Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, Mauricio Garcés había de recordar aquella tarde remota en que una de sus amantes lo llevó a conocer Cuernavaca.
La ciudad era entonces apenas un pueblo con algunas residencias muy mamalonas, con alberca y jardincito coqueto, acompañadas de casas de dos aguas, adobe y teja ocre. Todas ellas construidas entre barrancas cuyos afluentes aún no estaban contaminados y se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos.
En aquel momento El Maestro no sabía que su futuro estaría ligado a la historia de ese caserío con aspiraciones de metrópoli, al cual había allegado en 1965 para filmar uno de los cortometrajes de la película Cuernavaca en primavera, dirigida por Julio Bracho y producida por José Luis Bueno. Compuesto por tres episodios, el filme tenía intenciones publicitarias para la capital morelense y se componía del mismo número episodios. Germán Robles protagonizó los dos primeros: “Nido de amor”, junto a Martha Hyer, y “El mago”, haciendo pareja con Elizabeth Campbell. El último y más sugerente es “El bombón”, donde Garcés se luce al lado de Rosa María Vázquez. De ahí nació el personaje de seductor que lo condujo a la fama y que, un año después, bajo el nombre de “Mauricio Galán”, explotaría la productora Angélica Ortiz en la cinta Don Juan 67.
Es mítica la escena donde El Maestro baila a go-go en la Hacienda de San José Vista Hermosa. Le duele la espalda y hace extrañas contorsiones, pero no deja de moverse al ritmo del grupo Los Monjes, frente a una rubia que le hace los honores a un bikini amarillo a un costado de la alberca. Mientras tanto, a escasos metros donde se desarrolla la reunión, la esposa y la amante de Garcés son presentadas por un amigo en común. Si puedes conquistar a una tercera, por qué quedarte con los pleitos nacidos de dos mujeres que finalmente ya te aman, parece indicarnos el Sen-sei de la seducción.
Al todopoderoso Mauricio Garcés lo acusaron, y siguen señalándolo, de homosexual
Tal vez por envidia, tal vez por aspectos meramente publicitarios, tal vez porque es necesario nutrir de misterio a las leyendas. Lo cierto es que El Maestro pasó gran parte de su historia personal en Cuernavaca, tierra que supuestamente el naturalista Alexander Von Humboldt bautizó como de “la primavera eterna”.
No es extraño el mote del alemán a la ciudad, tanto por su vegetación y clima, como porque durante los quince minutos que anduvo por estas tierras (le interesaba una mierda la zona), Humboldt fue franqueado por dos esclavos negros que había traído desde Veracruz y quienes, además de servirles como bestias de carga, le hacían deliciosas sus noches que, desde ese momento y como nunca más en su vida, percibió como primaverales.
Mismo mal sufrió Maximiliano cuando, dicen, se enamoró de una india a quien hasta le puso casa en Acapantzingo, lo que actualmente es el Jardín Etnobotánico del INAH. Pocos saben que el emperador era racista, no le gustaban las mujeres morenas y mucho menos de sangre indígena. La historia de amor que los cuernavaquenses tanto se han esforzado en destacar no es más que un mal chiste con un telón de fondo donde afloran los sentimientos más hondos que luego le dieron vida a la ideología del Tercer Reich.
La falta de una identidad propia ha hecho que la ingenuidad reine en Cuernavaca. Ni Humboldt fue el primero que describió a la ciudad como la de “eterna primavera”, ni Maximiliano tuvo amoríos con las indias de la zona. Acaso el romance nació entre el emperador y una criolla. Pero la verdad histórica no importa cuando la necesidad social aflora.
Lo interesante es que los héroes de la ciudad de Cuernavaca nunca son de la ciudad
Incluso Zapata no nació ni cerca, y cuando llegaron sus tropas saquearon gran parte de Cuernavaca. ¿Por qué? Pues porque eran revolucionarios y con desmadre se hace cualquier revolución que se respete. Situación que no importa para ofrecerles estatuas a todos por igual. Esculturas de caciques, conquistadores, bandidos, presidentes, rateros, van tapizando calle y avenidas. Nos falta una de un futbolista. ¿Adivinen quién se está apuntando?
