El amor y la muerte siempre han fascinado al hombre. ¿Pero cómo es su concepción en el siglo XXI? ¿Estamos muriendo como especie para transformarnos en robots? Pensar en la muerte en estos días nos ayuda a reflexionar sobre lo qué somos y a dónde vamos. El de dónde venimos parece ya no importar.
Toma a un genio inventivo en deuda con un amigo que le salvó la vida, agarra a un aristócrata inglés consumido irremediablemente por una mujer egoísta y en franca bancarrota espiritual, y revuelve todo ello en un pacto fáustico para crear a la mujer perfecta, ¡y listo! Tienes la línea argumental de esta aún cautivadora fábula de Villiers de l’Isle-Adam, La Eva futura, (publicada originalmente en 1886 y traducida al inglés como La víspera de mañana o La víspera del futuro), donde un inventor parecido a Thomas Edison o a un científico loco, y su creación, la radiante y trágica androide Hadaly, registran sus pensamientos sobre cómo las cosas hubieran sido diferentes si la raza humana hubiera tenido al menos los medios para grabar, anteriormente, sonidos en su historia.
Dicho sea de paso, este Edison ficticio también lamenta el hecho de que no tengamos fotografías de Cleopatra, de Raquel, de la Reina de Saba, de Helena de Troya. Pero tampoco fotografías del Diluvio, Las Siete Plagas de Egipto, Las Euménides o Furias, o del padre de la Medusa… Es decir, no hay distinción entre mito y realidad en su mente.
Advierto: ‘La Eva futura’ es una obra en extremo controvertida. Es terriblemente misógina y terriblemente interesante. Es tremendamente victoriana, y por lo mismo muy posmoderna
Lord Ewald se enamora de una chica sencilla y tonta, a quien reconoce como “una esfinge sin enigma”, y ha decidido poner fin a su vida. Edison decide hacer una versión androide de su prometida para él, una mujer ideal, usando como prototipo a Hadaly, una mujer igualmente sencilla que causó que su amigo se suicidara. Lo que sigue es un profundo viaje filosófico al papel de Dios en la creación, las partes de una mujer y el alma.
La Eva futura es considerada una de las obras fundacionales de la ciencia ficción contemporánea, aún cuando sus descripciones sobre mecánica y funcionamiento de Hadaly (la ginoide) sean a ratos excesivamente técnicas y por demás inexactas. El propio De Villiers incidió en la no exactitud de este proceso, con el fin de criticar el habito de los científicos de la época de expresarse en una jerga incomprensible para los demás, aun cuando supieran manejar bien el idioma.
El libro es el primero de la historia en utilizar la palabra “androide” en su acepción actual, tal como sucede con la obra de teatro de ciencia ficción R.U.R. (Robots Universales Rossum) del checo Karel Čapek en el que se nombra por primera vez la palabra Robot, que proviene de la palabra checa “robota” que significa trabajo forzado o servidumbre, y que no es sino una versión moderna del legendario Gólem judío de Praga.
Así las cosas, casi al igual que Hadaly —pero 132 años después que la obra de Villiers—, Harmony tiene un encanto escocés encantador, aunque un poco staccato y astuto
Sus ojos pueden recorrer de lado a lado una sala o un parque, su barbilla se hunde y sus cejas se alzan coquetísimamente. Su cara maneja expresiones que son impresionantemente reales. Esa cara viene en 31 formas diferentes y 5 tonos de piel, con pecas y sin pecas, y se adhiere a su ciber-cráneo con imanes. Basta con quitarlo y cerrarlo a voluntad. De hecho, se puede elegir el color de ojos de Harmony, la forma del cuerpo (con gran detalle) y también puede cambiársele el cabello. Harmony es un robot sexual muy avanzado. Es un electrodoméstico CAD (diseño asistido por computadora) de tan sólo 12 mil 332 euros con el que se puede conversar y con el que se podrá tener relaciones sexuales a partir de enero, es decir para Navidad o Año Nuevo.
La novedosa función extra que también puedes obtener con Harmony es su habilidad para asesinarte eventualmente mientras duermes, y no precisamente porque ella quiera. Es decir: ¡es una mujer de veras!
De hecho el doctor Nick Patterson, profesor de Ingeniería de Ciencia y Tecnología de la Universidad de Deakin, en Australia, está prestando su voz a otros que advierten sobre los niveles de verosimilitud humana con tecnología de Inteligencia Artificial. Sorprendentemente, Patterson no regurgita la narrativa que ya conocemos del popular tropo de ciencia ficción (cada vez más irreal) de que a la resistencia inútil de una sociedad distópica sucedará un robocalypse. Él no cree que Harmony quiera matarte. Cree que la piratería y los expertos en códigos lo harán, porque afirma, “los piratas informáticos pueden piratear un robot o dispositivo robótico y tener el control total de las conexiones, brazos, piernas y otras herramientas adjuntas, como en algunos casos cuchillos o dispositivos de soldadura”. Sostiene que es aún más fácil que piratear un teléfono inteligente o una computadora portátil, lo cual, recuerda, ya es muy fácil.
