A Shinzaburo Takeda uno de sus maestros le llenó los ojos de México. Así que un día, simplemente partió de la pequeña ciudad de Seto, Japón -donde nació- a la búsqueda de las raíces de una nación a más de 11 mil 300 kilómetros de distancia. A otro continente. A un mundo multicolor.

Takeda OK OKSalamanca se ha convertido en un epicentro del grabado. La persistencia de la memoria tiene su depósito en la tinta y el papel amorosamente engarzados por el poderoso abrazo del tórculo, en nuevas fórmulas que retan, con suficiencia, al mundo de la inmediatez. Lo que Zygmut Bauman definió con el bellísimo eufemismo como `modernidad líquida’.

Desde hace años en el Centro de las Artes de Guanajuato (CEARG) se discute, se plantea, se experimenta y se traduce en neologismos de color y trazos ese lenguaje que data de la antigua China que en siglo XIII, según nos cuenta en un erudito estudio la investigadora Rosa Maribel Rojas Cuevas, nos descubrió la estampa.

Quizá porque en Salamanca algo ocurre, el maestro Shinzaburo Takeda, un hombre menudo, con bigote de brocha y sombrero de fieltro negro –porque el sombrero de fieltro negro es para los viejos guapos y muy elegantes-, inauguró, en el CEARG, la Quinta Bienal Takeda.

Takeda es un gran maestro que lleva formando desde hace más de 30 años a grabadores mexicanos, desde Oaxaca, y que ha recibido por ello del Emperador Akihito la condecoración de la Orden del Tesoro Sagrado

La muestra en el CEARG incluye piezas de autores mexicanos y chinos.
La muestra en el CEARG incluye piezas de autores mexicanos y chinos.

El grabado aún puede sobreponerse al lenguaje visual contemporáneo, por hacer las cosas hechas a mano, porque se inventan nuevos lenguajes”, dice Shinzaburo, un artista universal que alcanza 82 años de edad y tiene, como el grabado, una vigencia que asombra.

A los 28 años de edad se despidió del Japón. Su maestro Tamiji Kitagawa le había enseñado un misterio.  Kitagawa vivió de 1920 a 1935 en México y se hizo amigo de Rufino Tamayo, quien le llenó los ojos de colores. A su vez, el maestro japonés le llenó a Takeda los ojos de un mundo nuevo.

Mejor vaya a México, no vaya a París”, le dijo un lacónico maestro al joven Takeda, que hizo de esa frase una especie de dogma samurái. Como si el Hagakure de pronto se convirtiese en un códice tolteca.

Cuando llegó a la Ciudad de los Palacios, para estudiar en la Escuela de San Carlos, Shinzaburo se encontró de golpe con un mito vivo. Y su alma se estremeció cuando ‘El Generalazo’ le entregó un libro con una frase que lo marcaría de por vida. David Alfaro Siqueiros le escribió un sencillo, pero intenso: “Para mi Camarada Takeda”.

No entendió en ese momento qué era ‘camarada’; pero ahora es mi orgullo”, confía Takeda con un español que traslapa el ‘entendió’ por entendí.

Shinzaburo se nutrió de Siqueiros, de todo lo que el legendario Taller de Gráfica Popular planteaba en un México de vanguardia con Lázaro Cárdenas como presidente del país, con Diego Rivera y Frida Kahlo enarbolando la mexicanidad ante el mundo asombrado de un país vivo y en evolución, con la maravillosa iniciativa del maestro grabador Francisco Díaz de León Medina quien fundó la Escuela de Artes del Libro.

El joven Takeda logró además de la atención de Siquieros, la amistad, que al paso del tiempo sería compadrazgo, con otro orgullo mexicano-japonés: Luis Nishizawa Flores

La obra gráfica en el CEARG es de autores mexicanos y chinos.
La obra gráfica en el CEARG estará abierta al público hasta el 23 de julio. De 9 de la mañana a 9 de la noche, de lunes a domingo.

Lo que pasó luego es historia. Una historia que terminó un día llevándole de la tierra de los mixtecos y zapotecos al cerro de las ranas. Guanajuato le llenó entonces a Takeda con nuevas formas de piedra y color vibrante. El Museo Diego Rivera le abría las puertas hace 10 años.

El grabado es una animación de la materia. Al cortar, con un cuchillazo (el linóleo o la madera) aparecen figuras, el paisaje, nace una imagen que el artista comunica a otra gente (…) Con esta actividad de creación el artista distrae el corazón de los jóvenes, de la gente. Tenemos un lenguaje para comunicar, para conversar, como el español, el japonés, el chontal, pero en el arte tenemos la gráfica, la producción manual de diferentes materias, la belleza”, dice Shinzaburo mientras conversamos, y cuando ésto ocurre sus ojos, que la edad agrisa, de golpe se llenan de luz multicolor. Como su amor por México. Basta ver su obra.

