeo que tendrá lugar la tarde del domingo 18 de los corrientes en el Coso Revolución participando los famosos charros queretanos Manuel Ordóñez y Gilberto Paredes, quienes deleitarán al público jineteando ocho yeguas brutas y ocho toros ladinos y presentando el espectacular paso de la muerte (Diario del Bajío, 1953). Las peleas de gallos, eran parte del folclor que ofrecían las charreadas en la década de 1950.

En 1982, El Porvenir de Monterrey anunció que “preparan gallos de pelea para dar una exhibición en la charreada grande, que estará amenizada por varios grupos musicales norteños hoy domingo en el lienzo charro del Roble” (El Porvenir, 1982). Fue en el homenaje de Pedro Yerena, a quien acompañaron cantantes que representan al bolero norteño, en donde al son de corridos y huapangos, la comunidad participó de la chiva colgada, ritual comunitario del noreste. Yerena nació al pie del cerro del Topo Chico. Inició su carrera artística en 1947. El evento dio inició a las 4 de la tarde, con la “bienvenida al vaquero declamador del Topo Chico, Pedro Yerena (El Porvenir, 1982).

La chiva colgada refiere a una fiesta comunitaria de Nuevo León, de la que participan jinetes que muestran suertes vinculadas a la charrería. La chiva colgada es una práctica cultural de frontera, porque en ella confluyen la charrería y el rodeo. La norteña y el huapango, musicalmente hablando, predominan en la fiesta

Guillermo Hernández, investigador de la UCLA, entrevistó al compositor del corrido que lleva el mismo nombre del fandango norestense, y que refiere a hechos de sangre ocurridos en Marín, Nuevo León. Juan Carlos Ramírez-Pimienta, discípulo de Hernández, recuperó la información y la donó a este artículo académico. 

“Mi nombre es Antonio Prieto, compositor original del corrido de ‘La chiva colgada’. Era trabajador de la Cervecería Cuauhtémoc Moctezuma en Monterrey. Escribí el corrido porque estuve ahí, conocía la historia. Había oído corridos en la radio. Sabía cómo hacerlo. La letra como quiera, lo difícil es ponerle música. La chiva colgada se hace en un terreno parejo.  Colocan una tranca para que brinquen los caballos y un mecate se mece de un lado a otro. En medio se amarra un chivo como si fuera piñata. Jesús González soltó el cabresto. Roberto Martínez era el mejor jinete. Por poco se la llevaba. Los hechos ocurrieron en La Gaviota, una cantina. Se acabó la fiesta de la chiva y se fueron a la cantina todos los hombres. Entró Jesús González. Llegó su hermano Manuel y le dice: aquí está la pistola. Mátalo. De rato entra Roberto y pide una cerveza. Se quedó dónde estábamos cantando los músicos. Luego salió a orinar. Jesús ya tenía pistola y le tronó seis balazos en el pecho a Roberto. Roberto tenía 26 años y Jesús 55. Los Tremendos Gavilanes omitieron una estrofa que decía: corrió el padre de la iglesia / le daba la bendición / en eso llegó su madre / le rezaba una oración. El Secretario de Gobierno de Nuevo León, era primo hermano del finado Roberto. El asesino fue encarcelado 12 años. El corrido se estrenó en Marín. La mamá del finado dio permiso para que se cantara, pero exigió que no se bailara. En 1961 fue grabado por Los Sultanes del Norte, en la Ciudad de México con el nombre de Año del 51. Los Tremendos Gavilanes lo grabaron como La chiva colgada. Antonio lo mató a sangre fría. El asesino radicaba en Monterrey. En 1982 Lalo Medina apreció como compositor del corrido; luego, en el 2008, en un disco del Grupo Pesado, Cornelio Reyna Cisneros figuraba como compositor del corrido. La verdad es que yo soy su auténtico compositor (Prieto, 2008).