De hecho, Patterson postula que posiblemente podrías ser asesinado y luego robado por un sexy robot controlado por un adolescente infame, sin oficio ni beneficio, desde el sótano de su madre, lo cual parece una de las peores formas de irte de este mundo, realmente. Todo parece pues muy exagerado, pero estos robots pueden pesar más de 200 libras y ser muy fuertes. Y una vez que un robot es pirateado, el hacker tiene control total y puede emitir instrucciones al robot, afirma Patterson. Por lo pronto, Harmony pesa 115 libras pero vista en ese punto, no deja de ser intimidante.
A principios de este año, Elon Musk, multimillonario CEO de Tesla y SpaceX, firmó su nombre junto a otros 100 expertos en tecnología en una carta abierta en la que abogó ante la ONU para prohibir la producción de robots asesinos. Piensa en drones autodirigidos o tanques cargados con armas automáticas y capacidades nucleares. Piensa en miles de ellos. Piensa en SkyNet. De nuevo, si esto se registra como hipérbole, téngase en cuenta que Musk lo acaba de decir en julio: “Tengo acceso a la IA más avanzada y creo que la gente debería estar realmente preocupada por ello”.
Pero en realidad Elon Musk está más que preocupado. Él piensa que AI es el “mayor riesgo que enfrentamos como civilización”. Potencialmente, tuiteó “más peligroso que las armas nucleares”, y Stephen Hawking -antes de morir también lo dijo- y Bill Gates están de acuerdo. Todas sus teorías están envueltas en desagradables escenarios de la Segunda Guerra Mundial que en última instancia comparan los avances de la inteligencia artificial con una carrera armamentista.
¿Aún quieres un robot sexual? ¡Por supuesto! Porque no importa si eres como Villiers de l’Isle-Adam, un vástago aristocrático francés sin dinero y sin esperanza, de fines del siglo XIX, fuertemente conservador y fuertemente cristiano. Tampoco si en la realidad el matrimonio de un amigo se arruina gracias a una actriz famosa —como fue el caso— y tienes que escribir un libro como especie de ejercicio fascinante de justificación misógina.
No importa si eres romántico o simbolista, gótico o futurista, el amor no es más que una aventura loca, y de ahí que los movimientos para ir más allá de la fantasía y el sexismo basados en cuestiones de clase sean los más intrigantes
Dicho esto, algunos visionarios como Mark Zuckerberg, se burlan de la mentalidad de pollo que rodea a AI, porque en el futuro van a existir demasiados controles en su lugar para protegernos de estos temores de un planeta bot. Es lo que opinan. Además, un robot debería ser increíblemente bueno, digamos, una estrategia de ajedrez para pensar por nosotros. Y eso nunca sucederá. Dejando de lado las catástrofes creen, firmemente, que es mucho más probable que los robots tomen tu trabajo antes que quitarte la vida.
Pero cuál es en realidad la amenaza de cerebros artificiales inminentes y autónomos más allá de si Patterson tiene la razón? Todo depende de cuánto has estado esperando tener un robot sexual y conversacional como Harmony, porque por su parte Noel Sharkey, un reconocido profesor emérito de robótica e inteligencia artificial de la Universidad de Sheffield (Reino Unido) cree que sí, y acaba de publicar de hecho un estudio en el que comparte sus preocupaciones sobre este fenómeno y asegura que la sociedad debería tener en cuenta el impacto de todos los tipos de robots sexuales.
A través de su organización, la Fundación para las Consultas sobre Robótica Responsable (FRR, por sus siglas en inglés), ha elaborado una consulta sobre el asunto. Sharkey dice que todavía no hay demasiadas empresas fabricando robots sexuales pero cree que la revolución de los robots que se avecina podría cambiar eso.
El informe Nuestro futuro sexual con robots, se escribió para focalizar la atención en un asunto del que, según el especialista, no se ha discutido lo suficiente hasta ahora.
En él explica que el mero hecho de averiguar cuántas personas tienen hoy día robots sexuales es complicado porque las empresas que los fabrican no proporcionan datos sobre sus ventas. Pero Sharkey dice que es hora de tomar conciencia y visualizar un posible futuro en el que los humanos y los robots tengan relaciones sexuales.
Algunas de las empresas que fabrican robots sexuales son Android Love Doll, Sex Bot y True Companion. La mayoría de ellas ha trabajado antes de la creación de muñecas sexuales de silicona bastante realistas capaces de moverse y hablar.
La más avanzada de todas ellas es Abyss Creations, en San Diego, que fabrica Real Dolls, muñecas de silicona de tamaño natural y gran realismo, y lanzará a finales de este año otras muñecas como Harmony con inteligencia artificial, con la que se podrá hablar a través de una tableta conectada a una aplicación.
