La crisis climática no conoce nacionalidades ni fronteras, por eso ya no tienen sentido las políticas pensadas en términos de Razón de Estado. Un concepto más adecuado para enfrentar los nuevos desafíos planetarios sería el de una Razón de la Tierra, que involucra a todos los seres vivos del reino animal y vegetal.

En su breve ensayo De Wereld en de Aarde* (“El mundo y la Tierra”, no está traducido aún al español), el autor belga, David van Reybrouck, examina el concepto de Raison d’État (Razón de Estado), una invención francesa del cardenal Richelieu, cuando, en 1620, creó el primer ministerio moderno de Asuntos Extranjeros.

Desde entonces, la Raison d’État ha sido la base para las relaciones internacionales. La diplomacia se transformó en una profesión permanente para cuidar el equilibrio de poder entre naciones.

Y aunque, claro, las naciones más poderosas son las que siempre han definido este ‘equilibrio’, hasta las más débiles tienen un cuerpo diplomático y, al menos formalmente, voz y voto dentro de la comunidad internacional. De acuerdo a este sistema, el Mundo está conformado por la suma de naciones que lo componen. Cada cual con sus propios intereses.

Pero hoy día los problemas del Mundo (de las naciones) no son los mismos que los problemas del lugar en el que existen esas naciones, el planeta Tierra

Las múltiples crisis que afronta el planeta no se pueden tratar con las soluciones habituales del mundo de la gente. Los conceptos de ‘soberanía nacional’, ‘razón de Estado’, ‘diplomacia multilateral’ han servido para regular los conflictos entre países, pero no sirven hoy para solucionar el conflicto entre la humanidad y el planeta. Porque el planeta, a diferencia del mundo, no es la suma de países, es mucho más.

Las leyes de la naturaleza no conocen fronteras. Es por eso que algunos, como el autor de este libro, proponen una Razón de la Tierra, un nuevo modelo que tenga en cuenta a todos los seres humanos, a todos los seres vivos, y los de las futuras generaciones. La diplomacia tiene que tener ahora una dimensión planetaria. La política mundial tendría que reemplazarse por una política de la Tierra.

Las llamadas Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que ya van por su número 30, (La COP 30 se celebrará en noviembre de 2025 en Brasil), no representan verdaderamente un esfuerzo a favor del planeta, como pretenden, porque funcionan con una mentalidad de Razón de Estado

Los participantes en estas conferencias representan a las naciones (las partes), y a las grandes empresas, y pujan por sus propios intereses antes que por el bien colectivo.

Existen ya algunas iniciativas, como la Asamblea Global de Ciudadanos sobre la Crisis Climática y Ecológica, en la que los participantes son ciudadanos comunes y corrientes de las más diversas regiones del mundo, sin intereses particulares, nacionales, económicos, o políticos, movidos solamente por una razón de la Tierra.

En palabras de Van Reybrouck “… ya es hora de desarrollar un nuevo modelo geocéntrico, no en un sentido astronómico, naturalmente, sino filosófico… que reconozca la razón de la Tierra como la piedra angular de la gobernanza global”.

En algunos países se les ha dado a algunos ríos personería legal para protegerlos de la contaminación. Este es un ejemplo del modelo geocéntrico. Todos los ríos deberían recibir este estatus

Por desgracia, todo esto suena todavía bastante idealista en nuestro mundo presente dominado por las razones de Estado, en el que las naciones poderosas todavía no cesan en su interés por hacerse con más territorios, ampliar sus fronteras, por medio de la guerra si es preciso, explotar los suelos, subsuelos, océanos…

La Tierra todavía les parece un lugar para sacar beneficio propio a cualquier costo. Pero por fortuna, cada vez hay más gente comprometida con una política para la Tierra. Algo tendrá que resultar de esto.

  • Ilustración: Jan van Loon