El estereotipo del norteño mexicano se consolidó en la década de 1950. “Le tocó llegar en los últimos lugares del proceso de conformación de los tipos regionales” (Ayala 2005, 5-12). Lalo González Piporro se inició como locutor de radio. En 1951 Pedro Infante lo invitó a representar el papel de un norteño, en el filme, Ahí viene Martín Corona. Eulalio Piporro retomó, interpretó y globalizó el estereotipo del norteño mexicano. Lalo González Piporro es una figura vital en el estudio de la música norteña.

La música norteña se ejecuta con instrumentos. El bajo sexto es importante. En función socio musical, el antecedente del bajo sexto del siglo XX, es la guitarra séptima del XIX, también llamada guitarra mexicana, evolución de la vihuela de siete órdenes de la época colonial. La guitarra séptima fue un instrumento socorrido en los mundos de la música popular decimonónica. Era común en la ejecución de jarabes. “Las cuerdas que se usaban eran de acero, y para las endosadas, recurrían al latón que brindaba notas agudas” (García 1997). En la década de 1940, aparece asociada a las orquestas típicas y a mariachis tradicionales como Los Horizontes de Irapuato.

Desde la época colonial, Paracho es reconocido centro guitarrero. Leonel y Eloy Barriga Estrada, lauderos de Paracho, Michoacán, con 12 años de edad, comenzaron haciendo guitarras yucas. Aprendieron el oficio gracias a un tío guitarrero

“Al principio fue por necesidad que nos adentramos en el arte de la guitarra, no por gusto” (Barriga, 2011). La abuela paterna vendía madera para guitarra. Ahí aprendieron las formas de cortar la madera: libre de hilos, sin nudos, rendidora. “Todos los instrumentos se secan al sol, nada de hornos porque alteran el sonido ( Barriga, 2011)”.

Los instrumentos de madera no deben ir de una pieza porque se abomban. Naturalmente, la madera, entre más ancha, más panda. En Paracho se batalla con la humedad y ésta perjudica a la madera. En cuestión de polilla no hay problema, porque en guitarra y bajo sexto se ocupa madera que no es compatible con el gusano de la polilla. El aguacate, el palo blanco y el cedro suave, son maderas que tienden a apolillarse. Es una resistencia natural. “Es importante que la madera no se moje porque la humedad pudre (Barriga, 2011). Además de guitarras, construyen bajo sextos. 

En el oficio de la laudería, es básico el uso de la herramienta. Los cuchillos son lo más difícil de manejar. “El que no se corta, es mal guitarrero”. Por ejemplo, para arreglar un brazo se sostiene con las piernas, “a veces se pasa a uno y nos cortamos”. Luego vienen los resacadores, los cepillos en sus diferentes tamaños. Posterior al dominio de la herramienta, hay que desarrollar la habilidad de doblado; el calor no es una opción porque quema la madera. Se trabaja al tacto. “Cuando no tienes práctica le doblas de más y los rompes (Barriga, 2011). Llega la hora de ensamblar.

Antes eran denominados guitarreros, ahora se les dice lauderos. Hace 30 años el guitarrero no se ocupada de la calidad, porque el instrumento era consumido por masas carentes de formación musical. “Era mucha la demanda, se vendía a como la hicieras y quisieras”. La guitarra cumplía con las características indispensables. “La música siempre ha sido exacta, no así los constructores. Nos movemos con el mercado (Barriga, 2011). Dos premisas deben guiar el trabajo del laudero: el músico es quien tiene la última palabra, hay que compartir la calidad con el gusto del ejecutante. 

Entre más corto sea el tiro, la tensión de la cuerda es mayor, como el requinto. Corto es más agudo (Barriga, 2011). Alguien que trabaja en los camiones, necesita un instrumento que “suene recio”. Guitarras de caja grande para aumentar el sonido.

Laudear instrumentos de cuerda, es un arte, una tradición, un oficio que se transmite familiarmente. Sigue vigente en Paracho, Michoacán, a pesar de las burlas de Televisa. productores y escritores de series para consumo masivo como Vecinos, ridiculizan a las músicas populares, ignorando sus claves, sus dinámicas, su historia y su importancia. Ya lo dijo el salsero, talento de televisión.

  • Foto: Tucanes de Tijuana