«Decíamos ayer». Esta alocución atribuida a fray Luis de León, al volver a su cátedra después de varios años de encarcelamiento, resuena como parangón a tu presencia donde, el resplandor de tu persona y de tu obra literaria es una gracia.

Es decir, felicidad que emana del ser como de una fuente que no es más que saber vivir. O, en otras palabras: la milenaria voluntad de hacer una forma y un ritmo. A esto se dedica el poeta auténtico. A expresar la sensibilidad y a enriquecer la lengua española.

Aquí cabe citar a los humanos y dioses que reinauguran lo que se conoce como género que supone un horizonte de expectativas (Robert Jauss dixit) del inconsciente antes de que Sigmund Freud descubriera el método científico con el cual se puede estudiar el inconsciente. En Bronces de la poesía (1987) de Abraham Domínguez Vargas lo menciona como sigue:

“El género es el emparentamiento en obras literarias por ciertos caracteres semejantes”, que, “se fundan en la naturaleza misma de las cosas que dan asunto para su obra al poeta; porque o bien, canta a la realidad exterior, o bien expresa los estados de la conciencia, sus propios efectos o sentimientos, o bien representa las acciones humanas que son algo exterior al poeta, pero al propio tiempo pertenecen a la conciencia de la humanidad”.

Sirva esta razón para acudir al himno jocundo León de los Aldama (1942) de Fulgencio Vargas:

León,

en el Valle de Señora engastado

—así la perla en el metal preciado

de subidos quilates—:

León,

como el blasón

de prolífica madre de Castilla,

bravo en la pelea

por la alta idea,

dócil en la maravilla

de la mansedumbre de tu corazón:

Hoy como ayer, y como hoy mañana,

cosecha de frutos opimos en vida temprana.

Índice marcador

del trabajo genitor y redentor

de las empresas máximas en “El Bajío”:

Por la espiga de oro

del trigo de tus campos, y el tesoro

de la eterna canción de tus obreros

en las colmenas rumorosas

de tus fábricas jubilosas;

Hoy como ayer, y como hoy mañana,

cosecha de frutos opimos en vida temprana.

Nido fecundo del amor profundo,

de la mujer noble y gentil,

del trovador Príncipe Abril,

—los dos genios hermanos

que así van por el mundo,

cogidos de las manos,

en busca del dolor que aprisiona al romero—:

Por las nítidas flores de tu vergel,

por su aroma hechicero,

por el trino del ruiseñor

que liba miel en cada flor:

Hoy como ayer, y como hoy mañana,

cosecha de frutos opimos en vida temprana.

Estas gotas de mi melancolía que caen, se dan por la poesía leonesa. Porque es el tropel de las almas flamantes que van por el Valle de Nuestra Señora, donde las musas y las gracias viajan felizmente y ponen en fuga a las diablesas malas que no son más que bestiales analfabetas funcionales que hieren la Poesía.

Por esta serie de pormenores nos adscribimos los lectores más al arte de la impaciencia como es la poesía: hecha de amor, de historia, de placer y de gloria, de hechizo y de victoria, de triunfo y claridad.

Seguro recordarás que alguien te mencionó al conocer tu reconocimiento “Compromiso con las letras” que: “¡Te cayó el chahuistle!”. Este personaje aludió a que la lluvia echa a perder las cosechas. O bien, que, el barro lo ensucia todo. Quejas infundadas que son dichas con el afán de negar el Arte de ser feliz como tú lo practicas y eres.

Al participar de tu felicidad y de la vida se prestigia la dignidad de la poesía a la manera de Materno que, nos cuenta Alfonso Reyes, “el ocio literario en el campo le atrae más que las viles agitaciones del foro”.

Cuando aludo a las viles agitaciones del foro no hago sino llamar a cuentas a: “Los retores [que] enseñan vanas disputas, en vez de la verdadera filosofía, la ciencia, el derecho, las artes y el conocimiento de la naturaleza humana”.  Asunto que no sucede con el fin poético. De allí esta alusión al grito abierto que no es popular sino vana lacra que percude nuestra lengua identitaria.

Maestro y poeta querido. Tu poesía desata el espíritu humano a lo largo de un lapso. Da sentido al valor de aquellos tiempos, pero también a estos del siglo XXI ya que lo hace crecer en propter hoc. O sea, tiene unidad, porque tu obra entra en el alma como una espada en la vaina.

Maestro y poeta querido. En este León de los Aldama de los rebozos y los zapatos, de las tunas y lechugas, de las gorditas de horno y amoríos reales, déjame pronunciar tu nombre delante de todos los parientes y paisanos; de los poetas y lectores; porque al llegar tú Juan Manuel Ramírez Palomares fiel y entero llega la semilla y florescencia.

En abril

a Juan Manuel Ramírez Palomares

En abril la sublimidad de tu estrella
disipa sombras prolongadas
estas letras caen para formar historia,
jocosa y alegremente la ciudad ama al poeta.
Su raíz canta a los vivos y a los muertos
él habla: lanza este florilegio…
a su edad identifica confianza y dignidad
enseña su magisterio reverberante al lector
en tránsito,
trepidante el viento sopla, empuja este Barrio de Arriba,
con piel y primavera.
Él mira la tierra sideral del Bajío
su cielo es joven
sueña este sueño donde un libro consigna
[un saltimbanqui,
su voz habla, mece los follajes,
alas de ángeles que prueban verdades.
Lucha por ser como ayer y como hoy mañana.

(N. del E.) Texto leído en el conversatorio-homenaje a Juan Manuel Ramírez Palomares el 4 de mayo en la Feria Internacional del Libro de León 2025.

  • Foto: ICL