¿Por qué quiero saber de tu hijo? Porque mató al mío. (De un diálogo en Mass)

En su Breve historia de la verdad (Ático de los libros. 2018), el filósofo inglés, Julian Baggini, hace una reflexión tan compleja en su concepción, como temeraria si no se dimensiona en su análisis más minucioso:

“¿Qué descubrimiento empírico podría demostrar que el asesinato está mal? ¿Qué tipo de experimento podríamos diseñar para poner a prueba esa afirmación? ¿Dónde, bajo un microscopio o a través de un telescopio, podríamos localizar la esencia moral de una acción?… Si cuando hacemos afirmaciones morales no estamos anunciando hechos, entonces, ¿qué estamos haciendo?. La respuesta obvia es que simplemente expresamos una preferencia, revelando nuestros gustos éticos”.

Baggini matiza y recuerda que, sin embargo, David Hume consideraba que “la moralidad está arraigada no en argumentos racionales ni en demostraciones empíricas, sino en la simpatía hacia el otro”.

Pero, ¿qué le dicen estas reflexiones a unos padres de familia que han perdido a su hijo a manos del vástago de otros padres?

¿Cómo externan esos padres dolidos un concepto de moral cuando la vergüenza y la culpa los aprisiona al ver a su hijo con el estigma de haber masacrado a varios estudiantes en un tiroteo escolar, y saber que la última bala atravesó la cara del homicida en un suicidio anunciado?

Ese es el dilema moral y la devastadora historia que el joven actor y guionista Franz Kranz nos cuenta en Mass (2022), una narración sobre el perdón, la culpa y la compasión entre dos matrimonios que, ante la pérdida de sus hijos en calidad de víctima y victimario, se reúnen un día en la sala de una iglesia episcopal para entender entre sí, una historia dolorosísima, absurda y brutal que también recae sobre esa pesada misión de ser padres y madres de familia.

Narrada en un lenguaje teatral que obliga a tener personajes superlativos y convincentes, Fran Kranz encontró en Martha Plimpton, Jason Isaac, Ann Dowd y Reed Birney un elenco que ofrece poderosas actuaciones para envolvernos en lo más profundo de las relaciones humanas y sus circunstancias, más aún si estas son cruzadas por la violencia, la tristeza, la rabia y, sobre todo, la necesidad de perdonar y encontrar la redención.

Si apelamos a la reflexión de Julian Baggini en función de asumir la ética como la mera demostración de nuestros gustos morales, es difícil señalar hasta dónde los padres de un adolescente homicida son culpables por los hechos cometidos por su hijo y hasta dónde, para los padres de las víctimas, es posible pensar el horizonte del perdón ante un hecho atroz que los lacerará toda la vida.

Los constantes tiroteos escolares y sus funestas consecuencias y la libre venta de armas como elementos cancerígenos que golpean a la sociedad estadounidense, se unen también a las señales anticlimáticas conductuales no percibidas por los padres en sus hijos adolescentes y a la perniciosa consecuencia de los videojuegos y las redes sociales. Así, dichos elementos se fusionan para darnos una historia que, si bien es insoportable, pueden generar paradójicamente una catarsis plena para aliviar el alma.

Pero no nos equivoquemos, Franz Kranz no se pone didáctico, no genera discursos pedagógicos ni mucho menos psicológicos, los temas citados son las llagas dialécticas y purulentas que Gail y Jay y Linda y Richard se lamen para que no vayan más allá y la amargura los encuentre desnudos, indefensos y carentes de cualquier justificación ética.

Gail y Jay recriminan a Linda y Richard una presunta negligencia, Linda y Richard atajan y tratan de espantar la culpa y la vergüenza, aunque ambas emociones los dominen y sepan que solo podrán aprender a vivir con ella, pero nunca podrán sacarla de su vida.

Toda esta dolorosa historia de Mass se desarrolla en la sala de una iglesia episcopal, metáfora inconfundible del espacio en donde, se supone, la compasión, la comprensión y el perdón son posibles

Kranz deja todo el peso de la historia en sus excepcionales intérpretes, todos ellos echan mano de sus más hábiles recursos corporales, gestuales y orales para transmitirnos el dolor y la tristeza, la rabia y el resentimiento y sí, hasta el amor y la comprensión.

El joven y debutante Kranz no genera ninguna vuelta de tuerca, no hace movimientos de cámara innovadores, por el contrario, es discreto con ella y apela a las sensaciones más profundas que carcomen la emocionalidad de lo humano para decirnos que en ciertas experiencias de la vida, no hay mayor narrativa que la que desnuda nuestra fragilidad.

Necesaria y pertinente ante la más reciente tragedia escolar ocurrida apenas hace unos días en Uvalde, Texas, en donde un joven de 18 años mató a 19 niños y dos maestras, Mass invita a reflexiones plagadas de incertidumbre, pero también de dudas razonables que plantean y recuerdan que no es de ninguna manera, una labor sencilla ubicar desde lo ético el significado de la culpa y el concepto de maldad

Mass se sostiene durante cerca de hora y media en la avasalladora puesta en escena de un par de matrimonios que hablan, dialogan, lloran, se desnudan emocionalmente y discurren en sus propios yerros paterno-maternos para perderse en el dolor y volver a la calma, esa calma existencial que representa el único antídoto para regenerar las heridas.

Para reforzar lo anterior, volvamos a Baggini y su historia de la verdad: “Cuando los hechos cambian, no solo cambia lo que pensamos, sino que con frecuencia también cambia lo que sentimos”. ¿Entonces? ¿Desde dónde juzgamos y cómo reconciliamos el difícil acto de perdonar y el fácil, muy fácil acto de culpar?

Un par de recomendaciones más sobre el tema

El 6 de diciembre de 1989, un hombre asesino a varias mujeres en la Escuela Politécnica de Montreal. En 2009, el reconocido cineasta canadiense, Denis Villeneuve, filmó Polytechnique, cinta rodada en blanco y negro que recorría el horror vivido por las jóvenes mujeres de dicho centro de estudios.

Antes, en 2003, Gust Van Sant filmaría Elephant, historia que narra la masacre perpetrada por dos adolescentes en el Instituto Columbine en los Estados Unidos.

Son dos obras crudas y difíciles, pero encarnan desde el cine esa lacerante violencia que atormenta sobre todo a los Estados Unidos y que amenaza, quizá y solo quizá, extenderse a otras sociedades que empiezan a enfermar desde la frágil estabilidad emocional de sus adolescentes y las armas pedagógicas poco solventes de los atribulados padres de familia.

  • Fotograma: Mass