La escritura de Luis Felipe Pérez Sánchez es siempre una evocación, un efecto del dulce placer de la memoria.
Y en este su nuevo libro, Acercamiento a ‘El Bar, la vida literaria de México en 1900’, de Rubén M. Campos: Memorias de un testigo, una coproducción del Colegio de San Luis y Ediciones La Rana, ese placer de la memoria se amplifica.
Luis Felipe Pérez nos descubre un México modernista en ebullición, un país en transición, la poética del siglo XIX fuertemente influenciada por el simbolismo francés y los últimos ecos del romanticismo que van a eclosionar en nuevas formas.
En el preludio al estallido de las estampas sobre un país tambaleante entre la modernidad y lo precario, entre la dictadura de Porfirio Díaz y la avalancha de rebeldía acumulada que va a derivar en la Revolución Mexicana, la literatura se alza como una llamarada.
El gran movimiento literario de México, hacia el último tercio del siglo XIX, es fruto de otro escritor, el genial Ignacio Manuel Altamirano, cuya memoria y trabajo se honra con la re-fundación del llamado Liceo Altamirano, espacio de donde saldrán voces universales de la literatura mexicana como los poetas Amado Nervo, José Juan Tablada y Luis G. Urbina y grandes impulsores de la cultura como Jesús Valenzuela, fundador de la Revista Moderna.
Rubén M. Campos, periodista, escritor, diplomático, poeta, crítico musical y cronista guanajuatense, es una figura esencial para comprender la irrupción estruendosa al siglo XX desde un espacio simbólico, el templo literario moderno: el bar
“Cuando Rubén M. Campos termina de escribir sus memorias, ha olvidado o se ha desmarcado de su reputación de hedonista y dipsómano, sacrílego y protagonista de orgías. Pareciera que sonríe o hace una ligera mueca y cuenta lo que hicieron los demás o lo que la vida hizo con ellos. Su voz de testigo compone, musical y cromáticamente, las aventuras de un grupo tocado por las musas”, escribe Luis Felipe Sánchez para perfilar a Rubén M. Campos y la importancia de su relatoría de un mundo que no sólo existe en la memoria, en los libros, sino también en lo contemporáneo aunque con nuevas formas.
Acercamiento a ‘El Bar, la vida literaria de México en 1900’, de Rubén M. Campos: Memorias de un testigo, da fe de los fuegos verbales, de usos y costumbres en la víspera del siglo XX, una gran muestra de la prensa literaria alejada de la estridencia y lo sangriento. La modernidad floreciendo.
El bar es la tierra fértil para que florezca todo o se hunda, donde surgen las mitologías, el espacio de rituales y hermandades, de imprecaciones o epifanías, es espacio rebelde de las artes, proveedor de elixires que abisman o hacer ensoñar el Universo.

Ese espacio voluptuoso que vio nacer a Baudelaire, el Príncipe de las Tinieblas poéticas, el primer hombre moderno de París.
Dicen que lo primero que hizo Rimbaud al llegar en tren a París para encontrarse con Verlaine, fue acudir al bar donde le citó el Príncipe de los Poetas malditos. En su eterno resplandor Rimbaud pudo entonces gritar en algún momento: “Y el poeta ebrio insultó al Universo”.
Ese espíritu de resplandores alcanzó al México de Rubén M. Campos, amigo de Julio Ruelas -un pintor maldito por excelencia-, de José Juan Tablada -revolucionario del lenguaje a la Apollinaire-, o de tantos otros artistas que transformaron para bien la cultura del país, y donde el guanajuatense, además de ser partícipe, supo reflejar en su crónica.
Luis Felipe Pérez entrega con este libro sobre la figura y las evocaciones de Campos un journal de flâneur emocional, elementos nuevos en la revisión de la crónica del guanajuatense, y escribe con expertise docto, con la suficiencia de ser uno de los intelectuales más sólidos hoy desde Guanajuato para México
“Proponemos la reflexión desde dos puntos. Por un lado, la visión de Campos y su texto de memorias que decanta en la inspección de los intereses decadentistas, o modernistas, o miembros de la generación etílica que, a la luz de algunos otros autores, reclaman su lugar dentro de la republica de las letras. Se inscriben pues en ella, quizá no por su obra de absoluta calidad probada, pero sí a través de la edificación de la sensibilidad moderna de finales del siglo XIX y principios del XX, años en los que la convulsión sociohistórica obligaba también al surgimiento de alguna reacción que se puede encontrar en el texto de Campos que delinea al poeta moderno , un tanto ese juego íntimo que sortea la distancia de la obra y una suerte de poética de manera de vivir, el artista emergiendo en la realidad como poema”, nos dice Luis Felipe Pérez, Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández, colaborador de El Universal y de esta Ruleta Rusa.
Aquí en este libro el lector, el escritor, los investigadores, o los que simplemente gozan con la lectura y la palabra podrán encontrar una hermosa relatoría sobre la vida estrambótica de poetas y bohemios, en un México que se transformó en ciudad moderna a finales del siglo XIX con electricidad, ferrocarril, telégrafo y otros elementos que Rubén M. Campos -cuyo nombre apareció por primera vez en la Revista Azul, la más prestigiosa del momento, encabezada por el poeta Manuel Gutiérrez Nájera, en 1896- evoca con nostalgia.
El poder de la escritura de Rubén M. Campos se inscribe perfectamente en este verso bellísimo y suyo que preludia la modernidad:
“El poeta llenó entonces con el estruendo de sus trenes la gran ciudad”.
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