Real Dolls ya ha lanzado la aplicación, que permite a los usuarios programar estados de humor y voces para las muñecas
Pero al parecer el verdadero problema no son las muñecas, sino el comercio sexual porque los robots sexuales serán otro tipo de pornografía. Las muñecas sexuales de aspecto infantil ya existen hoy día. De hecho, un tribunal de Canadá está determinando si tener una debería ser o no un asunto ilegal.
Por ejemplo, el canadiense Kenneth Harrison compró una muñeca a una empresa japonesa llamada Harumi Designs, que está en el radar de las autoridades canadienses. La muñeca fue interceptada en el aeropuerto y Harrison fue acusado de poseer pornografía infantil, aunque después fue declarado inocente. Pero por el contrario, en algunos países asiáticos ya existen burdeles en los que pueden usarse muñecas sexuales y hay informes que hablan de un fabricante en Barcelona, aunque esto último no ha sido aún claramente confirmado.
Kathleen Richardson, una experta en ética y robótica de la Universidad de Montfort, en Reino Unido, está de acuerdo con el informe de la Fundación para las Consultas sobre Robótica Responsable y cree que los robots sexuales de aspecto infantil deberían prohibirse. Sin embargo, no cree que deban prohibirse todos los tipos de muñecas sexuales. De hecho le contó a la BBC que: “El verdadero problema no son las muñecas, sino el comercio sexual. Los robots sexuales no son más que otro tipo de pornografía”, Y cree firmemente que este tipo de robots “incrementarán, inevitablemente, el aislamiento social”.
Critica además el informe por lo que considera un fracaso a la hora de gestionar el problema de género. En la misma entrevista dijo que “eso es perpetuar la idea de que es un tema que no afecta al género, pero la realidad es que no hay muchas mujeres que compren este tipo de muñecas y que es un tema liderado por hombres y por ideas masculinas sobre la sexualidad”.
La pregunta es pues si las mujeres querrían también muñecos sexuales. Por el momento, Sharkey dice que hay un desequilibrio entre quienes venden esas muñecas para sus clientes y lo que realmente ofrecen esas muñecas. Ha dicho que los fabricantes de robots sexuales quieren crear una experiencia lo más cercana posible a un encuentro sexual humano pero los robots no pueden sentir amor, ternura o crear lazos afectivos. En todo caso, lo mejor que pueden hacer es fingirlos.
Pero más dudas sobresalen, porque los robots sexuales son un fenómeno relativamente nuevo y un paso más allá de las muñecas sexuales, que se han sofisticado enormemente en los últimos años. La mayoría de ellas tienen piel de silicona, esqueleto de metal articulado y cabello y ojos extremadamente realistas.
En su mayoría, tienen forma femenina, aunque Sinthetics, en Los Ángeles, California, ha logrado algún éxito comercial con sus muñecos sexuales.
Con todo, Sharkey cuestiona hasta qué punto tendrán un aspecto verdaderamente humano. Dice: “No me los imagino como humanos en los próximos 50 años. Siempre serán algo tenebrosos y sus actuales habilidades de conversación son pésimas”, explicó. Richardson también cuestiona si se convertirán en un éxito de masas e incluso si serán posibles del todo a nivel tecnológico.
La aspiración real es que una mujer androide pueda controlar la música y entretener a los niños. Pueda tener sexo contigo sin que esté de buen humor, y que sea vea, se sienta y actúe como una mujer real, y pueda reemplazar a tu mujer en el dormitorio
De hecho en niños con autismo se ha descubierto que sus conversaciones con el asistente personal del iPhone, se tradujeron con más facilidad a la hora de hablar con humanos reales. Y desde el terreno de la creatividad, al parecer los investigadores se están acercando cada vez más a la inteligencia artificial que puede hacer arte real.
Por su parte, el Dr. Hooman Samani recién ha acuñado el término lovótica al estudio de si los humanos pueden amar a los robots y si los robots pueden amarnos. Habla sobre el furioso robot blanco de Roomba que creó, repleto de hormonas digitales, que cree que podría corresponder al amor. Más aún, recientemente, cuando la familia de Emi Sasagawa convirtió a su anciana abuela en una compañera robot, se mostró escéptica sobre lo útil que sería. Luego comenzó a observar cómo llenaba algunos vacíos que su familia no podía llenar. Tanto Emi como Samani reflexionan hoy sobre la comodidad inesperada de la compañía no humana.
La vida, el sexo y la muerte en el siglo XXI han cambiado sus patrones radicalmente. Ahora el dilema de ser o no ser parece tener otra connotación. Ya lo vemos en el informe de IA donde se asume que puedes crear un robot funcional, que puede responder a interacciones humanas, pero en realidad es un asunto increíblemente complejo.
- Foto: Especial
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