El Teatro del Bicentenario estuvo desbordado en la presentación de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato (OSUG) con dos solistas de lujo en la flauta: la joven virtuosa Wei Hung y Erik Bosgraaf, considerado una superestrella del barroco.
I

El director de la orquesta está desvelado. Ha dormido poco. Unas tres o cuatro horas. Por estos días aprende a cambiar pañales. Roberto Beltrán Zavala, en 2017 cumplirá dos años dirigiendo a la OSUG y recién se estrenó como padre de unos gemelos. Lo sé porque él mismo lo cuenta antes de comenzar el concierto.
Se toma un par de minutos para relatar los cambios en su vida reciente -este talentoso director que ha tenido bajo su batuta a la Sinfónica Nacional de Rumania o a la Filarmónica de Rotterdam es un hombre modesto-, cambios que son exactamente iguales a los ‘achaques’ que he escuchado de otros noveles padres. El momento personal se convierte en preludio del anuncio de un error.
“Quiero pedir una disculpa, mandé mal el programa”.
Las pocas horas de sueño hacen sus estragos. La gente que llenó el Teatro Bicentenario el jueves 23 de marzo, se ríe. Beltrán Zavala trata de explicar el orden correcto que hay que seguir: “El primero en realidad es el segundo, hasta el intermedio. Después pueden seguirlo así, aunque de abajo para arriba”. La explicación es pantanosa pero graciosísima. Beltrán Zavala ha manejado el error perfecto y le brinda respeto a su público que se daría cuenta tarde o temprano. Sonríe ante la risa de los espectadores que no han entendido el ajuste pero que lo aprecian como músico.
Hay un buen número de interesados y conocedores de la música culta en la ciudad. Lo pude sentir. Nadie se confunde, como antes, en el aplauso
Van a interpretar a Vivaldi. Pienso por un momento en el genio de Venecia y su fobia social que también dicen era producto del asma. ¿Qué hubiera pasado si Antonio Lucio Vivaldi tuviera que hacer frente a ese error en el programa de mano, en una sala de conciertos con mil 534 personas?
II
Unos cuantos músicos en la segunda llamada bromean en el escenario, como si estuvieran solos. Uno de ellos del lado izquierdo se mueve imitando el cliché de un violinista apasionado. Contonea su cuerpo como péndulo al ritmo del arco y los demás se ríen. Están haciendo una broma que volvería a mi mente antes del intermedio con la llegada de Erik Bosgraaf, el virtuoso flautista holandés invitado.

Bosgraaf es una estrella mundial de la flauta barroca. Su digitación es irreal. Su estilo una escala de tonos bellísimos. Para tocar en León decidió usar un blazer con gallos de colores rosas y azules, con figuras de mar coloridas, con estampados que alcanzo a ver desde mi lugar, en las primeras filas, y que son perceptibles también para la gente en palcos.
Es alto y delgado. Rapado al cero. Blanco. Flota con su flauta de pico. Usa la rodilla como sordina. Se contonea cómo péndulo al ritmo del allegro non molto. Tiene 36 años. Se le ve contento. Hace gestos suaves en cada nota. Se antoja moverse como él.
Comienzan con el ‘Concierto para cuerdas y bajo continuo en La mayor, RV 158’. La RV es una clasificación de la obra de Vivaldi hecha por Peter Ryom. Significa Ryom-Verzeichnis que se traduce como catálogo ó Índice Ryom. Eso lo gogleo ahí en la sala. Ya con el celular en la mano, pongo a prueba a Shazam. No reconoce la obra de Vivaldi. Solo reconoce elreguetónlento, que no está mal (esto no es un juicio de valor), aunque hay mucho más.
El sonido fluye hermoso en el sagrado espectáculo de ver cómo nace la música de esos depurados objetos llamados instrumentos que se han perfeccionado durante siglos.
Si no se supiera que Vivaldi era un huraño enigmático, podríamos pensar por su música que alegre andaba por la vida
“Ningún caballero me ha invitado a ir a su casa, ni siquiera nuestro príncipe, porque todos conocen mi debilidad. Puedo salir a pasear después de la cena, pero nunca voy a pie”, escribió en alguna ocasión el ‘cura rojo’, como conocían a Vivaldi por ser pelirrojo. Era sacerdote pero sólo dio misa tres veces y nunca más lo volvió hacer. Por el asma. O por el pánico al público. Vivaldi no fluía como su obra. Su música también hubiese muerto, arrinconada en un cuarto, temerosa, asmática, de no ser por Johann Sebastian Bach.
III
*Esta es una pequeña muestra del virtuosismo de Bosgraaf tocando una obra de Vivaldi.
No pretendo que esto sea una crónica musical. No puedo hacerlo porque pese a que he superado todo mi esnobismo y estoy familiarizado con la música ‘clásica’, no tengo los elementos necesarios para narrar sobre música. Creo que uno de los pocos que pueden hacerlo con toda solvencia en el país es Hugo Roca Joglar, un estupendo cronista y músico en la columna Vibraciones del diario Milenio.
En la segunda alineación de cuerdas, después del intermedio, sale un chelista que conozco de mis días en Guanajuato capital. Michael Severens. Eso fue hace diez años y muchas cosas han cambiado. Él, extranjero, era dueño de un bar al que yo acudía religiosamente. Severens toca su instrumento en la bellísima asociación que hace el arco con las manos Beltrán Zavala. Yo recuerdo el tiempo del Bar Ocho.
‘Concierto para violín (transcripción para flauta), orquesta y bajo continuo en Sol menor, RV 315’. El verano de ‘Las Cuatro Estaciones’ es la más ovacionada y una de las obras más conocidas. La flauta de Bosgraaf muestra toda su armonía, todo su tiempo perfecto. Wei Hung, una joven flautista interpreta también a Vivaldi y esta noche yo imagino, como indica el arquetipo, que sostiene esa flauta desde los tres años y que nunca ha parado de ensayar. Es perfecta y voltea a ver, de continuo, a Bosgraaf. Ella le sonríe. Él no.

IV
“Por esta razón vivo casi siempre en interiores y nunca salgo si no es en góndola o carruaje, ya que no puedo caminar sin sentir dolor y opresión en el pecho”. Vivaldi.
¿Cómo pudo Vivaldi sentir el verano encerrado, dando clases de música a monjas?
El cuatro de marzo de 1678 nació Vivaldi. Al día de hoy tendría 339 años y sería un fenómeno de la naturaleza si estuviera vivo materialmente. Murió en la miseria pero dejó su música potente y bella, que la noche del jueves 23 de marzo del 2017 viajó hasta León, Guanajuato para decirnos que lo hermoso suele ser inmortal. Que lo bello siempre brilla aunque se trate de esconder.
- Fotos: Cortesía Forum Cultural/ Paul en Menno de Nooijer/Marco Borggreve