La religión es un conjunto de instituciones, creencias y contestaciones a las preguntas existenciales que enfrentan todos los grupos sociales.

El éxito de los evangélicos y de sus equivalentes católicos (carismáticos) señala que es un error descargar la crítica, únicamente, contra la Iglesia católica, porque hoy ninguna Iglesia tiene el monopolio religioso y la religión desborda las instituciones eclesiásticas (Jean Meyer, Los cristianos frente a la modernización, en Presente y perspectivas, Rolando Cordera, coordinador, FCE, México, 2010, p.159).

La Iglesia católica sigue siendo de Antiguo Régimen, en la medida en que no se reconoce en ningún partido; por lo mismo, situarla a la derecha, es un error. Hay siempre católicos de derecha, de izquierda y centristas (Ibidem, p.161).

La Iglesia no es un bloque monolítico, hipercentralizado, totalizado y totalitario, vertical y monárquico. En realidad, la Iglesia es una democracia con sus corrientes, tendencias, facciones, partidos. La lucha por el poder es real, dentro de la Iglesia. Entre 1932 y 1938 los obispos, obedeciendo al Papa, condenaron más de 20 veces la lucha armada católica y, sin embargo, miles de católicos volvieron a levantarse en armas. El Papa censuró a las sociedades secretas y los católicos fundaron muchas (Ibidem, p.161).

No estamos autorizados para catalogar a la Iglesia como de izquierda o de derecha. Ella es la tercera vía

La Iglesia católica experimentó el catolicismo social, la democracia cristiana [el Partido Católico Nacional], la Acción Católica, utilizó al mismo tiempo a la UNS y al PAN, de modo que la ambigüedad ha sido una característica. Se encuentra en constante mutación, es institución, obra apostólica, celebración, fuente de sacramentos y ritos, organización social, cultura, escuela, universidad. Es elitista y plebeya, adapta los medios a unos fines que no cambian (Ibidem, p.167).

Tipificar a Hernán Cortés como hombre de derecha, es una tontería.

Hoy la Iglesia católica es incapaz de imponer un orden moral a sus feligreses. Los evangélicos sí, pero de ellos no se habla porque no vende. Se acabó una larga tradición de dominio eclesial y clerical en materia sexual, pero el recuerdo, consciente o inconsciente, de su control sobre las personas y sus prácticas se mantiene vivo y esa memoria amargada puede explicar la animosidad que el cristianismo inspira a una parte de nuestros contemporáneos (Ibidem, p.182). Hay una hostilidad deliberada contra el cristianismo y contra los cristianos. No olvidemos que Andrés Manuel López Obrador, es un pastor evangélico de Tabasco.

Hoy nada en México justificaría que los católicos formaran un grupo de presión, sin embargo, a los evangélicos se les regala hasta partidos políticos (Ibidem, p.183).

Como en el resto del mundo, los evangélicos conocen una expansión rápida en México, a diferencia de las viejas iglesias protestantes

El cristianismo evangélico es una religión moralizante, que adoctrina de manera fundamentalista al erradicar el alcoholismo, el adulterio y la violencia. Denuncia el pecado, exige darle la espalda a la Prostituta de Babilonia, estructura pequeñas comunidades donde la ayuda es la regla. Esta moralización permite la acumulación de capital [sin vicios, hay dinero].

Entre los evangélicos, los hombres renuncian al alcohol y a la droga, lo que provoca una revolución de incalculables consecuencias en la vida de la familia, en su economía, en el trato a las mujeres y a los niños. Mientras en la vertiente evangélica existe un pastor para 300 fieles, en el catolicismo hay un sacerdote para 7,600 seguidores espirituales, realidad numérica que explica, incluso, la política actual.

Gente que no ve con buenos ojos la unión libre, el cambio de pareja, la homosexualidad, el aborto y la eutanasia. El evangelismo les ofrece todo eso que la Iglesia católica minimiza; amén de una pequeña y calurosa estructura comunitaria que se pierde en las grandes parroquias de la civilización urbana.

La geografía del evangelismo se superpone a la de la miseria y marginación. No es sorprendente encontrar en Chiapas el porcentaje más alto de evangélicos y el más bajo de católicos, especialmente entre la población indígena. Tampoco sorprende que Chiapas haya visto a la Iglesia católica, incluso antes de la llegada de monseñor Samuel Ruiz en 1959, imitar a los evangélicos para contestar a este tremendo desafío (Ibidem, p.175).

El anticlericalismo inició con la expulsión de los jesuitas en 1767.

Fuente

Jean Meyer, Los cristianos frente a la modernización, en Presente y perspectivas, Rolando Cordera, coordinador, FCE, México, 2010.

  • Ilustración: Paolo de Matteis