En el último fin de semana del Cervantino se presentó la Orquesta Sinfónica de Yucatán (OSY) y la agrupación carioca Pietá, que recaló en Guanajuato, León e Irapuato
Desde el tercer piso de un teatro, las notas de la OSY son nítidas y la panorámica de ver a los músicos a esa altura es inmejorable.
En el escenario, la OSY, que hacía diez años no estaba en el Festival Internacional Cervantinao (FIC), cumplió en León su primer concierto de la gira cervantina y lo hizo con un programa muy antojable.
Danza de los Aluxes, del yucateco Gustavo Ríos Escalante, abrió las cortinas de la noche para emocionar en los siguientes 90 minutos.
Pieza que evoca la mitología maya con estos seres mágicos, la interpretación destacadísima en la batuta de José Areán, preparó la recepción del Concierto para violonchelo y orquesta no. 1 en Do mayor, de Franz Joseph Haydn.
Y aquí, enfundada en un vestido rojo, la violonchelista francesa, Marie Ythie, hizo una deslumbrante ejecución de la pieza. Una y otra vez, el instrumento sonó rabioso, excelso, con una locura contenida y la chelista sin más, coronada por aplausos, sedujo al por mayor.
El plato fuerte, se dijo, era la Sinfonía no. 9 en Mi menor, Del Nuevo Mundo de Antonín Dvořák, considerada una de las obras sinfónicas más influyentes.
Abajo, José Areán, el director artístico de la Orquesta, condujo con rabia e ímpetu los cuatro movimientos de una de las obras cumbres del checo y las notas finales supieron a una gloria en plenitud.
El colofón de la noche fue la ejecución del prólogo para para ballet Canek, del yucateco Pedro Carlos Herrera.
En plena celebración de su veinte aniversario de fundación, la orquesta cerró su participación en el 52 Cervantino con la función en el Teatro Juárez con un programa homenaje a Felipe Carrillo Puerto.
Brasil en 9 canciones
Antes de la ducha clásica, Pietá se encaramó en el Cervantino con tres conciertos en diferentes ciudades para presentar Nací en Brasil.
El país invitado de honor, con su potente energía en sus bailes y en su música, trajo a esta joven agrupación mutada en la voz, percusiones y guitarra de Juliana Linhares, una de las fundadoras junto con Demarca y Rafael Lorga.
En total, cinco músicos afincados en el Grever como su primera parada previa a su concierto en San Gabriel de Barrera en Guanajuato.
Las cosas entonces no podían salir mal y la banda formada en 2011 propuso un viaje ecléctico plagado de mixturas, fusiones tradicionales con ritmos electrónicos, samba y una energía vitalísima.
La vocalista, suerte de performer y bruja iniciática, pidió disculpas al público por su español, pero se esforzó en comunicar, decir, bailar por los cuatro costados del escenario.
“¿Se puede decir una rola?, porque en portugués, en Brasil, rola significa otra cosa, busquen en Google”, soltó.
Con su propuesta afincada en la música popular, Pietá se ha granjeado el reconocimiento internacional en este su tercer disco.
Si se les busca en Spotify, suman casi 38 mil oyentes mensuales, cifra nada despreciable para una propuesta de este tipo.
Los iniciadores de Pietá se conocieron en las tablas, en el teatro y desde hace 13 años que la música los arropa, cuya propuesta, además de Brasil y México, los ha lanzado a recorrer España y Portugal.
El verde agua del vestido y las botas blancas de la vocalista principal giran sin descanso. Poco espacio para bailar en el Grever mas no importa, ella sigue girando, contagia, parece que en algún momento pudiese volar, abrazar la ligereza de la existencia para volver a su patria y traer de nuevo en su cabello, en su sangre y su garganta, más sonoridades de ese Brasil vibrante que ha dejado mucho eco en este Cervantino.
- Fotos: FIC