A algunos les gusta comparar a Trump con Hitler. Empezando por su vicepresidente, el señor JD Vance, que hace unos años dijo que Trump era el ‘Hitler de América’.
Qué ironía del destino, poco después este antipático individuo se convertiría en el vicepresidente del ‘Hitler de América’. ¿Cómo ha justificado él este cambio de mentalidad tan importante? Pues nada, simplemente diciendo que cambió de opinión.
Yo no creo que Trump, a pesar de su ideología supremacista blanca, su desprecio a ciertas poblaciones consideradas inferiores, sea comparable con Hitler.
Creo que si a alguien se parece Trump es a Josef Stalin. El Stalin que tenía a su enorme país asustado, temiendo la más mínima disidencia, la más mínima opinión que contraviniera sus designios. Este es el punto en el que mejor convergen estas dos figuras, en el miedo que generan no solo entre sus oponentes sino incluso entre sus mismos seguidores.
El miedo a contrariar al jefe. Es lo que algunos analistas han observado como el comportamiento de gangster, de capo de la mafia, que revela la personalidad de Trump
Un buen ejemplo de este ‘temor’ se nota en las débiles reacciones de protesta que se oyen de parte de los sectores que todos suponemos deberían ser fuertes críticos del actual presidente: los congresistas demócratas más izquierdosos, los expresidentes, los excandidatos a la presidencia y vicepresidencia del país.
Y hasta la prensa supuestamente crítica. Están callados, acobardados, dejando pasar de lado cada nueva arbitrariedad del hombre fuerte, del caudillo. Un ambiente de inquietud latente, no manifiesta abiertamente, que recuerda los peores tiempos del estalinismo.
Pero donde resultó bien evidente ese ‘temor’ fue el otro día en la gala de los Óscar. El Hollywood de izquierda, muy liberal en el sentido de, amplio de ideas, tolerante (con su acento un poco demasiado ‘woke’, también es verdad), también me hace pensar los años más oscuros del régimen soviético, cuando los artistas, los intelectuales no se atrevían a expresar abiertamente en sus obras lo que pensaban, por el temor a ser cancelados (en aquel entonces esta palabra quería decir, encarcelados, eliminados, torturados, asesinados) por el sistema dictatorial.
En medio de la turbulencia política por la que está pasando Estados Unidos, la noche de los Oscar, —qué mejor oportunidad para expresar el rechazo a la paranoia de un hombre que se cree el rey del mundo— todos los galardonados recibieron su estatuilla y se quedaron callados
Por miedo, digo yo. Hubo una que otra voz débil, indirecta, (quizás la de la actriz dominicana Zoe Saldaña) que se refirió a su condición de hija de inmigrantes, esa gente que el gran jefe tanto desprecia. Pero eso fue todo.
Ese silencio me hizo recordar el drama vivido por tantos hombres y mujeres de los años del estalinismo, y de otros regímenes dictatoriales extremos. Y no porque Estados Unidos se encuentre en una situación similar a la de la Unión Soviética estalinista ni mucho menos, !no lo quiera Dios!, sino por la manera como comienzan a comportarse los ciudadanos, con recelo, con aprensión, como diciéndose, uy, tengo que tener cuidado no sea que por decir algo indebido pierda mi empleo, pierda mi buena relación con el jefe, de quien todo el mundo sabe que votó por Trump; no sea que me retiren el subsidio para mi proyecto artístico.
Así era la Rusia estalinista, la que humilló a uno de los más grandes compositores del siglo XX, Dimitri Shostakóvich, que odiaba al régimen pero se callaba para poder seguir componiendo, para que no lo mandaran al gulag, y prefirió ser visto en Occidente como un compositor soviético, lo que no era. Era solamente un gran compositor universal. En el silencio de Hollywood aquel día se sintió en el teatro la presencia invisible del hombre fuerte.
La gente tiene miedo a perder sus privilegios, su posición en la sociedad, sus recursos, en fin, cualquier cosa, entonces opta por no protestar. Y yo esto no lo critico
En esas circunstancias, yo también tendría miedo. Sabiendo que tengo cosas importantes que perder, es muy posible que también me quedase callada. Lo que pongo de relieve es que se haya llegado a esa situación en unos Estados Unidos que siempre se han mostrado como lo contrario de la opresión, de la represión, y a favor del libre fluido de las ideas. Como lo contrario del sistema comunista.
Pero sí hay algo en lo que Trump se parece a Hitler. Ambos son figuras ahistóricas. No surgen como consecuencia de algún desarrollo histórico (como sí pudo ser Stalin), sino que caen como en paracaídas, hacen el trabajo (el daño) que se proponen hacer y luego desaparecen. Son figuras que no tienen continuidad.
Así como el periodo de Hitler puede verse como un largo y fatal accidente en la historia de Alemania que interrumpió el desarrollo de una sociedad abierta, el periodo de Trump representa también la interrupción de los planes estratégicos de una potencia económica, política y militar como son los Estados Unidos.
Y así como Hitler dejó a su país en ruina, la famosa *MAGA de Trump podría terminar produciendo todo lo contrario de lo que se propone.
*(N. del E. MAGA: acrónimo de Make Again Great America -Hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande, en español-).
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