Empezar es un desafío. Pero la vida tiene una estructura. Por eso, es más fácil empezar joven. En la juventud, la vida empieza, el mundo empieza. Entre más chico se es, la mente está menos ocupada, está más ligera de equipaje. En otras palabras, menos ideas preconcebidas la atan y se puede adaptar más rápidamente al cambio.

Pero cuando uno es mayor, lo que empezamos un día con pasos alados, ahora nos aprisiona en una red de hábitos. Y cambiar eso es un acto más radical que antes. Entre más arraigado un hábito, más condicionados estamos por él.

Hace unos años, un diagnóstico de prediabetes me motivó a hacer ejercicio. Ya lo había intentado antes, años atrás. Pero en general no practicaba el deporte desde la infancia y la pubertad. Entonces me propuse un régimen para cambiar el diagnóstico antes de la prueba confirmatoria.

Cada día, hacer ejercicio era un desafío, desde el momento mismo de despertarme: peregrinos pensamientos me ataban al lecho. Me incorporaba y me dirigía al lugar de mis prácticas como si arrastrara un fardo que se atoraba con cada objeto que me topase en el camino. Y una vez ahí, nuevas ideas me entretenían, me distraían, me disuadían de empezar.

Un cielo nublado, una mañana calurosa, un desfase en el horario, cobraban un valor inusitado como impedimento de mi propósito. Parecía que todas las razones adversas se confabulaban, una tras otra, para hacerme desistir

Ésta no ha sido la experiencia más grave, pero sí la más ilustrativa del poder disuasorio de los hábitos mentales. En su curso pude ver con nitidez los mecanismos de la adversidad mental. Y sólo haciendo acopio de coraje pude superarlo.

El valor del primer paso cobró entonces importancia en mi ideario. Recopilé lúcidas frases sobre su pertinencia.

La primera es un enunciado cuyas raíces se hunden en la más remota antigüedad. Se le atribuye a Lao-Tsé, el viejo maestro chino, autor del Tao Te Ching, esta sentencia: «Una jornada de mil kilómetros empieza con el primer paso».

No importa la situación, las circunstancias o las condiciones que rodeen tu vida: para dar el primer paso no valen los argumentos, sino la acción. Sólo si te atreves a dar tu primer paso, te pones en camino.

Pero el primer paso no basta. Debes seguir andando. Y no lo harás si no das el paso inicial (y cada uno de los pasos sucesivos) con vívida fe.

Martin Luther King Jr. lo expresó evocando esta imagen: «Take the first step in faith. You don’t have to see the whole staircase. Just take the first step». [Da el primer paso con fe. No tienes que ver toda la escalera. Sólo da el primer paso].

Pero en este caso, ¿qué significa la fe?: dar el primer paso como si ya lo hubieras dado, como si ya hubieras andado todo el camino. Dar el primer paso con fe es como si ya hubieras andado los mil kilómetros de Lao-Tsé

Así pues, desde el primer paso que des, proponte dar el resto. Lo que es más: da el primero como si ya los hubieras dado todos.

Esto es un imperativo para Bukowski (el irreverente Charles Bukowski) que en su poema Roll the dice [Tira los dados] es categórico: «If you’re going to try, go all the way. / Otherwise, don’t even start». [Si vas a intentarlo, anda todo el camino. / Si no, ni siquiera empieces].

Dante Alighieri escribió que en la acción, la primera intención de quien la realiza es revelar su propia imagen. Esto es: la identidad se manifiesta con cada acción.

En Arte y poesía, Heidegger sustenta que la obra de arte hace al artista. En otras palabras, sólo se puede llamar artista a quien es autor de una obra de arte. Sin esa obra de arte, nadie se puede llamar artista. En esta disertación de Heidegger se advierte su convicción de que la identidad se forja, no en la acción, sino en su resultado.

Andar todo el camino, como propone Bukowski, significa recorrer la senda hasta el final, hasta alcanzar el resultado

Así pues, nadie puede empezar una jornada de mil kilómetros si no da el primer paso. Pero ese paso no puede darlo sin fe. Y la fe implica que lo dé como si ya lo hubiera dado, como si ya hubiera andado los mil kilómetros.

Pero ése es justamente el compromiso de todo primer paso: andar todo el camino, andar los mil kilómetros. ¿Y después qué? Una vez llegado al final del camino, ¿qué sigue?: empezar otro camino.

Así lo dijo Albert Einstein: «La vida es como andar en bicicleta: para mantener el equilibrio, debes seguir moviéndote».

La vida es movimiento. Cuando la vida se detiene, lo que queda quieto es la muerte.

  • Ilustración: Carlos Alonso