Literatura es literatura y el cine es cine. La oferta que hago es esta: mis libros son novelas y quedan así, como novelas. Déjenme escribir películas y para televisión y tenerlas como cosas totalmente independientes”. (Gabriel García Márquez. Entrevista a Patricia Castaño, 1989). 

Si Gabriel García Márquez (1923-2014) tuvo una ‘maldición’, fue su relación con el cine.

I

Con lo audiovisual en general. En México, junto a Carlos Fuentes, intentó adaptar para la pantalla El Gallo de Oro (1964), cuento de Juan Rulfo. Rotundo fracaso. Gabo joven aparece en una escena. Es el que cobra en la entrada a una carpa.

Muchos años después, ya con fama, poder y fortuna, decidió abrir una escuela de cine. La instaló en La Habana, en San Antonio de los Baños. Tendría apoyo de la Cooperación Española, del dinero del propio nobel colombiano y de empresas privadas afines al escritor. El mismo Fidel acudió a la inauguración y regaló el predio. El primer taller de guion el mismo Gabo lo impartió y atrajo a grandes cineastas.

La Escuela para el Nuevo Cine Latinoamericano era el sueño unificador de Gabriel García Márquez de América Latina en una historia cultural colectiva. Soñó con hacer su propia academia para la nueva Historia de Colombia, sueño no logrado. Se aproximó con la Fundación para el nuevo periodismo.

Su gran motivo intelectual: aprender y enseñar cómo contar historias, pero, “al estilo del Renacimiento, no en escuelas”, sino compartiendo entre maestros del oficio con principiantes.

II

Pero su intrascendencia cinematográfica no fue por que no entendiera a la industria. Al parecer es un caso clásico de adelantarse a los hechos. La industria no lo entendió a él entonces. Respecto a la irrelevancia de En este pueblo no hay ladrones (1957) una película basada en un relato de García Márquez, el escritor aseguró que debía ser una miniserie. “Cuatro capítulos, al menos”, expresó en una entrevista que brindó en los ochenta en Cuba.

El autor de Cien años de Soledad (1967) admiraba las telenovelas y sus enormes niveles de audiencia. La cultura de masas que entrega a todo el espectro de la sociedad el derecho a la imaginación

Carta del director de cine japonés Akira Kurosawa para Gabo en abril de 1991.

Atribuía que parte de su frugal paso por el cine en parte habría sido por no medir lo que implica el séptimo arte:

Ahora, ¿que sucedió con el cine? que me di cuenta de que ere infinitamente más difícil hacer una película de lo que yo me imaginaba. Me parecía imposible que con los compromisos industriales, los compromisos económicos y la enorme cantidad de gente que tenia que estar en el set, me parecía imposible contar una historia íntima, una historia del corazón de uno”, y así ‘revelava’ que esa maquinaria le comía el corazón a su obra”.

Sin embargo jamás negó al cine como su más alta aspiración. Uno de sus dos hijos, Rodrigo García Barcha, es productor de la recién estrenada (11 de diciembre) serie de Netflix basada en Cien años, la obra que, como reseñó Tomás Eloy Martínez, elevó al colombiano para siempre al limbo de los narradores fundamentales. En su libro Gabo y Mercedes: una despedida, Rodrigo dice que el cine fue “el sueño de juventud” de su padre, pero que ante la imposibilidad de vender su inusuales historias muchas de ellas las conviertió “en algunas de las más famosas novelas de su siglo”.

El nieto de Gabo, Mateo, ha intentado hacer cine también. Su primera novela Una cita con la Lady (2019) es una gran opera prima neorulfiana.

III

Los debates por la adaptación de Netflix comenzaron ya. García Márquez sabía de lo injusto que era la audiencia con los esfuerzos que algunos arriesgados cineastas ensayaron para llevar su obra al cine. Cronica de una muerte anunciada en 1987, fue llevada a las pantallas por un compromiso de amistad del escritor con el director italiano Francesco Rosi (1922-2015).

De veras no podía decirle que no y me parece una extraordinaria película, lo que pasa es que los espectadores lo que tienen es que son injustos” y argumentó que quien recriminaba que no se parecieran a las obras escritas era porque no comprendía que lo que estaba viendo era cine.

En el Harry Ransom Center de la Universidad de Austin se conserva la correspondencia que García Márquez tuvo con cineastas de reconocimiento mundial

Fotografías en los archivos del Harry Ransom Center, donde aparece Gabo con Carlos Fuentes, y en otra con su esposa Mercedes Barcha y Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura también.

Uno de estos diálogos epistolares fue con el emblemático director japones Akira Kurosawa (1910-1998) quien logró adaptar muchas obras literarias de los inmortales (Gorky o Shakespeare o Dostoievski) al cine con gran aceptación. En una entrevista de Gabriel García Márquez a Kurosawa el director japonés revela el secreto: no respetar la literalidad de la obra para llevarla al mundo de las imágenes y sonido.

También, en esos documentos, destaca el que envió Francis Ford Coppola (seis veces ganador del Oscar), en febrero de 2008, en donde le solicita los derechos para llevar al cine El general en su laberinto (1989). Le dijo, el director de El Padrino, que esa sería su gran despedida:

Si pudiera emprender este proyecto con tu permiso serían años de trabajo para llevar a cabo lo que tengo en mente (…) Me gustaría contratar a un gran actor que lo interprete, filmar en los lugares donde ocurrieron los hechos, y como dije, en castellano”.

De puño y letra, Gabriel García Márquez le responde: “Querido Francis Coppola: Lo único que quiero decirle de esta carta es que me encantará ver la película ya terminada. Un abrazo y gracias”.

La peli jamás se llevó a cabo.

IV

No he terminado de ver la serie. Poco a poco la he consumido como hago con Cien años… cada vez que no imagino, que me siento demasiado racional, cada vez que quiero ver lo que subrayé de las tantas veces que la repaso; cada que quiero “un doblón de oro” de los que aparecen cada cinco líneas en ese libro…

Los primeros dos capítulos me sorprendieron no por lo técnico, que es impresionante (solo el emporio Netflix podría haberlo intentado) sino por las coincidencias entre mis subrayados y los fragmentos de diálogo en la serie que los incluye

Carta del director de cine estadounidense Francis Ford Coppola a Gabo, donde el Premio Nobel de Literatura le agradece que quiera llevar al cine su novela ‘El general en su laberinto’.

Si esto sigue así, habrán elegido a mi parecer esos doblones que ratifican que esta bellísima obra maestra contemporánea, es también el acto más revolucionario y de mayor potencia artística en los últimos tiempos.

Al final el debate se resume a la lógica básica ‘del hijo del telegrafista’: “Literatura es literatura y el cine es cine”.

(Muchos años después, eso sí, habré de recordar el día en que vi por vez primera la cara del gitano más honesto de la historia de la humanidad, el gran Melquiades, o el rostro de José Arcadio Buendía, poco a poco transformarse producto de los brotes psicóticos que padece porque el encantamiento de la vida se desvanece de Macondo, y solo él logra ver que la humanidad depende de esa parte inexplicable que, a través de la ciencia, nos acerca a lo divino).

  • Fotograma: Netflix
  • Fotos: Luis M. López