En el 2001, a pocos meses del triunfo electoral de Vicente Fox Quezada, Los Tigres del Norte presentaron su álbum, Uniendo fronteras; en él, se incluyó La crónica de un cambio, corrido de la autoría de Paulino Vargas Jiménez “El padre del corrido moderno”. A la letra dice: “Llegó una cuerda bien torcida y trajo el cambio / hoy se dio el cambio / brindemos con Coca-Cola / porque los buenos ahora son de azul y blanco”.

La llegada de Fox a la Presidencia de México, es la referencia histórica más tangible con la que contamos los ciudadanos, para aproximarnos al cambio.

¿Qué es el cambio?, ¿a qué se refieren los políticos mexicanos cuando hablan de cambio?, ¿quitar al azul y poner al colorado?, ¿pagar más a los policías?, ¿modificar el color de las patrullas?, ¿construir más escuelas?, ¿bajar los impuestos?

Los aspirantes a las presidencias municipales y a las diputaciones hablan de cambio, pero no explican cómo ni desde dónde lo entienden. Evocan conceptos que escapan a su entendimiento, a su formación, a sus capacidades cognitivas. Conferencian sin comprender lo que dicen: gritan como voceador. ¡No hay ton ni tampoco son! Para ellos, la cuestión se reduce a cambiar al compadre que gobierna como si de retas en el barrio se tratara: ¡el equipo que sigue! ¡salen, ya perdieron!

Al ignorar las referencias históricas del concepto cambio, los políticos mexicanos no logran comunicar a los votantes

Los partidos y sus áreas de formación política, deben insertar, con urgencia, módulos sobre semántica histórica y contratar a historiadores de oficio, para que los dirijan. Las humanidades son fundamentales.  

El cambio es un concepto político que tiene su origen en el Concilio Vaticano II y en la Cristología de la Liberación. Hablamos de la década de 1960. Sí, el cambio es un concepto teológico surgido en el seno de la Iglesia católica romana. De hecho, conceptos tan importantes como acción, dignidad y justicia social, se los debemos al dinamismo intelectual y a la impronta política de la Iglesia Católica Romana.

Sin saberlo, los políticos mexicanos echan mano de conceptos teológicos. Todos los políticos deberían ser formados en filosofía y en teología. Se escuchan huecos y falsos porque no entienden lo que hablan. No interiorizan porque no comprenden.

Seamos conscientes de lo aberrante que resulta, en términos históricos, que Movimiento Ciudadano, partido progresista (está a favor del aborto y de la liberalización de las drogas), se autodenomine como la tercera vía. Ésta tiene que ver con los cristianos que siguen a Jesús, con quienes luchan por la justicia y en contra de la opresión; que sufren persecución y acaban como Jesús, crucificados.

La tercera vía plantea que Cristo sigue presente en la historia y que por ello existen lugares de acceso a él. “Jesucristo no se ha apartado de nosotros; está presente entre los que se reúnen en su nombre”. La tercera vía es la práctica cristiana de la liberación: buscar congruencia de nuestra praxis histórica con la propia fe cristiana. Es el uso legítimo de Cristo para motivar a la liberación. Es el Jesús histórico.

La tercera vía es el seguimiento de Jesús como discernimiento y la posibilidad de una nueva y revolucionaria concepción de Dios. “En Jesús se ha historizado el amor de Dios”. Es el interés de mostrar el camino a Cristo; la necesidad de su reinterpretación y enriquecimiento teológico. En Jesús está la forma práctica de aceptar la trascendencia. De eso se trata la tercera vía. Hagan cuentas y concluyan.

La tercera vía es el cristianismo: una forma de humanismo. Nada tiene que ver con el socialismo ni con el capitalismo; menos con los partidos políticos mexicanos

De tal suerte que el uso vulgar que MC hace de la tercera vía, demuestra la indigencia intelectual que asiste a los políticos nacionales y a su ejercicio del poder. La tercera vía, por supuesto, está íntimamente relacionada con el Concilio Vaticano II.

El cambio es aggiornamento, es decir, actualización. Es el movimiento de renovación y modernización de las escuelas políticas al interior de la Iglesia católica romana, a raíz del Concilio Vaticano II (1962-1965). Fue promovido por los papas Juan XXIII y Pablo VI. Cambio es un concepto político que emergió en el catolicismo.

El verdadero cambio político que se dio en México, es el triunfo de Vicente Fox Quezada (formado por la Universidad Iberoamericana de León) en el 2000. Con Rubén Aguilar, ex sacerdote jesuita, como su mano derecha, Fox dejó en claro que su cambio sí era ideológico y que estaba cobijado por los jesuitas, quienes, huelga decir, jugaron un papel de primera importancia (a través de Ignacio Ellacuría y Jon Sobrino) en el Concilio Vaticano II y en la cristología de la liberación. Lo de Fox fue un cambio porque su proyecto político estaba sustentado en un proyecto ideológico.

El cambio como concepto político, no pertenece a las izquierdas ni al marxismo.  

Que una candidata de Morena como Irma Leticia González (aspirante a la diputación local por el Distrito XII de Irapuato) hable de cambio es debatible. Indica ausencia de formación política ¿Una progresista recurriendo a un concepto teológico católico romano?

Así el nivel de ignorancia con el que se manifiestan los políticos mexicanos. ¿Por qué creen que Andrés Manuel detesta a los intelectuales?

Sería interesante preguntar a los aspirantes a presidentes municipales y candidatos a diputados federales, qué saben sobre los jesuitas, el Concilio Vaticano II y la teología de liberación. En sus respuestas encontraremos el porqué de sus fracasos.

Seguro que los de MC eligieron a la tercera vía porque les sonó bonito. La indigencia intelectual de la inmensa mayoría de políticos mexicanos, es para deprimirse. ¿En manos de quién estamos?  Además de limitados, soberbios.

El cambio está en uno mismo”, fue un mandato popular, tan mediocre como recurrente, que hilo con los primeros años de la administración peñista. Siempre me sonó al “échale ganas”, al “aquí nos tocó vivir” y al “sí se puede”. Victimización. Me queda claro que no, el cambio político no está en uno mismo, sino en el colectivo.

Queridos políticos mexicanos, si tienen pensado seguir hablando de cambio, hagan el favor de documentarse: investiguen y lean sobre la historia de la Iglesia católica romana, sobre el Concilio Vaticano II, sobre la cristología de la liberación y sobre los jesuitas. Se miran ridículos, falsos e ignorantes enunciando: “lo que la gente quiere es el cambio”. Para representar el cambio, primero ilústrense, fortalézcanse.  

Los ciudadanos deseamos que los gobernantes se nutran en y desde la ética. Una actualización en filosofía y teología, les vendría de maravilla

Eso de andar publicitándose dentro de estadios de futbol, apelando a una burda identidad, es patético. Los votantes cambiamos. No somos tontos. Adáptense o pierdan el poder.

El oficio de la política partidista, necesita profesionalizarse. Las sociedades cambian, el mundo se globaliza y evoluciona, y los políticos mexicanos siguen empeñados en hacer campañas como si estuviéramos en el México de hace 20 años: regalan bolsas, playeras y cuanta vulgaridad imaginen.

López Obrador no es el único populista. ¿Díganme si gritar y levantar el puño como nazi, dentro de un estadio de futbol, en plena contingencia sanitaria, no es de populistas? No por mostrar su improvisada pasión futbolera, los ciudadanos vamos a votar por ustedes.

Me parece que los políticos miran al otro (el votante) siempre como niño, jamás como adulto. Eso explicaría el tono paternal con el que regañan al electorado.

  • Intervención gráfica: Ruleta Rusa