Mirar el terror desde los propios ojos es una experiencia de profunda inquietud, percibir el peligro sin adivinar dónde está, amplifica la ansiedad de no saber, enfrentar en toda su dimensión la personificación del miedo pone a prueba la capacidad de sobrevivencia del ser humano.

Pero qué pasa cuando el peligro, la amenaza y su horror no lo vemos, no lo percibimos y es sólo nuestra mascota quien lo capta, lo siente y desde su interior animal sabe que algo no anda bien, es entonces que debemos confiar en su instinto y ponernos en guardia, los animales tienen un sentido de orientación y percepción de peligro, ajeno a todas nuestras capacidades humanas.

Good boy (2025) es el largometraje debut de Ben Leonberg y logra con él un eficaz trabajo de narración del terror desde los ojos y punto de vista de Indy, un perro que acompaña a su amo Todd a una vieja casa de campo habitada por una fuerza maligna y sobrenatural que amenaza la seguridad del can y su dueño.

Si bien la obra debut de Leonberg apela a los tópicos más conocidos del género, la gran virtud del director es que logra la credibilidad que exige el espectador cuando el protagonismo recae en su totalidad en un perro. Es tan importante la figura de Indy en la cinta, que incluso el rostro de Todd y cualquier humano apenas si los podemos ver en imágenes difuminadas, fuera de foco y en tomas que no deben robarle de ninguna manera la “actuación” a la mascota.

Se sabe que Indy no fue entrenado para imitar el miedo o la inquietud, su comportamiento se debe sobre todo a la confianza plena que existe entre su dueño, el propio director Ben Leonberg y el animal, el cineasta afirma en alguna entrevista que fue fácil el proceso de filmación porque Indy entendía perfectamente las indicaciones del cineasta precisamente porque apeló al estrecho contacto de afectividad entre él y su amo.

El resultado es que tenemos una cámara que sigue durante una hora y diez minutos a un perro inquieto y confundido con la extraña presencia que habita la casa de Todd. Indy se mueve con la naturalidad de su especie, no va de héroe de Disney, ni pega grandes acrobacias para tratar de salvar a su dueño de la permanente amenaza, es sólo un perro que percibe y detecta una anomalía en el ambiente y he ahí el grado de credibilidad total que Leonberg consigue retratar, el perro actúa como debe actuar todo cánido.

Lo demás es una ambientación oscura que abona al nerviosismo del animal, la economía de diálogos, los prolongados silencios y las sorpresivas apariciones de la entidad maligna se conjugan para empatizar con el can de raza retriever de Nueva Escocia y asustarnos con él.

La cinta del Leonberg sería una más si fueran los humanos lo que atestiguan el terror porque entonces veríamos una serie de tópicos mil veces vistos, previsibles, incapaces ya de generar tensión, pero la mirada del perro le da un matiz absolutamente innovador a una narración única

Algo que se agradece dentro de un género que necesita permanentemente de inventivas y puntos de vista distintos, que permiten perspectivas de lo sobrenatural con elementos no explotados casi por nadie en una industria que a veces peca de poco original y por ello, cansina y repetitiva.

No está demás pensar dentro de esta preocupación y ocupación que tienen algunos directores por presentarnos lo sobrenatural con otras miradas, al menos en dos cintas extraordinarias con las que Good boy se hermana: Presencia (2024) de Steven Soderbergh. En ella, una familia se muda a una casa habitada por un fantasma y Soderbergh nos cuenta la historia desde el punto de vista de esa presencia etérea y testigo de la disfuncionalidad de un clan familiar con demonios existenciales muy marcados en sus conductas.

Pensamos también en otra cinta que si bien no es de terror, aborda de manera filosófica la muerte, el vacío y el olvido de los seres queridos. Hablamos de Historia de fantasmas (2017), de David Lowery. En dicha cinta, un hombre joven muere en un accidente automovilístico y regresa a su casa en forma de fantasma para ver pasar los días de tristeza y dolor de su esposa que lo extraña sin poder acostumbrarse a su ausencia. Vemos entonces el espíritu del hombre que ronda su antiguo hogar testificando cómo la vida y la muerte se conjuntan para decirnos que el olvido existe.

Así, Good boy, de Ben Leonberg, se suma a esta breve lista de perspectivas ajenas a lo humano para recordarnos que hay otras dimensiones que el ojo humano no puede ver y quizá, sólo los ojos y el instinto de amplio umbral de un perro puede percibir.

Frankenstein de Guillermo del Toro

En esta línea de reseñas sobre películas de miedo que comenzó con algunas añejas de películas de terror, seguida ahora por Good boy. Toca el turno en la próxima entrega de la Road Movie, a la adaptación de Frankenstein realizada por Guillermo del Toro.

En las adaptaciones del clásico de Mary W. Shelley, la propuesta del director mexicano ha generado una enorme expectación por la probada maestría con la que el director mexicano narra la naturaleza de los monstruos y es de esperar que su nueva obra dote de nuevas formas de ver y leer una de las grandes obras de la literatura de terror.  El cine con del Toro vuelve a ella y promete grandes cosas. Veremos.

  • Fotograma: Good boy