Para el estudiante universitario —casi siempre tan entusiasta como pobre—, las caguamas son el mejor ejemplo de la fusión de las enseñanzas de Jesucristo con las teorías de Marx.

 

I

La hermandad entre el prójimo que se forma alrededor de la ‘vaquita’ para comprar el alcohol sólo es comparable con la igualdad entre los involucrados cuando se destapan las botellas de litro o de litro y medio.

Las caguamas se toman en las canchas, en los jardines o en el estacionamiento. No hay vasos, lo que subraya el nexo entre los camaradas. La caguama pasa de mano en mano y de boca en boca. Todos somos iguales. No hay diferencia de género, de color, ni de licenciatura.

Entre el corro se habla de los maestros, de los proyectos futuros, se arregla el mundo. Se trata de una intimidad que se rompe cuando, años después, aparecen las bebidas individuales. En la facultad ni soñar con una botella de buen whisky o tequila o vodka. El cartón de cerveza es para ocasiones especiales.

La caguama reina. Es la muestra del paraíso. Y como todo paraíso es imposible permanecer en él y con él. Lo que cambia no es la caguama sino el hombre

La ira de dios cae sobre quien ha cometido el pecado de crecer y ganar dinero. Cuando la botella llega a sus manos y la desprecia con un gesto de asco, sabe que ha llegado el momento de abandonar sus últimos rasgos de juventud.

 

II

En su página de Internet, el Consejo de Investigación sobre Salud y Cerveza de México AC (sí existe y así se llama), menciona que la primera fábrica de cerveza más popular del México independiente fue erigida por Justino Tuallion.

Con la convicción de lograr un sitio entre el mercado que, en ese momento, lideraban el pulque, el mezcal y el tequila, inició una gran producción cuyo nombre mercadológico no podía fallar. Se trataba de la Cerveza del Hospicio de Pobres. No puedo probarlo, pero estoy seguro que ahí inició la comercialización de las caguamas.

Las caguamas, las kawasakis, las ballenas, extrañamente, y violando toda ley en contra del alcoholismo, empezaron anunciándose como la “cerveza familiar

A pesar de la cándida propaganda, nunca vi alguna publicidad de una familia poniéndose hasta el huevo con una chela gigante al centro de la mesa. La etiqueta de Corona aún ostenta la leyenda, aunque ahora también aparece la palabra “mega”, como un recuerdo de nuestra herencia latina.

La caguama une a las familias mexicanas más que unos huevos con chorizo.

 

III

La reconciliación con la caguama inicia años después de la universidad, con la necesidad de curarse la cruda.

El tamaño de la botella es ideal para mantener la cerveza a temperaturas alrededor de cero grados. No hay nada mejor que una michelada preparada con una kawasaki bien fría. El precio también ayuda.

La caguama es la añoranza de la vida estudiantil, el recuerdo de otros momentos menos prósperos pero más ingenuos, la nostalgia por la niñez perdida. La caguama es la muestra de que las buenas ideas jamás envejecen, los pocos rastros de sensibilidad en un mercado neoliberal cada día más atroz.

Las últimas muestras que confirman que dios, por lo menos Baco, aún nos ama.

  • Ilustración: @doble_paradox