De Zapata hay por lo menos tres estatuas. La primera y más antigua se ubica en la Glorieta del mismo nombre y da la bienvenida a quienes llegan por la carretera federal proveniente de la Ciudad de México. Es hermosa. Muestra al Caudillo del Sur imponente, a galope, con machete en mano sobre un hermoso corcel que, por disposición del artista, ofrece un movimiento perpetuo. Todo era perfecto hasta que construyeron el distribuidor vial. Ahora es imposible mirar completa la escultura, lo cual genera confusiones. Si se ve la cabeza y el machete, se está impedido para percibir el caballo. Si se ven las patas, es imposible adivinar quién lo monta. Las autoridades ya se dieron cuenta de las fallas y al parecer pondrán una placa de bronce en la base que diga: “Este del caballo es Zapata”.
La segunda de las efigies se encuentra frente a Torre de Rectoría, en la Autónoma de Morelos, enclavada en el bosque norte de Cuernavaca. Si no se lee la advertencia, por el sombrero ridículo de tan pequeño, las botas que son dos izquierdas y el cuerpo de perro pateado, cualquiera pensaría que se trata de un homenaje a Chilinsky. Al frente de la escultura nadie duda en afirmar que se trata de la mayor humillación a la memoria de El Caudillo, hasta que se descubre la tercera estatua de Zapata instalada en Plaza de Armas.
Sus dimensiones son tan pequeñas que la base es cinco veces mayor. El pueblo le dice “El Zapatita”. Te veo a las cuatro en el Centro. ¿En qué parte? En el Zapatita. El Caudillo monta un caballo, el cual presenta las patas delanteras en el aire simbolizando que el jinete murió en combate, aunque en realidad a Zapata lo mataron en una emboscada en la Hacienda de Chinameca. Actualmente en el lugar venden una rica nieve de mamey y elotes con crema y chile del que pica y del que no pica.
Otro caso de los héroes de Cuernavaca es la estatua de Hernán Cortés
Nadie la quería cerca. Al principio estaba dentro del Hotel Casino de la Selva, cuando éste fue destruido la hicieron parte del acervo cultural público de la ciudad. Fue colocada en la avenida Teopanzolco. Para los nacionalistas el gesto fue percibido como una humillación al pueblo indígena de Morelos. La pintaron de verde y los ojos del conquistador y del caballo que monta fueron grafiteados de rojo, en recuerdo de la destrucción que el Conquistador trajo a estas tierras. En ningún lugar de América hay una escultura de Cortés, decían indignados. Los manifestantes son los mismos que pugnan porque el Palacio de Cortés, construido por el mismo Conquistador en el centro de la ciudad, sea declarado Patrimonio de la Humanidad.
La de Humboldt, en la calle Hidalgo, a un costado de la Catedral, es posmodernista. Cuando se le observa es inevitable pensar en José José cantando El triste, en la final del Segundo Festival de la Canción Latina de 1970. Usan el mismo traje de homosexual desinhibido de la Zona Rosa. Tal vez por tales circunstancias del arte público guayabo, Malcolm Lowry se burla de Cuernavaca colocando, en Bajo el volcán, una estatua de Victoriano Huerta frente a Palacio de Gobierno. La única joya que nos ha faltado en esta linda tierra de libertad, amor y, a últimas fechas, secuestros, decapitados y fosas clandestinas.
Por eso creo necesario hacer un llamado, desde esta trinchera, a luchadores sociales, autoridades, organizaciones no gubernamentales y a la sociedad en general a pugnar por el establecimiento de una estatua que limpie toda la ignominia que, por tantos años, hemos padecido en Cuernavaca.
La escultura debe de estar dedicada a ese hombre que vivió, disfrutó y padeció el calorcito de la ciudad como cualquiera de nosotros. Los héroes siempre deben de ser reconocidos por su pueblo durante varias generaciones y hoy es momento de agradecer y sembrar honor en nuestra conciencia colectiva.
Para tal objetivo, propongo derribar la estatua de cinco metros de Benito Juárez, que ya ha sido secuestrada por los masones, para poner en su lugar la de Mauricio Garcés. Si el proyecto es demasiado conflictivo, debido a que incluso se tendría que cambiar la designación del bulevar que hoy lleva el nombre del Benemérito de las Américas, la estatua puede sustituir a la de la Virgen de Guadalupe, frente a esa hermosa pieza del gótico que es la Iglesia del Calvario. El beneficio es mayor, porque la estatua del Maestro Garcés contaría con techito para conservarse en perfecto estado.
¡Arroooozzzz!