El director hongkonés, Won Kar-wai, bien puede ser considerado como uno de los artistas de la gran pantalla que mejor narra el amor y sus circunstancias, la soledad y sus fantasmas, la nostalgia y la tristeza que recorre los cuerpos y emociones de unos personajes que licúan todas esas características para entregarnos en cada historia que cuenta el artista asiático, una suerte de seres humanos que transitan el mundo presos de su más profunda melancolía, aquella que el amor malogrado tatúa en el interior de todos ellos y ellas.

Si bien la carrera de Won Kar-wai se extiende ya a través de 46 años, sus largometrajes se cuentan justamente con los dedos de las manos, pero la relativa brevedad de su obra le confiere al mismo tiempo un sello inconfundible dentro del vasto mar del arte cinematográfico. La firma del hongkonés es única.

Para el autor de esta columna, entre las películas de Won Kar-wai se encuentran tres que contienen el laurel único de este director: Happy together (1997), Deseando amar (2000) y Chungking Express (1994), de esta última nos ocuparemos en la Road Movie porque se cumplen 30 años del estreno de una de las obras más relevantes de Kar-wai y que a la postre significó su entrada al mundo de los directores que empiezan a ser vistos como artistas innovadores de autoría narrativa muy particular, precursora, en el caso del cineasta hongkonés, de una nueva forma de ver el cine asiático.

En Chungking Express se narran dos historias de amor: en la primera, el agente 223 (Takeshi Kaneshiro), es un policía quien luego de romper con su novia May y disfrazar la tristeza comiendo piña enlatada en almíbar a punto de caducar, se enamora de una mujer dedicada al narcotráfico y en la segunda, otro policía también abandonado por su pareja, el agente 663 (Tony Leung), es amado por la humilde camarera Faye que trabaja en una cafetería a la que siempre va el atormentado oficial.

Sin relación especialmente directa, ambas historias, sin embargo, recorren las mismas direcciones de las desilusiones amorosas, el amor truncado, la soledad y la tristeza que tales condiciones provoca.

La profunda luminosidad de sus secuencias, el intenso color que habita cada cuadro, el contraste de estos y la técnica del Step printing que consiste en rodar de manera más lenta un objetivo específico y acelerar de manera vertiginosa el entorno que le rodea, le dan a Chungking Express una característica tan peculiar que sólo la mirada del hongkonés puede lograr, un preciosismo visual que abona a los ambientes de soledad en medio de un Hong Kong ruidoso e imponente.

Tales credenciales le otorgan a la treintañera cinta un elemento mayor para sumergirnos en la vertiginosidad de unas vidas aparentemente anodinas que ven pasar sus días condimentados por la nostalgia del desamor y la imaginación de un mundo que pueden pensar distinto, no así traducirlo en realidades más acordes a sus deseos de amar y ser amados.

Otra de las grandes virtudes de la obra creada por Kar-wai es la selección musical, canciones que se convierten incluso en personajes intangibles en los avatares de sus protagonistas. En la segunda historia de Chungking Express, la joven camarera enamorada del agente 663, repite una y otra vez California Dreamin´, de The Mamas & The Papas, el clásico tema de los años 60 del siglo pasado que glorificaba el sol californiano con el que la camarera sueña visitar alguna vez.

Won Kar-wai no tiene reparo en repetir sin cesar los acordes de dicho tema para que no olvidemos que, bajo el sueño de la joven empleada del café, también le rodean los deseos del policía que no pasa día en que no añore el regreso de su antiguo amor, una azafata tan lejana como los cielos que recorre.

Así es la narrativa musical del cineasta, puede pasar del pop, al bolero (como lo hacía en Deseando amar), a la música de The Cranberries y ligarse en ciertas secuencias nostálgicas con el blues, un repertorio que enriquece cada escena, cada secuencia y cuadro y cada sinsabor que atormenta a los hombres y mujeres protagonistas del Hong Kong más urbano.

La palabra poesía en el mundo de las artes visuales es un término tan manido que luego suele convertirse en una expresión de fácil uso, mal aplicada a ciertas manifestaciones culturales que no alcanzan a hacerse merecedoras de tal adjetivo, no es el caso de la obra de Won Kar-wai porque con plena justicia se considera que su cine es poético, filmes ampliados en su calidad por las inconfundibles imágenes, virtud que su fotógrafo de cabecera, Christopher Doyle, logra traducir de manera perfecta para que todo los metrajes de Kar-wai sean capaces de generar patrones de experiencia estética que pocos artistas consiguen.

Basada también en reflexiones con voz en off de sus personajes, Chungking Express apela a la revisión de ciertas condiciones existenciales del ser humano. En la primera historia, el agente 223 reflexiona, por ejemplo, en la enorme cantidad de personas con las que nos cruzamos todos los días y piensa:

Nos codeamos con mucha gente día a día. Quizá no sepas nada sobre ellos. Pero puede ser que algún día sean tus amigos o incluso confidentes.

La anterior expresión define en buena medida las dos historias que componen Chungking Express, una suerte de in-yun coreano, esa posibilidad de las almas gemelas que la directora Celine Song expresa en el devenir de su opera prima Vidas pasadas (2023).

En el muestrario del romanticismo, se dice que hay almas gemelas, medias naranjas, cupidos clavando sus flechas en dos amantes destinados a estar juntos y que, en ocasiones, el amor a primera vista existe cuando los ojos de dos personas se encuentran irremediablemente para que el fuego de Eros resplandezca en ellas. (Ruleta Rusa. Febrero 2023).

Y quizá esa reflexión del joven policía no sólo defina la cinta que este año cumple ya la treintena, define en buena medida la visión humana de un director que ha sabido mostrarnos la forma de abordar el amor y el desamor no desde la tragedia, sino también a partir de un humor sutil que al final de cuentas puede resultar aún más doloroso que cualquier lágrima.

Si se pudieran enlatar los recuerdos, ¿también tendrían fecha de caducidad?…

El cine de Won Kar-wai se acerca también a la memoria. Al final de la primera historia de su cumpleañera película (que no el final de ambas historias), el policía 223 se dice a sí mismo: Si se pudieran enlatar los recuerdos, ¿también tendrían fecha de caducidad?… De ser así, espero que duren por siglos.

Chungking Express cumple 30 años. Tendrá fecha de caducidad, pero llegará en siglos y siglos. Es tiempo de abrir nuestra lata de la memoria y disfrutar una vez más cine en estado puro.

  • Fotograma: Chungking Express,