Apuntaba hace unos días en el diario ‘El País’, la escritora y periodista argentina Leila Guerriero, que “por el tipo de consultas que hacemos, la inteligencia artificial puede llegar a la conclusión de que, si bien la humanidad tuvo alguna vez entre sus miembros a personas como Leonardo Da Vinci o Isaac Newton, ahora está formada por sujetos grotescos”.
Los discursos y movimientos sociales que abogan por el reconocimiento de los derechos humanos y las deudas históricas que las preceden, no están a discusión en su vigencia y necesidad de no olvidarlas, el problema es cómo se promueven, cómo se difunden y por cuáles vías se reconocen y dan a conocer al imaginario colectivo.
Barbie (2023) la nueva película de la directora Greta Gerwig y producida por Mattel, la empresa creadora de dicha muñeca, se ha convertido en un fenómeno social y mediático con pocos precedentes de éxito comercial pero también en una engañosa bandera que reivindica el feminismo y la reconceptualización de la masculinidad.
Cuando una sociedad genera discursos de igualdad desde la visión de un emporio juguetero como Mattel y a partir de uno de sus productos más icónicos y multimillonarios, algo no debe estar bien porque entonces se revela toda una masa de individuos compuesta por sujetos grotescos.
Es difícil creer que de repente una empresa como Mattel se de golpes de pecho y se asuma como la creadora de una muñeca que sólo ha generado estereotipos femeninos, consumismo y el triunfo del capitalismo a gran escala para pasar, luego, a recomponer su imagen a partir de una película que, ¡cómo no!, le generó apenas en sus primeros tres días de proyección, 155 millones de dólares en Estados Unidos y 185 millones más en el resto del mundo.
¿Quién puede creer que con esas cifras, una empresa de las dimensiones de Mattel apueste ahora por discursos de igualdad sin pensar antes en sus cajas registradoras y en sus balances financieros?
La fórmula visualiza a Barbie como una nueva heroína, descubridora del hilo negro de lo que significa ser mujer y hombre en un mundo que hoy se presume librepensador y aniquilador de estereotipos de género
En 1971 Ariel Dorfman y Armand Mattelart (léase la paradoja de las primeras seis letras del apellido Mattelart) publicaron su memorable obra Para leer al pato Donald, en ella, ambos estudiosos de la comunicación escribieron un portentoso ensayo sobre la influencia de los dibujos animados de la industria del entretenimiento estadounidense.
Mattelart y Dorfman apuntaban en uno de los apartados de su obra que, en Para leer al Pato Donald, “se tiende a develar los mecanismos específicos por los que la ideología burguesa se reproduce a través de los personajes de Disney… Donald es la metáfora del pensamiento burgués que penetra insensiblemente en los niños a través de todos los canales de formación de su estructura mental”.
¿Suenan las palabras de Mattelart y Dorfman a discurso viejo y caduco? Si acudimos a las salas de cine a presenciar la obra de Gerwig y reparamos con detalle en los espectadores y espectadoras, niños, niñas, señoras y señores, vestidos de rosa en diversas prendas de ropa, sabremos que la vigencia de ambos intelectuales y su pensamiento es rabiosamente actual y que sería bueno volver a la lectura del clásico libro, ya olvidado, por cierto, en las escuelas de comunicación.
¿Pero de qué va la cinta de Greta Gerwig? Es simple la premisa: Barbie vive en su mundo color de rosa rodeada del resto de las muñecas y sus respectivos Ken
Un día, la estilizada Barbie empieza a pensar como humana, a tener sensaciones más lúgubres más allá de la dicha y en conceptos como la muerte y la posibilidad de una corporeidad menos plástica.
Previa visita a una muñeca que ya experimentó las mismas sensaciones, Barbie es enviada al mundo real, Ken la acompaña y ambos se dan cuenta en ese espacio extraño, que las mujeres viven oprimidas y los hombres son los ganadores de dicha estructura social. Ken entonces decide que en su mundo color de rosa los roles deben cambiar y Barbie se empeñará en impedirlo para que las mujeres sigan dominando en Barbieland.
Hay que hacer notar que la cinta está escrita además de Gerwig, por otro director superlativo como Noah Baumbach (esposo de Greta). Gerwig debutó en la pantalla grande con una pequeña joya como Lady Bird (2019) y desde entonces se convirtió en una prometedora cineasta quien, sin embargo, no ha visto con malos ojos su ingreso al mainstream hollywoodense.
Por su parte, Baumbach es un director encaminado a una consagración temprana con obras como Frances Ha (2012), Historia de un matrimonio (2019) o Ruido de Fondo (2022).
Y para rematar la pléyade que respalda a Barbie, la fotografía está a cargo del mexicano Rodrigo Prieto, un artista de la lente que ha respaldado su genio en The irishman (2019) de Martin Scorsese, Babel (2006) y Biutiful (2010), de Alejandro González Inárritu o Brokeback Mountain (2005), de Ang Lee.
Es irreprochable entonces desde el punto de vista cinematográfico la calidad de la cinta, es un divertimento pleno de ocurrencias muy disfrutables y una banda sonora notable, respaldado todo ello por actuaciones absolutamente convincentes de Margot Robbie y Ryan Gosling
Barbie tiene a un equipo de producción y contenido narrativo irreprochable, pero hay que reiterar que un producto que busca la ganancia económica a como de lugar y que sin duda alcanzará en pocos meses los mil millones de dólares (o más), no puede alzarse como el referente de un discurso que requiere mayor seriedad a la hora de abordarlo en todos sus matices a riesgo de convertirnos o seguir siendo una sociedad que una vez vio nacer a Leonardo Da Vinci o Isaac Newton y hoy está compuesta por sujetos grotescos.
¿Y si vemos a Todd Solondz? Se me ocurre, por ejemplo
En la mayoría de las ocasiones, nos gusta ver y analizar la realidad en términos cinematográficos a partir de películas con historias demasiados rosas y pretendemos entender la vida a través de frases motivacionales con su debida dosis de positividad, pero ¿qué tipo de pensamiento y debate social tendríamos si reflexionáramos la existencia con cintas como las propuestas por el cineasta Todd Solondz?
Solondz es un director considerado maldito y cancelado por el gremio hollywoodense, sus historias abordan las profundidades más oscuras del alma, incomodan porque retrata con toda crudeza la miseria de la especie humana y, sin embargo, nos deja complejas enseñanzas porque uno sale de las salas de cine con una incomodidad manifiesta en el ánimo, pero con posibilidad de analizar la cotidianidad de una manera más completa, más rica en matices existenciales.
No sé, se me ocurre, aunque al final de cuentas, sólo expreso un sueño guajiro de este cinéfilo total que soy.
Para ver a Todd Solondz: dos recomendaciones
Bienvenido a la casa de muñecas (1995).
Happiness (1998).
- Fotograma: Barbie