Luis Paniagua ha recibido el Premio Bellas Artes de Ensayo Literario Malcolm Lowry del 2020 por su volumen Claro Rastro del Mundo Oscurecido. Consta de seis acercamientos radiales a la memoria en la prosa de Ida Vitale.

El escritor de San Pablo Pejo, Guanajuato, dedica su empeño a esclarecer pasajes autobiográficos de la autora, mosaicos que constituyen un conjunto de recuerdos de los años vividos en México, incluidos en Shakespeare Palace, la escritura de su tránsito luego de la imposición de la dictadura de 1973 en el Uruguay, de donde es originaria.

Luis Paniagua ensaya a partir de nociones como la escritura autobiográfica y la manera en que Vitale selecciona los recuerdos para ponerlos al servicio de la reflexión acerca del estado de cosas que, desde la indefensión o la incertidumbre, atestigua la autora; circunstancias a las que busca dar sentido a través de la escritura, como si el lenguaje fue un modo de existir.

Podemos darnos cuenta de sus incertidumbres y sus primeras impresiones al descubrir en nuestro país un refugio ante la adversidad. Leemos la selección de pasajes que criba Paniagua en donde el lector distingue cómo la memorialista moldea y atribuye el valor de señales a momentos específicos al estar en México. Entramos al territorio en constante construcción de la escritura a partir de la memoria.

El centro de este trabajo ensayístico de Paniagua es la escritura íntima y libertaria en donde los hechos o lo sucedido le son útiles a una sensibilidad como la de Vitale, para proponer una lectura comprensiva de los días y sus designios. Deja, entonces, estampas como extraídas de una caja de Pandora y les da cohesión, las propone como una exégesis.  

Gracias al trabajo de gambusino de Luis Paniagua en Claro Rastro del Mundo Oscurecido, entrevemos una enseñanza, un miedo, alguna vibración; preguntas e incertidumbres que invadieron a la escritora Ida Vitale en esos momentos de innegable crisis y reinvención, en México

El ensayista, apelando a la buena fe del lector, elige distintos momentos suscritos por Vitale para hablar de su estado y subraya lo inolvidadizo, íntimo y quizá mínimo, por donde Vitale nos invita a recorrer, con ella, lo que pasaba en México desde su perspectiva: la de una escritora en acogida viviendo los años de crecimiento urbano en los inaugurales setenta.

Por eso no es gratuito afirmar que en la escritura testimonial de Vitale en El Mundo pasaba por México y, desde la calle de Shakespeare, en la Anzures, a donde llegaron a vivir Enrique Fierro y ella, alguien lo ha puesto en papel, como si se tratara de dejar una cartografía esencial, una observación retratista.

El yo que asume la escritora, Premio Cervantes de Literatura, es de una poética del detalle, se ajusta cada entrada a revisar los pormenores de lo cotidiano.

En la escritura autobiográfica de Vitale hay un acto de rebeldía que Paniagua relaciona con la noción descrita por Certeau, la “treta del débil”: eso invisible a los grandes movimientos colectivos que se centra en los personajes secundarios, como se concibe la uruguaya en un acto de modestia enternecedor.

Vitale nos deja, este es hallazgo de Paniagua, una perspectiva que permite entender a la Ciudad de México no por las magnificencias sino por las minucias, menos que a través de los protagonistas, a partir de los personajes de reparto. Para Vitale esta prosopopeya que es su escritura memorialística tiene también un carácter de genealogía. Analiza con morosidad y atribuyéndole significados que no tenían en un principio a hechos del pasado, antes de llegar a México, su refugio.

En esta reconstrucción, amañada también por el sentido que da el final de una época vista en retrospectiva, Vitale dice que México siempre fue una posibilidad. Paniagua rescata con agudeza los momentos en los que esa premisa de la autora se puede corroborar: México fue una presencia, un horizonte que Vitale conoció gracias a Rosario Castellanos y su Balún Canán, y en donde tuvo que vivir, orillada por “las grandes miserias de la historia que suelen desencadenar las pequeñas miserias del individuo”, dice ella misma en De plantas y animales.

Hay en la escritura de Vitale una sensación de haber asistido a un prodigio. El asombro de quien recibe algo que no cree merecer es lo que describe la miniaturista Vitale, dice Paniagua. Captura el ritmo y la atmósfera, las figuras y los escenarios de un México que conoce en el transporte público tanto como en las casas de escritoras como Ulalume González o Elena Jordana, Juan Rulfo o Noé Jitrik.

La serie de ensayos que ha escrito Luis Paniagua en torno a la escritura autobiográfica de Vitale nos deja ver a la poeta con los sentidos abiertos que desea tener -y lo tiene en Shakespeare Palace-, esos los suficientes gestos de agradecimiento en este testimonio al que le dedica su atención el iluminador texto Claro Rastro del Mundo Oscurecido.

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