La Bienal Takeda nació en 2008 con poco más de 170 obras de artistas grabadores de México, y en su quinta edición ya supera los 700 participantes

Las nuevas fórmulas para grabar estàn presentes en la Bienal.
Nuevas fórmulas y lenguajes de grabado están presentes en la Bienal.

Con brevísimas palabras Karina Juárez, directora del CEARG, transmitió en su mensaje el gozo de tener en la inauguración de la Quita Bienal Takeda, al maestro. Un mito vivo. Como el Siqueiros que un día escribió una frase luminosa en un libro para un joven pintor-grabador.

Pero fue Juan Alcocer Flores, director del Instituto de Cultura del Estado (IEC), quien se robó el corazón de Shinzaburo, los presentes en la inauguración, y de una misteriosa y tímida Misayo, con un mensaje honesto. Alcocer es político y controversial, pero es un hombre sensible. Eso no se le puede escamotear.

Este mundo que nos toca vivir, es un mundo de lo inmediato (…) la producción de imágenes a través de un teléfono celular se ha multiplicado de una manera verdaderamente impresionante. Millones de imágenes inundan el mundo a través del teléfono celular (…)

“(Lo inmediato) también ha desplazado el interés por los procesos como es el fino y delicado hermoso y delicioso proceso del grabado. Los grabadores son seres espirituales, muy especiales, que aman particularmente el proceso. (Porque) cada parte del mismo se disfruta, se acaricia, se lleva a cabo con una entrega que debe ser total, en concentración. Y es ese otro factor ausente en nuestros días, el momento vital de la concentración”.

En la Quinta Bienal Takeda hay artistas grabadores de CDMX, Oaxaca, China, Morelos, Jalisco, Aguascalientes, entre otros estados. Y Guanajuato ha sido representado con dignidad y suficiencia por un joven artista y maestro impresor de Celaya: Joaquín Ruiz

El maestro Shinzaburo Takeda y el joven grabador-impresor Joaquín Ruiz, guanajuatense seleccionado en esta bienal.
El maestro Shinzaburo Takeda y el joven grabador-impresor Joaquín Ruiz, guanajuatense seleccionado en esta bienal.

Desde Salamanca se manifiesta que el grabado está vivo y tiene lenguajes nuevos, porque hoy se ejercita la experimentación -que ha sorprendido al propio Takeda que visitó antes de la inauguración el taller de trabajo-, con la búsqueda de nuevos lenguajes a partir del papel amate o las fibras, como la palma que se trenza amorosa para dar forma al petate.

José Luis Méndez, un leonés de sobrado talento, es el maestro tutelar de este movimiento de nuevos grabadores, como Ruiz. Y está orgulloso de que desde Guanajuato se arriesgue en la búsqueda de lo contemporáneo. Por ello Takeda dará un curso intensivo, en el Centro de las Artes, del 11 al 15 de julio. Y eso ya es un tema para la historia.

Alcocer anunció que en meses próximos las plazas, las calles, los jardines de muchas ciudades en Guanajuato se verán vivaces con un tórculo y el amoroso proceso de entintar y desentintar, con una didáctica al aire libre para mostrar este hermoso proceso de la arte gráfica, revolucionario y cercano al pueblo como lo ha sido el grabado en México desde que José Guadalupe Posada y otros tantos lo llevaron al corazón del proletariado.

-¿Y después de tantos años, ya entendió lo que significa ‘camarada’?- le pregunto al maestro Takeda que ha donado al Centro de las Artes de Guanajuato, con gesto humilde que dimensiona su grandeza, una litografía de Frida Kahlo, pintada desnuda por Diego Rivera; pieza que guardó celosamente durante décadas y que representa el mundo que vino a buscar en 1963 desde la pequeña ciudad de Seto.

Oh, sí! Ya entendió qué era ‘camarada, así somos: ‘camaradas’. Gracias Guanajuato”, responde con una bella sonrisa que acentúa el elegante sombrero negro de fieltro que corona la cabeza de un mito vivo, donde dentro gira un mundo multicolor habitado por Kitakawa, Tamayo, Siqueiros, Rivera, Kahlo y un México que arde luminoso, pese a los tiempos violentos.

  • Fotos: Ruleta Rusa/Xavier Moreno

Fotos: Ruleta Rusa/Xavier Moreno